Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
5. El Festín de Baltasar. La misteriosa escritura en la pared.
Este capítulo es famoso por sus dificultades históricas, pues se dice, entre otras anomalías, que Baltasar era hijo de Nabucodonosor. Por otra parte, aparece un misterioso Darío el Medo, que es muy difícil de compaginar con lo que sabemos de la historia de Babilonia después de ser tomada por las tropas de Ciro. Pero también aquí hemos de pensar más en la finalidad teológica del relato que en las pequeñas contradicciones históricas, que para el hagiógrafo no tienen importancia. En los capítulos anteriores ha querido patentizar cómo la sabiduría y poder de Dios están sobre todos los reyes, aun los más poderosos. Ahora quiere mostrar que el castiga de Dios llega a quienes se han permitido sacrilegios con las cosas más santas, reservadas a Dios.
El banquete de Baltasar (1-4).
1 El rey Baltasar dio un gran banquete a mil de sus príncipes, y con ellos se dio a beber vino. 2 Excitado por el vino, mandó Baltasar que le llevasen los vasos de oro y plata que Nabucodonosor, su padre, había tomado del templo de Jerusalén, y que se sirviesen de ellos para beber el rey y sus príncipes, sus mujeres y sus concubinas. 3 Le trajeron, pues, los vasos de oro que habían sido arrebatados al templo de Dios de Jerusalén, y con ellos bebieron el rey y sus príncipes, sus mujeres y sus concubinas. 4Bebían el vino y alababan a sus dioses de oro y de plata, de hierro y de bronce, de madera y de piedra. La escena tiene lugar, no en tiempos de Nabucodonosor (605-563), sino en tiempos del
rey Baltasar, hijo de Nabónides, el último monarca de la dinastía babilónica, suplantada por la persa. El hagiógrafo da el título de
rey a Baltasar ! aunque propiamente nunca reinó, pero tuvo temporalmente potestades delegadas de su padre. Se dice de él que era hijo de Nabucodonosor, cuando-en realidad lo era de Nabónides. La dificultad puede explicarse fácilmente pensando que el hagiógrafo no pretende dar precisiones históricas, sino que habla de un modo
popular, suponiendo que Baltasar, por el hecho de ser sucesor de Nabucodonosor, sea su hijo, aunque en realidad no sea ni nieto 2.
La escena que nos describe la Biblia es perfectamente verosímil en las cortes despóticas orientales: un banquete a más de mil invitados. Entre éstos estaban también sus esposas, que, según la costumbre babilónica, eran admitidas a estas funciones de alta sociedad. En un momento de euforia, excitado por el vino, el rey mandó traer los vasos sagrados del templo de Jerusalén, que había traído como botín Nabucodonosor cuando tomó la Ciudad Santa. El sacrilegio culminó cuando, al amor del vino bebido en los vasos sagrados, alababan a sus dioses, que el hagiógrafo despectivamente considera como meros objetos de oro.,
madera y piedra.
La escritura misteriosa en la pared (5-12).
5 En aquellos momentos aparecieron los dedos de una mano de hombre que escribían delante del candelero, en el revoco de la pared del palacio real, viendo el rey el extremo de la mano que escribía. 6 Mudó entonces el rey el color, y sus pensamientos le turbaron, se relajaron los músculos de sus lomos, y sus rodillas daban una contra otra. 7 Gritó el rey con una voz muy fuerte que llamasen a los magos, caldeos y adivinos, y habiéndoles, dijo: El que descifre esta escritura y me la interprete será vestido de púrpura, llevará collar de oro al cuello y será el tercero en el gobierno del reino. 8 Entraron todos los sabios del rey, pero ninguno pudo descifrar la escritura ni dar al rey su interpretación. 9 Turbóse sobremanera el rey Baltasar, mudó de color y se consternaron sus príncipes. 10 La reina, llevada del clamoreo del rey y de los príncipes, entró en la sala del banquete y, tomando la palabra, dijo: Vive por siempre, ¡oh rey! que no te turben tus pensamientos ni se demude tu rostro, 11 que hay en tu reino un hombre que tiene en sí el espíritu de los santos dioses, y ya en los tiempos de tu padre, el rey, fue hallada en él una sabiduría semejante a la sabiduría de los dioses, y el rey Nabucodonosor, tu padre, ¡oh rey! le hizo jefe de magos, astrólogos, caldeos y adivinos, 12 porque se halló en Daniel, llamado Baltasar por el rey, un espíritu superior de ciencia e inteligencia, la facultad de interpretar los sueños, de explicar los enigmas, de resolver las dudas. Llama, pues, a Daniel y él te dará la interpretación. Cuando la francachela llegaba a su punto culminante, apareció una mano misteriosa que dibujaba signos enigmáticos en la pared. El rey, sumamente turbado, llamó a los adivinos para que le descifrasen la misteriosa escritura, prometiéndoles las mayores mercedes y ofreciendo al que le dijese el sentido de ella la categoría de príncipe, con sus atributos de vestido de púrpura y collares 3. E incluso le promete darle la categoría de
tercero en el reino, probablemente el tercer puesto después del suyo y el de su padre Nabónides, o bien después del suyo y el de la reina4.
