Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Capitulo 14.
E l autor sagrado, después de terminar la descripción de los tres años y medio de persecución, pasa a describirnos el desenlace final. Se trata de un juicio, con el cual se inaugura el reino milenario de Cristo. Las visiones que describen este juicio y el castigo de los perseguidores abarcan hasta
Rev_20:6.
El capítulo 14 tiene dos partes bastante distintas. En la primera parte (v.1-5), o sea, en la primera visión, que corresponde a la visión del capítulo 7, San Juan nos ofrece un cuadro radiante de felicidad bienaventurada que va como a coronar esta sección del Apocalipsis (v.5-14). A los seguidores de la Bestia opone San Juan los fieles seguidores del Cordero, reunidos simbólicamente sobre el monte Sión, Jerusalén, en torno del Cordero, porque los 144.000 elegidos representan al Israel nuevo, al Israel de Dios. Allí ofrecen a Dios y al Cordero las primicias de sus alabanzas y, al mismo tiempo, celebran el triunfo de Cristo que se dibuja en el horizonte. La segunda parte (v.6-20) del capítulo 14 es como una introducción a las siete plagas que serán descritas en la sección siguiente (v.15-16).
El Cordero y sus fieles servidores,Rev_14:1-5.
1
Vi, y he aquí el Cordero, que estaba sobre el monte Sión, y con El ciento cuarenta y cuatro mil, que llevan su nombre y el nombre de su Padre escrito en sus frentes, 2
y oí una voz del cielo, como voz de grandes aguas, como voz de gran trueno; y la voz que oí era de citaristas, que tocaban sus cítaras 3
y cantaban un cántico nuevo, delante del trono y de los cuatro vivientes y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico, sino los ciento cuarenta y cuatro mil, los que fueron rescatados de la tierra. 4
Estos son los que no se mancharon con mujeres y son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero adondequiera que va. Estos fueron rescatados de entre los hombres, como primicias para Dios y para el Cordero, 5 y en su boca no se halló mentira, son inmaculados. La multitud de 144.000 vírgenes rescatados de la tierra hace como de contrapeso a la apostasía de los moradores de la tierra del capítulo 13. Los 144.000 representan la totalidad de los elegidos, del mismo modo que en
Rev_7:4-8 simbolizaban la totalidad de los cristianos. Estos fieles de Cristo, que no han querido adorar a la Bestia, son llamados
vírgenes (v.4). Esta expresión es probable que haya que tomarla en sentido metafórico. Los 144.000 son vírgenes en el sentido de que no se han manchado con el culto de los ídolos paganos, principalmente con el culto de la Bestia o culto imperial. Roma era la Gran Prostituta *; en cambio, el Cordero de Dios era inmaculado 2. Roma se prostituía mediante su propio culto idolátrico y con la corrupción moral que acompañaba a los cultos paganos. Ante tanta corrupción se levanta una gran multitud, que no sólo ha llevado una vida santa y pura, sino que incluso entre ellos hay muchos que han conservado la virginidad. Todos forman la corona de gloria del Cordero inmaculado.
Tanto el Cordero como los 144.000 vírgenes
estaban sobre el monte Sión. Los profetas suelen contemplar el monte Sión como una montaña elevada que sobresale por encima de todos los demás montes, como faro luminoso que atraerá a sí a todos los pueblos: Al fin de los tiempos dice el profeta Miqueas el monte de la casa de Yahvé se alzará a la cabeza de los montes, se elevará sobre los collados, y los pueblos correrán a él. Y vendrán numerosos pueblos, diciendo: Venid, subamos al monte de Yahvé, a la casa del Dios de Jacob, que nos enseñe sus caminos para que marchemos por sus sendas, pues de Sión saldrá la ley y de Jerusalén la palabra de Yahvé 3. La literatura apocalíptica también nos presenta al Mesías reuniendo a sus seguidores y a sus huestes conquistadoras sobre el monte Sión 4. En el Antiguo Testamento, el monte Sión era el símbolo de la fuerza y de la seguridad para Israel, porque Dios habitaba en él y lo protegía contra todo enemigo 5. De igual modo, Sión significa en nuestro pasaje del Apocalipsis un sitio seguro de refugio en el que el Cordero reúne a sus pacíficos ejércitos. Mientras que el Dragón y la Bestia estaban apostados sobre la arena movediza de la playa y las olas del mar, el Cordero está sobre el monte Sión, símbolo de seguridad y estabilidad. Los 144.000 (= 12 x 12.000) vírgenes llevaban el
nombre del Cordero y
el nombre de su Padre escrito en sus frentes (v.1). El nombre sobre la frente simboliza la consagración de la vida al servicio de Dios. Los siervos llevaban la marca de sus señores; los soldados, la del emperador, a quien habían jurado lealtad. Del mismo modo que en
Rev_7:455 el Cordero se aparece a Juan junto al Padre Eterno, rodeado de su corte y de la gran multitud de escogidos. Y mientras el vidente de Patmos contempla esta visión, oye la música de armoniosos cánticos con los cuales los bienaventurados celebran en el cielo la gloria del Cordero (v.2). La felicidad celeste en el Apocalipsis es litúrgica. El cántico que entonaban, acompañándolo con el son de las cítaras 6, era algo secreto y misterioso, pues sólo podía ser cantado por aquellos 144.000. Es, por lo tanto,
un cántico nuevo, como todo lo que sucederá en los capítulos 21-
Rev_22:5. El rumor de este canto, entonado por un coro tan colosal de 144.000 voces, lo compara San Juan al fragor de una inmensa masa de agua al caer o al estrépito aterrador e impresionante de una terrible tempestad de truenos. Este inmenso himno de alabanza a Dios y al Cordero se contrapone al acto de adoración y reconocimiento de la Bestia por sus seguidores7.
