Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
5. Corrupción de Jerusalén y Venganza de Yahvé.
De nuevo se describe con caracteres vividos la profunda inmoralidad general de Judá. La corrupción abarca a todas las categorías sociales, desde las altas clases hasta los últimos estratos de la sociedad. Por eso Yahvé se verá obligado a enviar un castigo devastador en forma de invasión extranjera, porque la justicia divina puede transigir con tal estado de cosas ni mostrarse indiferente ante la conculcación sistemática de los principios religiosos y morales más elementales.
Denuncia de la depravación moral (1-6).
1 Recorred las calles de Jerusalén, ved e informaos; buscad por sus plazas a ver si halláis un varón, uno solo, que obre justicia, que busque fidelidad, y le perdonaré. 2 Pero cuando dicen: ¡Viva Yahvé! juran en falso. 3 ¿No es la fidelidad, ¡oh Yahvé! lo que buscan tus ojos? Los has castigado, no se han dolido; los destruíste, pero rehusaron aceptar la corrección; tienen la cara más dura que una piedra, no quieren convertirse. 4 Yo me decía: Sólo la gente baja es insensata y desconoce los caminos de Yahvé, el derecho de su Dios. 5 Voy a dirigirme a los grandes, y les hablaré, porque éstos conocerán los caminos de Yahvé, el derecho de su Dios, pero todos a una han quebrado el yugo, han roto las coyundas. 6 Por eso los herirá el león en la selva, los devastará el lobo del desierto, y el tigre rondará sus ciudades. Cuantos salgan de ellos serán despedazados, porque se han multiplicado sus crímenes y se aumentaron sus apoetasías. La corrupción reinante es tan general, que Yahvé se contentaría con encontrar un solo justo (v.1). Es una frase hiperbólica para destacar
el estado desolador, desde el punto de vista moral y religioso, en que se encuentra la Ciudad Santa. En el relato de
Gen_18:325, Dios exige a Abraham diez justos para perdonar a Sodoma; aquí su generosidad es aún mayor: tal es el amor que profesa hacia el pueblo elegido. Pero la religión de sus habitantes es puramente formalista: juran por Yahvé, diciendo:
¡Viva Yahvé! (v.2), pero no son fieles a sus palabras. Esto es en realidad un insulto a los ojos del mismo Dios (v.3), ya que El, ante todo, busca la
fidelidad, porque no puede avalar falsos juramentos, por ser la misma Verdad. Quizá el profeta aluda con estas palabras, sobre todo, a los engaños contractuales de la vida comercial. En todo caso, esa falsedad de sus corazones
es síntoma de una falta de sentido ético-religioso. Ante esta triste perspectiva, el profeta quiso consolarse, pensando que esta situación de inmoralidad afectaría sólo a la
gente baja del pueblo, que pecaba por ignorancia y desconocía
los caminos de Yahvé (v.4), sus preceptos y su
derecho, o conjunto de exigencias de la alianza sellada en el Sinaí. Pero la decepción no es menor al dirigirse a los
grandes (v.6).
Como clase superior ilustrada, era de esperar conocieran
los caminos de Yahvé (v.5b); pero también éstos se han rebelado contra la Ley del Señor (v.5b). Puesto que han roto el
yugo de su amor, Yahvé, para verse libres en el campo, quedarán expuestos a las incursiones de los animales feroces, que aquí son los soldados babilonios, que caerán salvajemente sobre los judíos:
cuantos salgan de ellas (las ciudades)
serán despedazados (v.6b), y todo ello por la abundancia de sus
crímenes y apostasías (v.6c).
Inmoralidad general entre el pueblo (7-9).
7 ¿Cómo podré perdonarte? Tus hijos se han apartado de mí y juran por aquello que no es dios. 8 Yo los harté, y se dieron a adulterar y se fueron en tropel a la casa de la prostituta. Sementales bien gordos y lascivos, relinchan ante la mujer de su prójimo. 9 ¿No habré de pedirles cuenta de todo esto? Oráculo de Yahvé. De un pueblo como éste, ¿no habré yo de tomar venganza? El estilo ahora es directo, pues habla personalmente Yahvé. Se echa en cara la apostasía general y la idolatría al invocar en sus juramentos a
aquello que no es dios (v.7). A pesar de que Yahvé les colmó de bienes materiales hasta la saciedad (v.8), se entregaron a las prácticas idolátricas (v.8). Y como consecuencia de esta desquiciada conducta religiosa vino la bancarrota moral, manifestada principalmente en la lascivia desenfrenada (v.8b). Las expresiones son fuertes, con realismo oriental 1, pero reflejan bien la situación de la sociedad corrompida. El v.9 es como un
ritornello amargo que aflora varias veces a los labios del profeta 2. La locución
un pueblo como éste (v.9b) tiene en el fondo un dejo despectivo, en contraposición a la frase cariñosa habitual en los labios divinos: mi pueblo 3.