Ante la imposibilidad de interpretar la escritura mostrada por los magos, aparece en escena la
reina (v.10), probablemente la reina madre, esposa de Nabónides, pues la esposa del rey estaba en el banquete. Aquélla se acuerda de que en tiempos de Nabucodonosor hubo un varón de Judá llamado Daniel que resolvió sueños enigmáticos al rey5. Las calificaciones que da a Daniel son similares a las que aparecen en el decreto de Nabucodonosor, que hemos ya estudiado6. Daniel tiene el
espíritu de los dioses santos7, es decir,
un espíritu divino capaz de conocer los mayores secretos y de interpretar los sueños (v.12).
Daniel interpreta la misteriosa escritura (13-31).
13 Fue, pues, introducido Daniel a la presencia del rey, y tomando el rey la palabra, dijo a Daniel: ¿Eres tú Daniel, de los hijos de Judá, a quien el rey, mi padre, trajo de Jerusalén? 14 Me han dicho de ti que tienes el espíritu de los dioses y que hay en ti luz, entendimiento y gran sabiduría. 15 Ahora acaban de traerme sabios y astrólogos para leer esta escritura y darme su interpretación, pero ninguno ha podido explicarme la cosa. 16 He oído de ti que puedes resolver las dudas y aclarar las oscuridades. Si me lees esa escritura y me das su interpretación, llevarás al cuello collar de oro y serás el tercero en el reino 17 Respondió entonces Daniel, diciendo al rey: Sean para ti tus dones, ¡oh rey! y haz a otro tus mercedes. Yo leeré al rey lo escrito y le daré la interpretación. 18 El Dios Altísimo, ¡oh rey! dio a Nabucodonosor, tu padre, el reino, la grandeza, la gloria y la magnificencia. 19 Por la grandeza que le dio, temblaban ante él y le temían todos los pueblos, naciones y lenguas. Mataba a quien quería, y a quien quería daba la vida; engrandecía a quien quería, y a quien quería le humillaba. 20 Mas, cuando su corazón se ensoberbeció y su espíritu se endureció altivo, fue depuesto del trono de su reino y despojado de su gloria. 21 Fue arrojado de entre los hijos de los hombres, se hizo semejante a las bestias y moró con los asnos salvajes. Diéronle a comer hierba como a los bueyes y se empapó su cuerpo del rocío del cielo, hasta que conoció que el Altísimo es dueño del reino de los hombres y pone sobre él a quien le place. 22 Y tú, Baltasar, hijo suyo, sabiendo esto, no has humillado tu corazón. 23 Te has alzado contra el Señor de los cielos, han traído ante ti los vasos de su casa y os habéis servido de ellos para beber vino tú y tus grandes, tus mujeres y tus concubinas; has alabado a dioses de plata y oro, de bronce y de hierro, de madera y de piedra, que ni ven ni entienden, y no has dado gloria al Dios que tiene en sus manos tu vida y es el dueño de todos los caminos. 24 Por eso ha mandado El esa mano que ha trazado esa escritura. 25 La escritura es: Mené, mené, teqel, ufarsin; 26 y ésta es su interpretación: mené, ha contado Dios tu reino y le ha puesto fin; 27 teqel, has sido pesado en la balanza y hallado falto de peso; 28 ufarsin, ha sido roto tu reino y dado a los medos y persas. 29 Mandó entonces Baltasar vestirle de púrpura, y poner a su cuello el collar de oro, y pregonar de él que era el tercero en el reino. 30 Aquella misma noche fue muerto Baltasar, rey de los caldeos, 31 y Darío, rey de Media, se apoderó del reino a los sesenta y dos años. El rey invita a Daniel a que descifre la escritura, reconociendo sus cualidades excepcionales de adivino. Este rechaza sus dádivas, pero está dispuesto a darle la interpretación en nombre de Dios, a quien Baltasar ha ultrajado. Le recuerda antes a éste que Nabucodonosor fue castigado por su insolencia, pero que tuvo lugar para la penitencia. Ahora, en cambio, la sentencia es inexorable, ya que el sacrilegio de los vasos sagrados ha colmado la medida de la cólera divina. La misteriosa escritura es un anuncio de la suerte fatal del reino de Baltasar.