Los 144.000 elegidos que entonaban el cántico son
los que fueron rescatados de la tierra (v.3), es decir, de entre los hombres. La
tierra aquí tiene el mismo sentido que
mundo en el cuarto evangelio, tomado en sentido peyorativo. Fueron rescatados por la sangre del Cordero, y ahora reinan con Cristo en el cielo. Nos parece más en conformidad con el resto del Apocalipsis ver en este coro colosal no un grupo selecto de entre los elegidos 8, sino el símbolo de todos los bienaventurados que alaban a Dios en el cielo. Sólo esos 144.000
podían aprender el cántico, porque, como dice Bossuet, es necesario experimentar la felicidad de los santos para comprenderla. Forman, pues, la porción escogida de la Iglesia desde sus orígenes hasta el fin. Por eso están más unidos al Cordero y
lo siguen adondequiera que va (v.4); es decir, que imitan en todo su vida totalmente consagrada a cumplir la voluntad de su Padre. Son
vírgenes, porque
no se mancharon con mujeres. Esta
virginidad es entendida por muchos autores en sentido físico de integridad corporal. Estos 144.000 vírgenes constituirían un grupo selecto en el cielo de los que habían logrado mantenerse libres de todo pecado de índole sexual 9. Sabido es cuan apreciada fue la virginidad desde los comienzos de la Iglesia. San Pablo considera el estado de virginidad como superior a la vida matrimonial 10. Sin embargo, esta interpretación choca con ciertas dificultades: si se toma el texto demasiado literalmente, habría que excluir a la mujeres de ese grupo de almas vírgenes. Además, en el siglo i del que habla principalmente San Juan no sería posible encontrar 144.000 vírgenes, o sea cristianos que hubieran guardado el estado de virginidad por motivos estrictamente religiosos. A nosotros nos parece más probable ver, en esos 144.000 vírgenes, representados a todos aquellos que se mantuvieron alejados del culto pagano, que en la Sagrada Escritura es considerado como una prostitución y un adulterio contra Dios. Son los que se abstuvieron totalmente del culto idolátrico y de la contaminación pagana. Sus obras y su doctrina se habrían conservado en una perfecta pureza, sin dejarse arrastrar por las insinuaciones de los falsos profetas y doctores, auxiliares del Dragón y de la Bestia n. Por esta razón se dice que no
se mancharon en cuanto que lograron una perfección espiritual y religiosa sin tacha alguna 12.
El Cordero, a quien siguen los elegidos, es al mismo tiempo su pastor. Jesús les precede, llevando su cruz hasta el Calvario, y ellos caminan en pos de El, llevando también cada uno su cruz. Rescatados de entre los hombres cautivos del pecado por el precio de la sangre del Cordero, constituyen
las primicias de la masa de los redimidos ofrendadas a Dios y al Cordero. La Ley de Moisés prescribía la ofrenda de las primicias de los frutos de la tierra 13. Estas primicias, por ser los primeros frutos, eran, naturalmente, considerados como lo más excelente, y por eso eran ofrecidos a Dios 14. Pues tales son los que forman esa multitud de almas escogidas de entre la masa de los seres humanos. De ellos se dice que
en su boca no se halló mentira (v.5), porque su vida se ajusta plenamente a la verdad revelada tanto en la doctrina como en las obras 15. Por este motivo son inmaculados y exentos de toda mancha de pecado. La
mentira aquí no significa falta de sinceridad en las relaciones sociales con el prójimo, sino, sobre todo, designa
la idolatría. Para el autor del Apocalipsis la mentira está absolutamente excluida de la nueva Jerusalén 16.
Tres ángeles Anuncian la Hora del Juicio,Rev_14:6-13.
Antes de empezar a describirnos la guerra de las Bestias con el Cordero, San Juan nos presenta una serie de visiones. Tres ángeles anuncian, uno después de otro, el juicio (
Rev_14:6-7), la destrucción de Babilonia (Roma) (
Rev_14:8) y el castigo de los adoradores de la Bestia (
Rev_14:9-14). Estos castigos marcarán el tiempo de reposo para los que moran en el Señor (
Rev_14:12-13). Después vendrá el exterminio de todas las naciones paganas (
Rev_14:14-20). La proclamación de los tres ángeles y el anuncio de la felicidad de los santos corresponden bastante estrechamente a la proclamación de los cuatro jinetes de 6,i-8 y a la alegría triunfante de los mártires en 6:9-11.
