Se estremecían todos los que oían el griterío de aquella muchedumbre y el estruendo que levantaba al marchar y entrechocar las armas; era, en efecto, un ejército numeroso y fuerte. (I Macabeos 6, 41) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 1998)
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Muerte de antíoco epifanes (6:1-17).
Antíoco en Elimaida (6:1-4).
1 Atravesaba el rey Antíoco las regiones altas de Persia cuando tuvo noticia de que en Elimaida, en Persia, había una ciudad célebre por su riqueza de plata y oro. 2 Había en ella un templo extraordinariamente rico, en el cual se guardaban armaduras de oro, corazas y armas que había dejado allí Alejandro el de Filipo, rey de Macedonia, el primero que reinó sobre los griegos. 3 Llegado a ella, intentó apoderarse de la ciudad, pero no pudo, porque, conocidos sus propósitos en la ciudad, 4 le resistieron con las armas, viéndose forzado a retirarse huyendo, para volverse con gran pena a Babilonia.
Dijo el autor sagrado que partió Antíoco de Antioquía el año seléucida 147 y que, atravesando el Eufrates, dirigióse hacia las regiones altas (3:37). Antíoco conoció en su campaña éxitos y de-r rotas. Pero las guerras habían agotado todavía más las cajas de caudales. Había ido a Oriente en busca de dinero (3:31), y regresaba más pobre. Pensó entonces solucionar su problema económico con el asalto de un templo extraordinariamente rico de la provincia de Elimaida. Calculaba él que tendría más suerte que su padre al intentar el saqueo del templo de Bel. Por el texto griego aparece que se considera a Elimaida como ciudad, cuando en realidad se daba este nombre a una región montañosa del Elam. Pudo ser que el traductor interpretara mal la palabra medinah, provincia, dándole el sentido de ciudad. A partir de Ciro se empleaba la palabra Persia para designar no solamente la región de Elam, sino también la totalidad del imperio de los aqueménides, particularmente la región adyacente del golfo Pérsico l.
Malas noticias de occidente (6:5-7).
5 En Persia le alcanzó un correo, que le dio a saber cómo los ejércitos enviados a tierra de Judea habían sido derrotados; que Lisias había ido contra ella 6 con un ejército fuerte si los hay y había huido ante los judíos, que se habían hecho muy fuertes en armas y soldados con el botín grande que habían cogido a los ejércitos por ellos vencidos; 7 que habían destruido la abominación levantada por él sobre el altar de Jerusalén y habían cercado de altos muros el santuario, como antes estaba, y la ciudad de Betsur.
Al revés sufrido en su intento de apoderarse de los tesoros de un templo de Elam se añade la noticia de una retahíla de fracasos de las tropas sirias en Palestina (4:21-61). Es probable que estas noticias las recibiera Antíoco a medida que se iban desarrollando los acontecimientos. Es significativo, para conocer el estilo narrativo del autor, escuchar de boca de un pagano la expresión de que Judas y los judíos habían destruido la abominación levantada por él sobre el altar de Jerusalén.
Últimos momentos de Antíoco (6:8-13).
8 Cuando recibió estas noticias quedó aterrado e intensamente conmovido; tanto, que cayó en el lecho enfermo de tristeza al ver que los sucesos no habían correspondido a sus deseos. 9 Pasó allí muchos días, porque la tristeza se renovaba sin cesar, y hasta creyó morir. 10 Haciendo llamar a sus amigos, les dijo: Huye de mis ojos el sueño y mi corazón desfallece por la preocupación, 11 pensando en qué tribulación y tempestad me hallo yo, tan bueno, tan amado por mi suave gobierno. 12 Pero ahora me acuerdo de los males que hice en Jerusalén, de los utensilios de oro y plata que de allí tomé, de los habitantes de Judea que sin causa exterminé. 13 Ahora reconozco que por esto me han sobrevenido tantas calamidades y que de mi gran tristeza moriré en tierra extraña.