La justicia divina exige reparación, que aquí aparece en forma de venganza contra su pueblo, pero con intención de escarmiento, no como manifestación pasional desordenada.
La venganza divina (10-17).
10 Escalad sus bancales y arrasadlos, sin destruirlos totalmente; arrancad sus sarmientos, pues no son de Yahvé. 11 Porque se ha rebelado contra mí la casa de Israel y la casa de Judá, oráculo de Yahvé. 12 Renegaron de Yahvé, y dijeron: No es El, ni vendrá sobre nosotros ningún mal, no veremos guerra ni hambre. 13 Los profetas son puro flato y no han tenido oráculo de Yahvé. Así les resultaron a ellos. 14 Por eso así habla Yahvé, Dios de los ejércitos: Porque habéis dicho todo esto, mis palabras serán en tu boca fuego, y este pueblo, cual montón de leña, que los abrasará. 15 Contra vosotros voy a traer un pueblo, de lejos un pueblo, ¡oh casa de Israel! oráculo de Yahvé ; un pueblo fuerte, un pueblo de antiguo abolengo, un pueblo cuya lengua desconoces, del que no comprenderás lo que hable. 16 Su aljaba es como sepulcro abierto; todos ellos valerosos, 17 y devorará tus cosechas y tu pan, a tus hijos y a tus hijas. Devorará tus rebaños y tus vacadas, tus viñas y tus higueras; demolerá tus ciudades muradas, en las que confías. Yahvé va a someter a su
heredad a una poda sistemática. Jerusalén es comparada a una
viña con sus
bancales (v.10), que van a ser arrasados por Yahvé, quien invita enfáticamente a los invasores a cumplir su fallo:
arrancad sus sarmientos4; sin embargo, estas expresiones absolutas dejan una puerta abierta a la esperanza:
sin destruirlos totalmente (v.10a). Es la idea del resto de Israel, que se salva a través de todas las vicisitudes históricas5. La razón de esta decisión purificadora de Yahvé es la
rebelión de la
casa de Israel 6, ya que su apostasía general es una constante provocación a la ira vengadora de su Dios ultrajado. Además, al pecado de apostasía han añadido el de presunción, pues se creen seguros porque Yahvé no se preocupa de ellos: No
es El (v.12), e.d., no se interesa por ellos ni interviene en sus asuntos; es la actitud de un ateísmo práctico:
no vendrá sobre nosotros ningún mal, no veremos ni guerra ni hambre (v.12b). Se creen seguros, pues todos los anuncios de castigo no son sino fruto del pesimismo del profeta. Sus palabras son
un puro flato (v.15); e.d., sus vaticinios son lucubraciones aéreas, sin fundamento alguno; pero de ningún modo son expresión de la voluntad divina, que dirige el curso de la historia (v.13). Parece que Jeremías refleja en estas palabras las impresiones de la calle, que llegaban reiteradamente a sus oídos. Pero el decreto divino está dado, y el castigo sobrevendrá necesariamente (v.ßâï). Porque hay un Dios
de los ejércitos (v.14.) omnipotente , la expresión aquí sin duda es buscada intencionadamente para hacer resaltar el poder devastador y justiciero de Yahvé, que va a castigar tantas insolencias y altanerías. Ha llegado
la hora de la manifestación justiciera de Yahvé, el cual va a probar que los
profetas son algo más que
puro flato, ya que son intérpretes verídicos de los
oráculos de Yahvé: mis palabras serán en tu boca fuego, que devorará implacablemente a aquella generación despectiva y despreocupada:
este pueblo (será)
cual montón de leña abrasado por el fuego (v.é/ö), pues los pecados de estas gentes son el mejor combustible para que arda la ira divina, manifestada por la
boca del profeta 7.
Y el instrumento devastador de la justicia divina es un
pueblo fuerte (v.15a), descrito como nación antigua y de lengua extraña 8; son los babilonios, creadores de un imperio antiguo, anterior a los mismos asirios. El profeta insiste en la eficacia bélica de los invasores: su
aljaba es como sepulcro abierto (v.16), porque sus flechas son certeras y sembradoras de muerte 9.