6
Vi otro ángel que volaba por medio del cielo y tenía un evangelio eterno para pregonarlo a los moradores de la tierra y a toda nación, tribu, lengua y pueblo, 7
diciendo a grandes voces: Temed a Dios y dadle gloría, porque llegó la hora de su juicio, y adorad al que ha hecho el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas. 8
Un segundo ángel siguió, diciendo: Cayó, cayó Babilonia la grande, que a todas las naciones dio a beber del vino del furor de su fornicación. 9
Un tercer ángel los siguió, diciendo con voz fuerte: Si alguno adora la Bestia y su imagen y recibe su marca en la frente o en la mano, 10
éste beberá del vino del furor de Dios, que ha sido derramado sin mezcla en la copa de su ira, y será atormentado con el fuego y el azufre delante de los santos ángeles y delante del Cordero, 11
y el humo de su tormento subirá por los siglos de los siglos, y no tendrán reposo día y noche aquellos que adoren a la Bestia y a su imagen y los que reciban la marca de su nombre. 12
Aquí está la paciencia de los santos, aquellos que guardan los preceptos de Dios y la fe de Jesús. 13
Oí una voz del cielo que decía: Escribe: Bienaventurados los que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, para que descansen de sus trabajos, pues sus obras los siguen. San Juan vio
otro ángel que volaba por medio del cielo (v.6). Es un poco extraña esta frase, otro
ángel, después del cuadro precedente en que se habla del Cordero y de su corte. Tal vez sea efecto de una concatenación un tanto imperfecta del Apocalipsis 17. El vidente de Patmos, después de hablarnos del triunfo de los elegidos, vuelve a insistir sobre los juicios punitivos de Dios contra los malvados. El ángel que ve Juan vuela por lo más alto del firmamento, como el águila de
Rev_8:13. Quiere que todos los hombres del mundo oigan bien el mensaje que les va a transmitir. El vidente descubre que el ángel trae en sus manos un
evangelio eterno. Es la buena nueva de la salvación que viene a comunicar a los hombres. Se le llama
evangelio eterno porque es un mensaje eterno e inmutable. Es el Evangelio mismo de Cristo, que no cambia. Lo contrario sucede con la Ley de Moisés, que sí cambia. No se trata, por consiguiente, de un Evangelio nuevo, más perfecto que el de Jesucristo, ni del Evangelio de los tiempos futuros, como pensaba Orígenes, sino que es sencillamente el Evangelio inmutable de Cristo 18. El ángel va a pregonarlo a todos los moradores de la tierra, sin distinción de
tribus, lenguas o
naciones, para que conozcan los designios de Dios concernientes a la suerte final del mundo 19. Y para que
adoren al verdadero Dios (v.7), apartándose al mismo tiempo de la Bestia, bajo cualquier forma que se presente. Los paganos son invitados a convertirse al verdadero Dios y a abandonar sus ídolos antes de que llegue el gran día de la cólera o del
juicio divino 20 que se ha de abatir sobre Babilonia (Roma) y sobre la Bestia.
El contenido del mensaje del evangelio eterno era:
Temed a Dios y dadle gloria. Temer a Dios, en lenguaje bíblico, es igual que servirle sinceramente y cumplir con exactitud sus preceptos. Se
da gloria a Dios cuando se hace en todo la voluntad divina, de manera que la vida resulte una especie de cántico continuo de alabanza. Este continuo homenaje del alma fiel ha de ir dirigido no a los ídolos, sino al
Creador del cielo, de la tierra, del mar y de las fuentes de aguas. La imagen del ángel anunciando el juicio próximo e invitando al arrepentimiento y a la conversión es un hermoso símil que se puede aplicar a los predicadores del Evangelio. A San Vicente Ferrer se le suele representar como al ángel del Apocalipsis, diciendo a todos los hombres:
Temed a Dios y dadle gloria. A este primer ángel siguen otros dos, cuya misión es declarar la justicia divina contra los adoradores de los ídolos. El segundo ángel es el anunciador de catástrofes temporales y políticas de los perseguidores de Dios, representados todos ellos bajo la figura de Babilonia (Roma). El ángel grita con voz fuerte, anunciando el juicio de Dios sobre Babilonia. Se trata de la realización de un juicio que va a ser ejecutado dentro de breve tiempo. El ángel habla en perfecto profético, como para expresar la seguridad y la certeza que tiene de la caída de la gran ciudad, perseguidora de la Iglesia y causa de los males religiosos que aquejaban a la humanidad.
Babilonia es la Roma pagana, que arrastra a la idolatría a las demás naciones y persigue de muerte a los que abominan de ella. Los cristianos, a los que va dirigido el Apocalipsis, debían de tener cierta familiaridad con este nombre simbólico de Babilonia, que designa ciertamente Roma, como se ve por los capítulo 17-18. Era una designación bastante corriente en los ambientes judíos y cristianos del siglo I 21. Este simbolismo estaba sólidamente asentado en el Antiguo Testamento, en donde abundan las amenazas contra Babilonia 22. Se la llama la ciudad grande por su magnitud, su cultura y su influencia en el mundo antiguo 23. El profeta Jeremías considera a Babilonia como el centro de la idolatría y como la enemiga acérrima de Jerusalén, la capital de los creyentes 24. En nuestro texto del Apocalipsis se aplica a Roma, capital de la primera Bestia 25, lo que en los profetas se decía de Babilonia antigua.