Las palabras misteriosas:
Mené, mené, teqel, ufarsin, según la transcripción aramea del TM, han sido diversamente interpretadas 8. La interpretación más usual es la que toma dichas palabras por participios pasivos. Así, la interpretación es:
mené: contado (de
manah: contar);
teqel: pesado (de
taqal: pesar), y
ufarsin: separado, roto (dejaras: separar). Es la interpretación que da el mismo Daniel (v.26-28). El profeta, en su interpretación, ha jugado con el valor consonantico de las palabras, y ha visto en ellas la suerte del imperio babilónico: ha sido
contado por Dios,
pesado (encontrándose en déficit) y
dividido, para ser entregado a los persas 9.
A fines del siglo pasado ha sido propuesta otra interpretación a base de considerar las palabras como nombres específicos de pesos y medidas con valor numismático. Es decir, que el
mené correspondería a una
mina; el
teqel al
sido (en hebreo
sheqel),
y el
ufarsin sería el plural de
peres, que equivalía a
media mina 10. Así, pues, el sentido sería que cada uno de estos pesos equivaldría a un rey. El
mené o
mina sería Nabucodonosor; el
tequel o
sido sería Baltasar, muy inferior en poderío al primero (el
sido valía 1 160 de la
mina),
y el
ufarsin serían los medos y persas (dos
medias minas).
Esta interpretación es ingeniosa y paga su tributo a la erudición; pero debemos tener en cuenta que el relato sobre la cena de Baltasar es popular, y, por consiguiente, en el juego de palabras se fija el hagiógrafo en el sentido general de las raíces semíticas de las palabras misteriosas. No sabemos la forma en que aparecieron las palabras en la pared; quizá en escritura cuneiforme o en caracteres árameos. Lo importante no era leerlas, sino interpretarlas, y esto es la gran hazaña de Daniel, premiada por Baltasar conforme a su promesa (v.29). De nuevo se pone de relieve el triunfo de Daniel sobre los adivinos paganos, como en el caso de la interpretación del sueño de la estatua.
Nadie puede competir con el Dios de Israel, ni en ciencia ni en poder, y sobre todo nadie puede impunemente ofenderle con actos sacrilegos. Tal es la lección que el hagiógrafo quiere dar a sus lectores. Los hechos confirmaron el triste vaticinio de Daniel, pues aquella misma noche Baltasar fue muerto de modo violento, dejando su reino en manos de los invasores medo-persas, al frente de los cuales está, según la Biblia,
Darío, rey de Media (v.31).
La presencia de este nombre resulta embarazosa para los exegetas. ¿Quién es este misterioso Darío el Medo? En 6:28 aparece mencionado antes de Ciro, y en 11:1 se supone que el primer año de Darío es anterior al tercero de Ciro (10:1). De esto se deduce que el hagiógrafo interpone un imperio medo entre el babilónico y el persa de Ciro. Por otra parte, según los datos históricos extrabíblicos, está fuera de duda que Ciro es el conquistador de Babilonia e inmediato sucesor del imperio babilónico n. Se han hecho varias hipótesis sobre la posible identificación del misterioso Darío el Medo; así, algunos lo identifican con el famoso rey Darío Histaspes, que sucedió a Cambises 12, que hubiera sido
gobernador interino de Babilonia con poderes de virrey. Otros piensan que es el conocido gobernador persa de Babilonia, Gobrías (en los textos cuneiformes
Gubaru), que entró al frente de las tropas persas en la gran metrópoli mesopotámica. Se le ha querido identificar con Cambises, hijo de Ciro; con Astiages, último rey de Media, vencido por Ciro; con Ciáxares, hijo de Astiages.
Lo más fácil es suponer que el compilador del libro de Daniel no tenía ideas muy precisas sobre la historia de Babilonia, y como antes llamó a Baltasar
hijo de Nabucodonosor en sentido amplio, así ahora, recogiendo una tradición confusa y desfigurada, presenta al famoso Darío, rey de Persia, tercer sucesor de Ciro, pero organizador máximo del imperio persa en satrapías 13 y muy familiar a la tradición judía por su intervención a favor de la reconstrucción de Jerusalén, suplantando al imperio babilónico. No olvidemos que el hagiógrafo está preocupado por hacer una apología religiosa, en la que los datos históricos en sus detalles muchas veces son dados de lado, interesándose sólo por los que tienen especial importancia en el aspecto religioso que quiere destacar. Según esto, no debemos urgir demasiado la precisión histórica en la Biblia en detalles que ni le van ni le vienen a la verdad religiosa.
Otro problema que tendremos que solucionar de modo similar es el de las circunstancias de la muerte trágica de Baltasar. Según la Biblia, el sacrilego rey fue muerto
aquella misma noche (v.31). ¿Quiénes.fueron sus asesinos? ¿Los invasores persas? Desde luego no están claras las circunstancias de la entrada de las tropas de Ciro en Babilonia, aunque parece desprenderse de los textos cuneiformes que los conquistadores fueron benignos con los vencidos. No parece que haya habido fuerte lucha por la toma de la ciudad; sin embargo, esto no quita que haya habido encuentros parciales con las tropas invasoras y luchas intestinas dentro de la ciudad, corno suele ocurrir cuando una ciudad es asediada, pues no faltan facciones que quieren abrir las puertas al enemigo, mientras que otras se muestran nacionalistas hasta el último momento.