¿Dónde alcanzó el correo a Antíoco Epifanes? Según 2Ma_9:3, se hallaba el rey en Ecbatana. Es posible que un copista inadvertidamente escribiera este nombre en vez de Ispadana, en el territorio de Gabiene. Las noticias adversas que había recibido contribuyeron decididamente a quebrantar la salud y la moral del rey, tanto que, aterrado e intensamente conmovido, cayó en el lecho (2Ma_1:5-6), para no levantarse más. De la extraña enfermedad que aquejó a Antíoco escribe Polibio que el rey volvióse loco, según dicen algunos, a causa de ciertas manifestaciones de la cólera divina. En 2Ma_9:1ss se describe su repugnante enfermedad. Es evidente que la descripción de la misma hecha por Jasón de Cirene no es más que una inocente venganza del escritor. Con expresiones de colorido bíblico dice Antíoco en nuestro texto que huye el sueño de él (Gen_31:40), que su corazón desfallece por la preocupación (1Sa_17:32). Trata de paliar sus desventuras con el recuerdo de la popularidad de que gozaba entre los suyos a causa de la suavidad de sus métodos de gobierno. Pero encuentra una mancha en su pasado: los males que ha causado a Jerusalén y al templo. Según Flavio Josefo 2, la causa de su muerte debe buscarse en el saqueo sacrilego del templo de Jerusalén. Es el mismo rey el que achaca a estos hechos sacrilegos el origen de tantas calamidades que le aquejan (v.13). El Dios de los judíos le ha castigado. ¿Por qué no culpa, en parte, de estos males a los dioses y diosas del templo de Elimaida, que intentó desvalijar? Porque, a los ojos del autor sagrado, los dioses paganos no existen en realidad; como el Salmista podría decir que tienen ojos y no ven, oídos y no oyen (Sal_115:5; Sal_115:135 :I6).
A la enfermedad se añade el castigo de tener que morir en tierra extraña. Tabe, donde murió, según testimonio de Polibio, formaba parte del imperio seléucida, en el extremo oriental del mismo. El autor sagrado escribe, no sin una gran dosis de ironía, que en las puertas de la muerte tuvo que confesar Antíoco su derrota vencido por el Dios cuyo templo saqueó. Si fue bueno para sus subditos paganos, no pudo mostrarse más déspota para con los judíos, a quienes quiso arrebatar su fe.
Testamento y muerte del rey (Sal_6:14-17).
14 Y llamando a Filipo, uno de sus amigos, le instituyó por regente de todo el reino, 15 entregándole la diadema, el manto real y el anillo, y encargándole la tutela y educación de Antíoco, su hijo, hasta ponerlo en el trono. l6 Murió Antíoco allí el año 149. 17 Al saber Lisias la muerte del rey, entronizó en lugar del padre a Antíoco, su hijo, a quien de joven había educado, y le apellidó Eupator.
La muerte se adueñaba del enfermo. Antes de expirar llamó a Filipo, encomendándole la tutela y educación de su hijo. Es posible que el monarca moribundo desconfiara de Lisias, a quien había hecho antes idéntico encargo (Sal_3:33), por las graves derrotas que habían sufrido sus tropas en Judea. Pronto Filipo perderá los derechos de tutela sobre el joven monarca. La muerte sobrevino durante el verano del año 163 antes de Jesucristo, correspondiente al 149 de la era griega. La noticia de su muerte se esparció como reguero de pólvora, llegando a oídos de Lisias, quien, prescindiendo de la última voluntad del rey, y conforme a lo que le manifestó éste antes de emprender su campaña oriental (Sal_3:33), entronizó al hijo de Epifanes, Antíoco V Eupator (163-162). Afirma Appiano 3 que Antíoco Epifanes murió dejando un niño de nueve años, que los sirios llamaron Eupator a causa de la bondad y virtudes de su padre. Lisias, añade, fue el tutor del niño. Cree Bévenot que la noticia de Eusebio4, según la cual contaba Eupator catorce años de edad cuando sucedió a su padre, es más conforme a la realidad. El mencionado autor se basa en que el joven monarca intervino personalmente en el ataque de Betsur y de Jerusalén (v.31). Con el reino, dice Flavio Josefo 5, heredó de su padre el odio contra el pueblo judío.
Judas ataca la ciudadela (Sal_6:18-20).
18 Los de la ciudadela tenían a Israel asediado en el santuario, molestándoles de continuo y apoyando la causa de los gentiles, i9 Judas resolvió quitarlos de en medio, y para ello convocó a todo el pueblo para cercarlos en forma. 20 Concentradas las tropas, pusieron el cerco el año 150 y construyeron ballestas y máquinas.
También la noticia de la muerte de Antíoco llegó a Jerusalén, queriendo Judas aprovechar aquel interregno para eliminar el principal obstáculo para el culto en el templo de Jerusalén. Debió también Judas calcular que el nombramiento de dos regentes traería división en el ejército, ocasión que podría aprovechar él para resolver el problema de la ciudadela que el difunto rey había establecido en el corazón del judaismo (Sal_1:35-37). Empezó el cerco el año 150, o sea, el 162 antes de Jesucristo, utilizando Judas máquinas de guerra, al estilo de los grandes ejércitos.
Fugitivos de la ciudadela en Antioquía (Sal_6:21-27).