La caída de Roma la nueva Babilonia será descrita en los capítulos 17-18. La expresión que emplea el segundo ángel:
Cayó, cayó Babilonia la grande (v.8), está tomada del libro de Isaías, en donde el profeta dice: Llegan tropeles de gentes, caballos de dos en dos, se alza una voz y dice: ¡Cayó, cayó Babilonia! Todas las imágenes de sus dioses yacen por tierra destrozadas. ¡Oh pueblo mío, pisado, trillado como la mies! lo que he oído de parte de Yahvé Sebaot, Dios de Israel, yo te lo hago saber 26. Babilonia es considerada por los profetas como un cúmulo de las más grandes abominaciones. Roma le ha sucedido en esto, pues ha corrompido al mundo, sembrando por doquier con enorme frenesí la idolatría, es decir,
la fornicación, en lenguaje bíblico. Al arrastrar a todas las naciones a la idolatría, Roma las ha entregado al furor de la cólera divina. El
vino de la ira 21, que Roma ha dado a beber a las demás naciones, significa la embriaguez sensual de sus libertinajes. La fornicación o prostitución espiritual obra como narcótico sobre los habitantes de Roma, que se entregan a toda clase de desenfrenos. Dios permite esto como castigo de la perversión religiosa a la que se habían entregado los adoradores de la Bestia28. En
Rev_17:4, la Roma pagana es presentada como una mujer que lleva en su mano la copa embriagante de los cultos paganos y de las abominaciones morales con las que ha emborrachado a los pueblos que le estaban sometidos.
Un tercer ángel clama con fuerte voz, diciendo: Si
alguno adora la Bestia y su imagen, o recibe la señal de la Bestia, confesándose por suyo,
ese tal beberá del vino del furor de Dios (v.4-10), es decir, recibirá su retribución merecida. Beber del vino fuerte de la ira divina, sin rebajarlo con el agua de la misericordia, equivale a emborrachar con el terrible castigo merecido por la fornicación embriagante del culto imperial 29. El vino puro, sin mezcla alguna de agua y miel, que usaban los antiguos, y que embriagaba a los que lo tomaban, es una imagen bíblica para designar los castigos de Dios 30. En este sentido decía el profeta Jeremías: Así me dijo Yahvé, Dios de Israel: Toma de mi mano esta copa de espumoso vino y házselo beber a todos los pueblos a los que yo te he enviado. Que beban, que se tambaleen, que enloquezcan ante la espada que yo arrojaré en medio de ellos. Y tomé la copa de la mano de Yahvé, y la di a beber a todos los pueblos contra los cuales me envió Yahvé. 31
¿Cuál es el castigo divino que se anuncia bajo la imagen del vino del furor de Dios? En nuestro pasaje del Apocalipsis, el castigo divino es
el fuego eterno que atormentará a los adoradores de la Bestia. El lugar en que serán atormentados por toda la eternidad es el estanque de
fuego y azufre 32. Esta imagen, que se hizo familiar en la teología judía para significar los tormentos de la
gehenna, se inspira en el castigo que sufrieron Sodoma y Comorra 33. También constituye un rasgo claramente judío la idea de que los reprobos habían de sufrir el castigo en presencia de los que habían despreciado y perseguido 34, para mayor confusión de los atormentados. El
Libro de Henoc, por ejemplo, dice a este respecto: Yo los entregaré (a los reyes y poderosos) en manos de mi Elegido; como la paja en el fuego, así arderán ellos ante la faz de los santos, y como se sumerge en el agua, así se hundirán ellos delante de la faz de los justos, y ninguna traza de ellos será en adelante encontrada. 35 Pero todavía resultará más espantoso para los adoradores de la Bestia el ser atormentados en presencia del Cordero, su redentor.
El tormento con fuego y azufre es una imagen empleada frecuentemente en la Biblia para significar un fuego muy intenso y más atormentador que el fuego ordinario. En el salmo u,6 se dice que Dios lloverá sobre los impíos carbones encendidos; y que el fuego, y el azufre y un torbellino huracanado será la porción de su cáliz. Isaías amenaza a Asur con una hoguera que el soplo del Señor va a encender como torrente de azufre 36. Ezequiel dice que Dios enviará sobre Gog, entre otras cosas, fuego y azufre 37. Y el vidente de Patmos, hablando del fin de la Bestia, afirma que será arrojada al lago de fuego que arde con azufre. 38 La misma suerte está reservada al diablo 39 y a todos los impíos40. Este castigo no tendrá fin ni
reposo, pues
durará por los siglos de los siglos y sin interrupción noche y día 41. Un tal castigo escatológico por el fuego se encuentra ya expresado en
Isa_66:24, Que a su vez parece haber inspirado al autor del
Eco_7:16-17 (LXX). Los apócrifos desarrollan a su antojo la idea de
Isa_66:24, enriqueciéndola con nuevos rasgos. La amenaza de la destrucción de Babilonia (Roma) era un castigo temporal, pero ahora el castigo ya es eterno, pues recae sobre los individuos. El v.11 enseña bastante claramente la eternidad de las penas del infierno.