En el libro de Daniel no se dice expresamente que Baltasar haya muerto a manos de los persas invasores; por otra parte, sabemos por los escritores griegos que en Babilonia hubo orgías y francachelas entre la alta sociedad mientras los persas penetraban en la ciudad 14. Durante una de éstas, bien pudo haber una mano desesperada que diera muerte al que hacía las veces de
rey en ausencia de Nabónides, que estaba en Sippar después de su retiro de Teima. En todo caso, en la tradición judía había una historia sobre el fin trágico del sacrilego rey babilonio, que se transmitía de generación en generación como muestra de la justicia divina vengadora. El compilador del libro de Daniel se hace eco de esta tradición y la presenta como lección religiosa a sus contemporáneos, que vivían bajo la tiranía de otro rey sacrilego, Antíoco IV Epífanes, pues había intentado saquear el templo de Jerusalén.
1 El nombre en asirio es Beíshar-usur (Bel, protege al rey) y aparece como hijo de Nabónides en la llamada Crónica
de Nabónides (
Col_2:18s; en Gressmann, Altor.
Texte 367). 2 Nabónides era usurpador, y no descendía, por la sangre, de Nabucodonosor (605-562 a. C:. He aquí los nombres de los sucesores de Nabucodonosor: Ewilmerodac (562-560), Neriglisar (560-556), Labosordac (Labashi-Marduk, 556) y Nabónides (556-539), padre de Baltasar, último rey de los babilonios. Sobre éste véase Herodoto (I 188). Se ha supuesto-que Nabónides se casó con una hija de Nabucodonosor, y entonces, por la madre, Baltasar sería nieto del gran rey babilonio, y, por tanto, hijo en sentido amplio del lenguaje semítico. Esta madre de Baltasar pudiera ser la
reina-madre, que conoce los detalles sobre Daniel en tiempos de Nabucodonosor (v.10-n). 3 Estos signos de distinción los encontramos en
Est_8:15;
Gen_41:42; cf. Jenofonte,
Anab. I 5:8;
Ciroped. I 3:2;
1Ma_10:20. 4 Se ha sugerido que el término arameo
Talti, equivalente al hebreo
shalshi, sería el paralelo ^del
shalshu asirio, que designa un alto funcionario. En las inscripciones hititas aparece el título
shalish con este mismo sentido. 5 Los que quieren ver en esta
reina a una hija de Nabucodonosor, madre de Nabucodonosor y esposa de Nabónides, recuerdan lo que dice Herodoto de la astucia de Notocris, hija de Nabucodonosor (Herodoto, I 185-87). 6 Cf.
Dan_4:5-6;
Dan_6:3. 7 Los LXX leen un espíritu santo. 8 Los LXX y la Vulgata leen
Mane, Thecel, Phares, suprimiendo el primer
mené que leemos en el arameo. 9 Algún autor ha reparado en la identidad de consonantes en la palabra
par sin y
persas, y, en ese caso, la última palabra aludiría a los invasores, como explica después Daniel. 10 El primero que propuso esta interpretación fue Clermont-Ganneau. Hoy le siguen Linder, Marti, Driver, Bouzy, etc. Véase el libro de éste
Les symboles de ÃAnden Testament P-303-306 (París 1923). 11 Los persas entraron en Babilonia el 16 de
Tishri (octubre); Ciro entró en Babilonia el 3 de
Marjeswan (fines de octubre); y hay una tableta de contrato fechada el 24 de
Mar-jeswan (noviembre) en la que se llama a Ciro rey de Babilonia. 12 El principal documento para conocer la historia de la caída de Babilonia es la llamada
Crónica de Nabónides, según la cual los hechos se desarrollaron según el orden siguiente: el 14 de Tishri (septiembre-octubre), Ciro tomó Sippar sin resistencia. Nabónides huyó, siendo hecho prisionero unos días después. El 16 de Tishri, Gubaru, general de las tropas de Ciro, entra en Babilonia sin resistencia. El 3 de Marjeswan (octubre-noviembre), Ciro entra en Babilonia y declara terminada la guerra, enviando a Nabónides a Carmama. La conquista, pues, de Babilonia fue pacífica. Cf. gressmann,
Altor. Texte 36653; Cilindro
de Ciro lyss. En estos documentos nada se dice de Baltasar. 13
Dan_6:1. 14 Cf. Herodoto, I 191; Jenofonte,
Ciroped. 7:5:155. Véase B. Alfrink,
Der letze Kónig von Babylon: Bi (1928) 187-205.