21 Pero algunos de los sitiados salieron, y, juntándose con ellos otros de los impíos de Israel, se dirigieron al rey en queja, diciendo: ¿Cuándo será que hagas justicia y defiendas a nuestros hermanos? 22 Nosotros con gusto nos hemos sometido a tu padre y obedecimos sus decretos, viviendo según sus disposiciones. 23 Por este motivo nos hemos granjeado la enemistad de nuestros conciudadanos y, 24 lo que es más aún, han matado a todos los nuestros que han caído en sus manos y se han incautado de nuestros bienes.25 Y no sólo contra nosotros han alzado la mano, sino contra tus dominios. 26 Ahora mismo están acampados contra la ciudadela en Jerusalén, con el intento de apoderarse de ella, y han fortificado el templo y la ciudad de Betsur, 27 y si no les tomas la delantera, harán cosas mayores y no podrás dominarlos.
Flavio Josefo añade el detalle de que los fugitivos escaparon de noche de la ciudad, marchándose al campo, donde encontraron algunos judíos apóstatas, con los cuales siguieron camino de Antioquía para informar al rey6. Los encargados de informar al rey eran judíos apóstatas, que expusieron al rey que Judas y los suyos consolidaban sus posiciones de día en día. Si se les deja en paz, no habrá nadie, dentro de poco tiempo, que pueda dominarlos. En 2Ma_13:3 se dice que entre los judíos que se entrevistaron con el rey estaba Menelao.
Antíoco Eupator en Idumea (2Ma_6:28-31).
28 El rey se irritó al oír estas noticias, y convocó a todos sus amigos, a los capitanes de su ejército y de la caballería. 29 Hasta de los otros reinos y de las islas del mar le vinieron tropas mercenarias. 30 Alcanzó el número de sus fuerzas a cien mil hombres de a pie, veinte mil de a caballo y treinta y dos elefantes adiestrados para la guerra; 31 todos los cuales, llegando por la Idumea, acamparon enfrente de Betsur y la combatieron por largo tiempo con máquinas; pero los cercados hicieron una salida, y, luchando valientemente, les prendieron fuego.
Seguramente que en la audiencia estaba presente Lisias (2Ma_13:2). En nombre del rey, convocó éste un gran consejo de amigos del monarca fallecido y de oficiales del ejército para reclutar soldados. Es muy probable que haya una hipérbole en el número de los soldados de Lisias. El elefante se usaba corrientemente en el ejército sirio, pero se tendía a prescindir de él. Aun en el supuesto de que el número ingente de soldados fuera una realidad, no es de suponer que todos fueran enviados a Palestina. El itinerario del ejército fue el de siempre: por la costa mediterránea hasta la altura de Azoto o de Gaza, torciendo luego a izquierda, en dirección a Hebrón. Por mucho tiempo Betsur resistió al cerco e infligió graves pérdidas al enemigo, pero comprendió Judas que tal resistencia no podía prolongarse.
Judas abre un nuevo frente de batalla (2Ma_6:32-41).
32 Judas levantó el cerco que tenía puesto a la ciudadela y vino a acampar junto a Betzacaría, enfrente del campamento del rey. 33 Este se levantó de madrugada, y, moviendo el campo a toda prisa, se dirigió por el camino de Betzacaría. Dispuestas las fuerzas para la batalla, dio con las cornetas la señal de atacar. 34 Los elefantes, ante los cuales habían puesto zumo de uvas y de moras para excitarlos a la pelea, 35 fueron distribuidos por las falanges, colocando al lado de cada elefante mil hombres, protegidos con cotas de malla y con yelmos de bronce en la cabeza, y a más quinientos caballos escogidos 36 precedían a la bestia dondequiera que iba y la acompañaban, sin apartarse de ella. 37 Sobre éstas iban montadas fuertes torres de madera, bien protegidas y sujetas al elefante, y en cada una dos o tres nombres valerosos, que combatían desde las torres, y su indio conductor. 38 El resto de la caballería lo colocó a la derecha y a la izquierda, en las dos alas del ejército, para hostigar al enemigo y proteger las falanges. 39 En cuanto el sol comenzó a brillar sobre los escudos de oro y bronce, brillaron los montes con ellos y resplandecían como llamas de fuego. 40 Una gran parte del ejército del rey se desplegó en los montes altos, otra en el llano, y todos iban con paso seguro y buen orden. 41 Los judíos quedaron espantados al oír el estruendo de tal muchedumbre, el marchar de aquella masa y el chocar de sus armas. Era a la verdad un ejército extremadamente grande y poderoso.