Contrastando con el terrible castigo que han de sufrir los adoradores de la Bestia, San Juan promete a los fieles la bienaventuranza eterna (v.12-13). El vidente de Patmos dirige a los cristianos que se han mantenido fieles una especie de advertencia o reflexión, que constituye una repetición
Deu_13:10. Los santos, es decir, aquellos que
guardan los preceptos de Dios y la fe, que tiene por objeto a Jesucristo (v.12), han de acostumbrarse a sufrir los padecimientos temporales para evitar los eternos (Bossuet). La existencia de los cristianos en este mundo discurre en una continua lucha por su fe en medio de un mundo adverso. Sólo el que permanezca fiel a la fe de Cristo obtendrá la victoria final. A la vista del fin que aguarda a los impíos, los fieles deben sentirse alentados y mantenerse firmes en la observancia de los preceptos divinos y en la fidelidad a Dios, aunque para ello tengan que soportar las más graves pruebas. Sabido es que, según San Pablo42, la paciencia se perfecciona con la tribulación. Además,
la paciencia de los santos es fortificada por la certeza de la ruina de sus perseguidores.
A esta amonestación de San Juan responde una voz del cielo, que dice:
Bienaventurados los que mueren en el Señor (í.13). Es la segunda
bienaventuranza que encontramos en el Apocalipsis, de las siete que contiene 43. La voz que oye Juan parece ser la del Espíritu Santo, ya que se refiere a Cristo en tercera persona,
en el Señor, y se habla expresamente del
Espíritu, que es el que manda a San Juan escribir. La voz del Espíritu declara
bienaventurados a los que mueren en comunión con Cristo 44. El autor sagrado no se refiere únicamente a los mártires, es decir, a los que mueren por el Señor, sino a todos los cristianos que mueren en el Señor, es a saber: unidos a El por la fe y el amor. La muerte corporal, que para los impíos es el comienzo de la muerte segunda en el lago de fuego y azufre 45, para los fieles de Cristo es el comienzo del descanso de sus trabajos, porque sus obras les acompañan y Dios se las premiará abundantemente. Por eso, los cristianos muertos en el Señor podrán gozar del descanso y de la bienaventuranza eternos antes del día de la parusía:
ya desde ahora, Üôô'Üñôé, como dice el texto griego46. Es la misma doctrina que enseña San Pablo en Fu 1:23. Con esta esperanza no hay duda que los fieles se sentirían fortalecidos para soportar las persecuciones con paciencia y fe operante. Y, al mismo tiempo, comprenderían mejor la triste suerte de los infieles, de quienes dice San Pablo que viven sin esperanza. 47
Siega y vendimia simbólicas de los gentiles, 14:14-20.
14
Miré y vi una nube blanca, y sentado sobre la nube a uno semejante a un hijo de hombre, con una corona de oro sobre su cabeza y una hoz en su mano. 15
Salió del templo otro ángel, y gritó con fuerte voz al que estaba sentado sobre la nube: Arroja la hoz y siega, porque es llegada la hora de la siega, porque está seca la mies de la tierra. 16
El que estaba sentado sobre la nube arrojó su hoz sobre la tierra, y la tierra quedó segada. 17
Otro ángel salió del templo que está en el cielo, y tenía también en su mano una hoz afilada. 18
Y salió del altar otro ángel que tenía poder sobre el fuego y clamó con fuerte voz al que tenía la hoz afilada, diciendo: Arroja la hoz afilada y vendimia los racimos de la viña de la tierra, porque sus uvas están maduras. 19
El ángel arrojó su hoz sobre la tierra, y vendimió la viña de la tierra, y echó las uvas en la gran cuba del furor de Dios, 20
y fue pisada la uva fuera de la ciudad, y salió la sangre de la cuba hasta los frenos de los caballos por espacio de mil seiscientos estadios. Los tres primeros ángeles han anunciado como ya hemos visto la suerte futura de Babilonia (Roma), de las dos Bestias y de sus seguidores. También ha sido proclamada la predicación del Evangelio, que asegura la felicidad eterna de los cristianos. Aquí aparecen otros cuatro personajes, que anuncian el juicio y la destrucción de todas las naciones gentiles, con lo que terminará la persecución de los cristianos. Las naciones paganas serán exterminadas porque no han querido escuchar el mensaje divino. Esta catástrofe es descrita bajo las imágenes de una
siega y dé una
vendimia, que son tradicionales en la Biblia para expresar un castigo 48. El autor del Apocalipsis parece inspirarse en
Joe_4:12-13, que emplea simultáneamente ambas imágenes al hablar del gran día de Yahvé. La realización de la profecía de
Rev_14:15-20 será descrita en
Rev_19:11-21.
San Juan nos presenta una nueva visión, en la que aparecen, uno en pos de otro, dos cuadros de significado análogo. El primero se halla inspirado en Daniel49. El vidente de Patmos contempla
una nube blanca, y sobre ella aparece
sentado un ser misterioso,
semejante a un hijo de hombre (v.14). Las nubes movidas por el viento constituyen el vehículo habitual sobre el cual Dios se desplaza en las visiones proféticas 50. Aquí, el que aparece sobre una nube blanca es
Jesucristo, el cual lleva
una corona de oro sobre su cabeza, en señal de victoria, y
una hoz en su mano, como ejecutor de la sentencia divina contra los adoradores de la Bestia. No hay duda que se trata de Cristo, como se ve por el misterio con que se le designa. No tiene nombre y es semejante a un hijo de hombre. Bajo esta forma suele San Juan, como Daniel y, en general, los autores apocalípticos, designar a Dios o a los personajes celestes, para indicar la grandeza de su personalidad, que ningún nombre basta a significar. La expresión
Hijo del hombre es mesiánica tanto en los Evangelios 51 como en el Apocalipsis 52. De donde se sigue que el que está sentado sobre la nube no puede ser un
ángel, sino el mismo
Cristo. Y si recibe la orden de segar de un ángel, esto no significa que sea inferior en dignidad a los ángeles53, sino simplemente que Dios Padre comunica a su Hijo por medio de un ángel el mandato de castigar a las naciones paganas 54. San Juan dice en el cuarto Evangelio que el Padre entregó el juicio a Jesucristo, en cuanto es Hijo del hombre55. Pero si el Padre se lo entrega al Hijo del hombre, es señal de que a El pertenece en propiedad, y que el Hijo del hombre lo tiene por delegación.
El vidente de Patmos contempla a otro ángel que sale del templo, su morada, el cual grita con potente voz al que está sentado en la nube: Arroja la hoz y siega, porque la mies ya está madura (v.15). El que estaba sentado sobre la nube arrojó la hoz y la tierra quedó segada (v.16). El templo de donde procede el ángel parece ser el templo celeste, de donde también sale el ángel que ha de hacer la vendimia (v.17) y los ángeles de las siete copas56. En cuyo caso, el ángel que sale del templo celeste sería uno de los más altos mensajeros de Dios Padre, que transmite a Jesús, Juez de los hombres, en cuanto Mesías, la orden de ejecutar su obra definitiva. Si, por el contrario, el templo es el de Jerusalén, imagen de la Iglesia 57, el sentido será aún más satisfactorio. Se trataría del ángel guardián de los fieles que manifiesta a su Jefe los deseos de su Esposa, cuyos méritos están ya completos 58.
Jesucristo tiene en su mano la
hoz afilada con la cual va a segar la cosecha, que ya está a punto. La
siega de que nos habla el ángel simboliza el juicio. Este mismo sentido es el que tiene en diversos lugares de la Sagrada Escritura 59. Especialmente próximo al nuestro es un texto de Joel, que dice: Que se alcen las gentes y marchen al valle de Josafat, porque allí me sentaré yo a juzgar a todos los pueblos en derredor. Meted la hoz, que está ya madura la mies. Venid, pisad, que está lleno el lagar y se desbordan las cubas, porque es mucha su maldad.60 En estos pasajes se trata del juicio de los enemigos de Dios o del juicio del mundo. Sin embargo, hay otros pasajes en el Nuevo Testamento 61, en los que se habla de la recolección de las almas creyentes e incluso de los elegidos. ¿De quiénes se trata aquí? ¿La siega es un castigo ejecutado sobre los adoradores de la Bestia o una separación del grano bueno y limpio de la paja? Como en el v.16 no se habla para nada de la ira divina, muchos autores creen que la siega de la primera hoz no representa un castigo, sino la recolección de la mies ya madura de los justos 62. Por consiguiente, el sentido de este cuadro sería el mismo de la amonestación precedente. El Señor vendría a recoger a los suyos. Un indicio de esto lo encuentran dichos autores en el color blanco de la nube, que parece indicar no castigo, sino más bien victoria. Sin embargo, el paralelismo con la escena inmediatamente siguiente (v. 17-20) abogaría preferentemente en favor de un castigo, de una plaga que se abatiría sobre buenos y malos.
El acto de arrojar las hoces constituye una de esas acciones simbólicas que se dan con tanta frecuencia en los profetas 63. La doble acción de arrojar las hoces tiene una misma significación.
Después viene un segundo cuadro semejante al primero (v. 17-20). La única diferencia está en que en el primero era el mismo Señor el que hacía la siega, mientras que en el segundo es un ángel el encargado de ejecutarla. Este ángel sale también del templo, que está en el cielo, con una hoz bien afilada, con la cual llevará a efecto la misión punitiva para la que ha sido enviado. Pero ha de esperar la orden divina de ejecutarla. Para comunicársela viene otro ángel, el que está al cuidado del fuego del altar, probablemente el mismo que arrojó las brasas del altar de los perfumes sobre la tierra 64. También podría tratarse del ángel que cuida del fuego del altar de los holocaustos, bajo el cual estaban las almas de los mártires 65, que pedían a Dios justicia. Esta justicia sería la que se dispone a ejecutar ahora el ángel. Las oraciones de los mártires, llevadas por el ángel ante la presencia de Dios, son las que obtienen el exterminio de los pecadores.