Judas tenía cercada la ciudadela de Jerusalén mientras los sirios atacaban Betsur. Al recibir noticias de que la guarnición judía de esta fortaleza veíase desbordada por el enemigo, levantó el cerco de la ciudadela y pensó en abrir otro frente para distraer las fuerzas enemigas en el lugar conocido hoy día por Tell-Zacaría. Un judío llamado Rodoco (2Ma_13:21) reveló al rey los planes militares de Judas. A este nuevo frente de batalla corrió el grueso de las fuerzas de Lisias, con innumerable infantería, caballería y algunos elefantes. Con estos animales pensaban los sirios imponerse a los judíos. Con el fin de enardecerlos para la lucha, poníanles delante jugo de uvas, literalmente sangre de uvas (Gen_49:11; Deu_32:14) y de moras; junto a los mismos había un piquete de infantería y algunos caballos acostumbrados a la lucha. Los testimonios antiguos que cita Bochart7 prueban que el color blanco excita al elefante (abel). La verdadera razón de colocar jugo de uvas ante los elefantes se nos escapa. Cada elefante llevaba una torre de madera, que ocupaban algunos guerreros especializados en el lanzamiento de flechas, además del cornac que conducía al animal.
Judas y sus soldados pudieron contemplar y admirar la disciplina militar y las armas con que estaba equipado el ejército que debía enfrentarse con ellos. No cabe duda que Lisias logró un éxito psicológico sobre la moral de las tropas de Judas Macabeo.
Heroísmo de Eleazar (Deu_6:42-46).
42 Se acercó Judas con el suyo, se trabó la lucha, y cayeron del ejército del rey seiscientos hombres. 43 Eleazar, hijo de Savarán, vio una de las bestias protegidas con coraza regia, que superaba a todas las otras, y, pareciéndole que debía ser la del rey, 44 se propuso salvar a su pueblo y hacerse un nombre eterno. 45 Lleno de valor, corrió por en medio de la falange hacia ella, matando a derecha y a izquierda y haciendo que todos se apartasen de él. 46 Llegado al elefante, se puso debajo de él y le hirió. Cayó el elefante encima de él, y allí mismo murió.
Judas no rehusó el combate. En el primer encuentro cayeron seiscientos soldados del ejército de Lisias; no dice el autor cuántos fueron los muertos de la parte de Judas. La presión del enemigo se hacía sentir cada vez más. Debía de ser crítica la situación al decidirse Eleazar a realizar una hazaña extraordinaria, que o bien podía desbaratar al ejército sirio o terminar con su vida. En contra de lo que él creía, el elefante en cuestión era el proigumeno, o sea el primer elefante, el que aventaja a los otros por su estampa y coraje. Muchos Santos Padres han examinado la moralidad del acto, preguntándose si su hazaña equivale a un suicidio indirecto. San Ambrosio exalta su valor, intrepidez y menosprecio de la muerte de este héroe, que quiso salvar a Israel dando muerte al opresor del mismo 8.
Huida y rendición (Deu_6:47-54).
47 Viendo los judíos la gran fuerza del rey y el empuje de su ejército, se retiraron. 48 El ejército real los persiguió de cerca en dirección a Jerusalén, y acampó contra la Judea y el monte Sión. 49 El rey negoció las paces con los de Betsur, que salieron de la ciudad por no tener ya vituallas para prolongar más la resistencia, pues aquel año era año de reposo para la tierra. 50 Ocupó el rey Betsur y puso guarnición en ella para defenderla. 51 Durante mucho tiempo estuvo acampado contra el santuario, y puso allí ballestas, máquinas y lanzafuegos, catapultas, escorpiones para lanzar dardos y honderos. 52 Los judíos, por su parte, construyeron máquinas contra las máquinas enemigas y lucharon durante muchos días, 53 pero escaseaban los víveres en sus almacenes, por ser el año séptimo, y los que se habían refugiado en Judea huyendo de los gentiles, habían consumido los restos de las reservas, 54 y como el hambre se había apoderado de ellos, dejaron en el santuario una poca gente, y los demás se dispersaron, yendo cada uno a su hogar.