A la orden que da el ángel que cuidaba del fuego, el otro ángel
arrojó la hoz y vendimió los racimos de la viña de la tierra (v.18). Es decir, recolectó las uvas que ya estaban maduras, con lo cual quiere significar que la maldad de los hombres había llenado la medida. Por eso se puede proceder ya a su castigo. Y, en efecto, el ángel
vendimió con su podadera
la viña de la tierra y echó sus racimos en el lagar del furor de Dios (v.19). La imagen de la vendimia o del lagar, en donde se pisan las uvas, para significar un castigo divino, es ya empleada por los profetas. Nuestro texto se inspira en
Isa_63:1-6, en donde Yahvé, vencedor de Edom, pisa a los enemigos en su furor: ¿Quién es aquel que avanza enrojecido, con vestidos más rojos que los de un lagarero exclama el profeta , tan magníficamente vestido, avanzando en toda la grandeza de su poder? Soy yo el que habla justicia, el poderoso para salvar. ¿Cómo está, pues, rojo tu vestido y tus ropas como las de los que pisan en el lagar? He pisado en el lagar yo solo y no había conmigo nadie de las gentes. He pisado con furor, he hollado con ira, y su sangre salpicó mis vestiduras y manchó mis ropas. Porque estaba en m1 Corazón el día de la venganza y llegaba el día de la redención. Miré, y no había quien me ayudara, me maravillé de que no hubiera quien me apoyase; y salvóme mi brazo, y me sostuvo mi furor, y aplasté a los pueblos en mi ira, y los pisoteé en mi furor, derramando en la tierra su sangre.66 También el mismo Apocalipsis nos presentará, en el capítulo 19, al Verbo de Dios como caballero victorioso que avanza por medio de sus enemigos con sus vestidos empapados en sangre 67.
El ángel, para expresar la venganza de Dios contra los adoradores de la Bestia, vendimia la viña de la tierra, echa las uvas en el lagar y Zas
pisa fuera de la ciudad (v.20). Los racimos simbolizan la multitud de los impíos, y el vino, su sangre. Es una terrible hecatombe, que traerá consigo el exterminio de los idólatras. La magnitud del desastre se expresa mediante una imagen hiperbólica:
Y desbordó la sangre del lagar hasta los frenos de los caballos por espacio de mil seiscientos estadios. En la literatura apócrifa también se encuentran imágenes parecidas. El
Libro de Henoc, por ejemplo, describiendo la matanza de los pecadores entre ellos mismos, afirma: El caballo avanzará cubierto hasta el pecho en la sangre de los pecadores, y el carro quedará sumergido hasta su parte más alta68. La sangre de los adoradores de la Bestia inundará según el Apocalipsis una extensión de i.600 estadios, alrededor de unos 300 kilómetros, pues el estadio tenía unos 192 metros. La extensión de Palestina desde Tiro hasta Wadi el-Aris es de i .664 estadios, o sea unos 300 kilómetros. De ahí que algunos autores piensen que el autor sagrado quiere incluir toda la Palestina como símbolo de la totalidad del Imperio romano 69. Sin embargo, la cifra 1.600 estadios (=40 X 40) tal vez sea meramente convencional, sin valor aritmético, como sucede ordinariamente en el Apocalipsis. En cuyo caso, el número de estadios designaría una gran extensión, y serviría únicamente para dar una idea más cabal de la magnitud del desastre. La cifra indicada es también múltiplo de 4, número que designa las cuatro partes del mundo y los cuatro vientos, de donde se habían de juntar las naciones paganas para la guerra. En la guerra escatológica todos los pueblos se enfrentarán con Dios.
¿En qué lugar se llevará a cabo este juicio punitivo de los idólatras? Según San Juan, tendrá lugar
fuera de la ciudad (v.20). Pero ¿de qué ciudad se trata? Según
Rev_14:1, el Cordero se hallaba sobre el monte Sión. Luego el juicio sería en los alrededores de Jerusalén. Por otra parte, el profeta Joel70 afirma que el juicio divino tendrá lugar en el valle de Josafat, que se encuentra muy cerca de Jerusalén 71. Y según Zacarías 72 y Ezequiel73, el exterminio de las naciones paganas se llevará a cabo fuera de Jerusalén, en el monte de los Olivos. La literatura apócrifa judía también nos presenta al Mesías sobre el monte Sión juzgando a las naciones 74.
Este sangriento juicio contra los paganos idólatras es un preludio de la gran batalla que será descrita en los capítulos siguientes, y que será ganada por el Verbo 75. Es éste un procedimiento de composición literaria bastante frecuente en el Apocalipsis. Se suele adelantar en una visión esquemática el contenido de toda una revelación que después se irá desarrollando en escenas más amplias, más precisas, que proyectarán nueva luz sobre los hechos descritos.
1
Rev_19:2. 2
Rev_19:8. 3 Miq 4:1-2;
Isa_2:2-3; cf.
Joe_3:5;
Joe_4:17;
Sal_110:2;
Mat_21:4-5;
Rom_11:26. 4 Gf. 4
Esd_13:35-39;
Esd_13:5 Esd_2:42-43;
Apocalipsis de Baruc 40:1-2. El texto del 5
Esd_2:42-43 es muy parecido al del Apocalipsis de San Juan, del cual depende. 5 Gf.
Sal_2:6;
Sal_48:155;
Sal_53:7. 6 Cf. J. Murray, Instrumenta música Sacrae Scripturae: VD 32 (1954) 84-89. 7
Rev_13:4-12. 8 Hay muchos autores que piensan de modo diverso: cf. E. B. Allo, o.c. p.217; M. García Cordero, o.c. p.156. 9 San Agustín, De virginibus 27-29; San Jerónimo, Adv. lovin,
Rev_1:40. Cf. M. García Cordero, ibid. 10
1Co_7:32.34- 11 Siguen esta misma interpretación Alcázar, Bossuet, Calmet, Crampón, Osty, Boismard, Koester, Bezzel, Ragaz y otros. 12 Cf. Hebg,14;
1Pe_1:19. 13 Cf.
Exo_23:19;
Exo_34:26;
Lev_23:10. 14 Cf.
1Co_15:20.23. 15 Es ésta una concepción frecuente en San Juan (
Jua_3:20-21;
1Jn_1:6). 16
Apo_21:8;
1Jn_22:15. Hay muchos autores que identifican los 144.000 vírgenes con los 144.000 marcados con el sello de Dios (
Rev_7:4). A propósito de esto, cf. M. E. Boismard,
Notes sur l'Apocalvpse: RB 59 (1952) 161-172; V. Laridon,
Visio Agnicum Virginibus in monte Sion: Collationes Brugenses 48 (1952) 385-392; P. Miranda,
El Cordero y su Iglesia (Rev_14:1-5): RevBi 15 (1953) 10-15. 17 Cf. Ap 14:15- 18 Cf. Ch. Masson ,
L'évangile éternel de VApocalypse 14:6-7: Homrnage a K. Barth (París 1946). 19 Cf.
Rev_10:5-7. 20 Cf.
Rev_16:14. 21 Cf. Oráculos
sibil. 5:143.159;
Baruc siríaco 67:7;
1Pe_5:13. 22
Isa_21:1-9; Jer 50:1-51:64. 23
Dan_4:27. 24
Jer_51:7-8. 25 Ap 17:1ss. 26
Isa_21:9-10; cf.
Jer_50:2. 27 Cf. Is 51:
Isa_17:22;
Jer_51:7. 28 E. B. Allo, o.c. p.239. 29 Cf. S. Bartina, o.c. p.734. 30
Sal_75:9;
Isa_51:17 31 Jer 25:15 32 Cf.
Rev_19:20 33
Gen_19:24; cf.
Eze_38:22;
Isa_30:33. 34
Sab_5:1-5; cf. J. Bonsirven,
Le Juda'isme palest. I p.; 35 Libro de Henoc 48:9. 36 Is 30:33- 37
Eze_38:22. 38 Ap IQ.20. 39
Rev_20:95. 40
Apo_21:8. 41
Rev_14:11. 42 Rom 5:3.5. 43 Cf.
Rev_1:3;
Rev_14:13;
Rev_16:15;
Rev_19:9;
Rev_20:6;
Rev_22:7.14. VerS. Bartina,
Los macarismos del Nuevo Testamento. Estudio de la forma: EstEcl 34 (1960) 57-88. 44
1Co_15:18;
1Te_4:14. 45
Rev_21:8. 46 La Biblia Nácar-Colunga omite en este lugar, tal vez por un lapsus, la traducción de Üéô* Üñôé =
ya desde ahora, que es exigida por el texto griego. 47
1Te_4:13. 48
Isa_17:5;
Isa_27:12;
Isa_63:355;
Jer_25:155;
Lam_1:15;
Mat_3:12;
Lam_13:30.39;
Mar_4:29. 49
Dan_7:13. 50
Isa_19:1s;
Sal_18:11. 51 Mt 11:19; 16:13;
Mar_2:28;
Mar_10:45;
Luc_6:22;
Luc_7:34;
Luc_9:22;
Luc_12:40;
Luc_19:10. 52
Rev_1:13. 53
Heb_1:5-7;
Rev_3:1. 54 Cf.
Mat_9:38;
Mat_24:36;
Mar_13:32;
Hec_1:7. 55
Jua_5:22.27. 56
Rev_15:6-8. 57
Rev_11:1. 58
Rev_22:17. Cf. E. B. Allo, o.e. p.244 · 59
Isa_18:5;
Jer_51:33;
Mat_13:39. 60
Joe_4:12-13. 61 Mt 3:12; 9:373;
Luc_10:2. 62 Cf.
Mat_13:30-43. 63 Gf.
1Re_11:29-39;
2Re_13:14-19. 64
Rev_8:3-5. 65
Rev_6:9-10. 66
Isa_63:1-6; cf. JU.13. 67
Rev_19:13-15. 68
Libro de Henoc 100:3. 69 Cf. S. Bartina, o.c. 70 Ji 4:2.12. 71 La tradición judía y cristiana suelen identificar el valle de Josafat con el valle del Cedrón, que separa el monte Sión del monte de los Olivos. 72
Zac_14:4. 73
El 238-39. 74 Cf. 4
Esd_13:35-38;
Baruc sir. 40:1-2; Oráculos
sibil 3:663-697. 75
Rev_19:13-15.21.