El elefante con la coraza regia había caído muerto, y, sin embargo, la presión del enemigo no cedía, más bien aumentaba de manera amenazadora. El autor sagrado tiende el velo del silencio sobre la honda impresión que causó en la tropa la muerte de Eleazar; pero, al decirnos que los soldados judíos emprendieron la fuga hacia Jerusalén, confiesa veladamente que Judas fue derrotado por el enemigo. Un destacamento de valientes continuaba resistiendo en Betsur, pero pronto debían también entregarse, acuciados por el hambre. Habíase llegado a la carencia de víveres por razón del año sabático y porque los judíos traídos de otras regiones habían consumido las reservas. La tierra, según la Ley mosaica (Exo_23:10-11; Lev_25:2-7; Num_10:32), debía descansar el año séptimo, durante el cual era permitido a los pobres apropiarse de cuanto producían espontáneamente los terrenos baldíos. El año 162 antes de Jesucristo, 150 de la era seléucida, era sabático. Desde septiembre-octubre del año anterior había cesado todo trabajo agrícola en los campos cultivados por judíos tradicionalistas. El rey perdonó la vida de los defensores de Betsur. Dejó allí un destacamento real, con gentes originarias de Siria, de Idumea y judíos apóstatas. Bá-quides la fortificó (Num_9:52), cayendo más tarde en manos de Simón (Num_11:65; Num_14:7-33) 9·
Una vez conquistada la fortaleza de Betsur, atacó Lisias el recinto del templo, empleando para ello gran cantidad de máquinas de asalto. Los defensores del templo fabricaron armas para contrarrestar las de los enemigos. Pero la superioridad de éstos era aplastante. Además, desde la ciudadela controlaban los sirios el área del templo. Ante este panorama, los soldados de Judas huyeron al campo en busca de alimentos y para salvar sus vidas en las dificultades del desierto.
Lisias pacta con Judas (Num_6:55-63).
55 Supo en esto Lisias que Filipo, a quien el rey Antíoco antes de morir había encomendado la crianza de su hijo Antíoco hasta instalarle en el trono, 56 había vuelto de Persia y de Media, y con él las tropas del rey, y que pretendía apoderarse del gobierno del reino. 57 Dióse prisa entonces Lisias a volverse, diciendo al rey, a los generales del ejército y a la tropa: De día en día perdemos fuerzas, escasean las provisiones, y la plaza que combatimos es muy fuerte, y debemos ocuparnos en las cosas del reino. 58 Tendamos, pues, la mano a estos hombres, hagamos las paces con ellos y con todo su pueblo, 59 y convengamos en que vivan según sus leyes, como antes. Precisamente a causa de estas leyes, que nosotros hemos pretendido abrogar, se han irritado y han hecho todo esto. 60 Fue bien acogida la propuesta por el rey y los generales, y enviaron mensajeros de paz a los judíos, que la aceptaron. 61 El rey y los generales les juraron, y en virtud de esto salieron de la fortaleza. 62 Entró el rey en el monte de Sión, y, viendo lo fuerte del sitio, quebrantó el juramento que había hecho y mandó destruir el muro que lo cercaba. 63 Luego se apresuró a partir, y, volviéndose a An-tioquía, halló a Filipo dueño de la ciudad y la atacó, logrando apoderarse de ella por la fuerza.
En un momento crítico intervino la Providencia en favor del pueblo judío. Filipo, que había sido nombrado regente del imperio y tutor de Antíoco V, reemplazando a Lisias, había llegado a Antioquía al frente de sus tropas. La noticia alarmó a Lisias, que temía por su posición dentro del imperio. Entendió Lisias que la política iniciada por Antíoco Epifanes contra Israel no conducía a nada positivo, por lo que juzgó que debía volverse a la situación existente en tiempos de Antíoco III. Propuso al rey, a los generales y a la tropa estos sus puntos de vista, que fueron aprobados unánimemente. Porque, además del peligro de Filipo y de las dificultades militares, existía en Palestina el problema de la manutención del ejército, agravado por el descanso de los campos durante el año sabático. Se hicieron proposiciones de paz con los judíos, que se aceptaron inmediatamente, por encontrarse también ellos en situación precaria. Los Macabeos reconocieron la soberanía seléucida sobre Palestina a cambio de autorizarles a regirse en conformidad a sus leyes religiosas, como antes (v.59). Judas conservará su condición de jefe, subordinado a la autoridad real de Antioquía (2Ma_11:22-26). El rey marchó precipitadamente a la capital del reino, pero antes, como medida de prudencia, abatió el muro que cercaba el monte Sión para quitar a los judíos toda ocasión de atrincherarse de nuevo allí. Los judíos interpretaron aquel acto como violación de la libertad de culto y profanación de un lugar santo, mientras que el jefe sirio lo juzgó como simple medida de seguridad. Antíoco V y su tutor, Lisias, se enfrentaron con las tropas de Filipo en Antioquía, prevaleciendo sobre él. Filipo pudo escapar a Egipto y ponerse bajo el amparo de Tolomeo VI Filo-metor (2Ma_9:29). Supone Flavio Josefo que Antíoco Eupator se apoderó de Filipo, a quien encarceló y mandó matar poco después 10.