La idolatría, causa de la devastación (18-19).
18 Pero tampoco en aquellos días oráculo de Yahvé os consumiré del todo. 19 Y cuando te pregunten: ¿Por qué ha hecho Yahvé, nuestro Dios, todo esto con nosotros? les dirás: Como os apartasteis de mí y servísteis a dioses extraños en vuestra propia tierra, así habréis de estar sometidos a los extranjeros en tierra no vuestra. De nuevo se declara aquí que la destrucción no será total (v.18), porque Yahvé siempre se reserva un resto en su pueblo para que sea en el futuro el núcleo de restauración nacional. Una de las cosas que más se aprecian en la Sagrada Escritura es que la justicia en Dios va combinada con su misericordia. En el caso concreto de Israel, las promesas mesiánicas eran una garantía de que el pueblo elegido no habría de desaparecer, ya que su historia debía culminar en una etapa definitiva en la que se daría el pleno reinado de Yahvé. Esa es la razón de que en las circunstancias críticas para la nación se salve siempre un grupo de fieles yahvistas, que habrían de ser los verdaderos herederos de las promesas con vistas a la plena manifestación mesiánica.
Después de hacer esta salvedad esperanzadora, el profeta insiste de nuevo sobre la causa del castigo ineludible, e.d., la idolatría y la apostasía general. La argumentación es irónica: han servido a
dioses extraños en la
propia tierra de Palestina heredad de Yahvé , y por eso Yahvé los castiga a que estén
sometidos a extranjeros en tierra extraña (v.19). Es el anuncio explícito del exilio babilónico. Puesto que los israelitas son tan complacientes en introducir
dioses extraños, Yahvé les dará por el gusto en buscar lo extranjero, llevándolos cautivos a tierra extraña.
Rebelión contumaz de Israel (20-25).
20 Predicad esto en la casa de Jacob, pregonadlo en Judá, diciendo: 21Oíd esto, pueblo necio e insensato, que tiene ojos y no ve, tiene oídos y no oye. 22 ¿No me temeréis a mí? oráculo de Yahvé . ¿No temblaréis ante mí, que de arenas he hecho muro para el mar, barrera perpetua que no podrá traspasar; que, aunque se conmueva, no lo logrará, y, aunque se embravezcan sus olas, no podrá atravesarla? 23Pero este pueblo tiene un corazón rebelde y contumaz; se apartaron y desertaron 24 y no se dijeron en su corazón: Temamos a Yahvé, nuestro Dios, que da las lluvias tempranas y las tardías a su tiempo, semanas fijas para la siega guarda para nosotros. 25 Vuestras maldades han trastornado todo esto, vuestros pecados os han robado el bienestar. Yahvé es el Omnipotente, que domina las fuerzas cósmicas como las olas del mar (v.22). El profeta se dirige a la
casa de Jacob, que aquí es Israel como colectividad, abarcando los reinos del norte y del sur. El pueblo israelita es llamado
insensato porque está ciego para no ver la mano justiciera y vengadora de Yahvé, que envía calamidades y privaciones por sus muchos pecados. La omnipotencia de Yahvé se muestra precisamente en el hecho de sujetar el
mar embravecido con una cosa tan liviana y despreciable como las
arenas, que constituyen una
barrera tan sólida, que el mar nunca
podra traspasar. Por eso resulta ridícula la postura rebelde de
este pueblo, que se atreve a desafiar la ira divina; y, por otra parte, es insensato cerrar la puerta de los beneficios que su protección otorga, pues Yahvé es el que
da las lluvias tempranas y las tardías a su tiempo (v.24a). La cosecha de Palestina depende de ese doble ciclo de lluvias, las
tempranas en el otoño, necesarias para la sementera, y las
tardías primaverales, necesarias para favorecer el crecimiento de las espigas antes de la cosecha del estío. Esta, pues, depende de que ambas lluvias lleguen
a su tiempo 10. Y todo ello obedece a un ciclo impuesto por Dios con vistas a la recolección:
semanas fijas para la siega guarda para nosotros (v.24c). Según la Ley, la siega de las cebadas comenzaba al día siguiente de la Pascua, y después la del trigo, que terminaba para Pentecostés; eran siete
semanas, que constituían el
tiempo de la siega, llamado por ello de
las semanas; Pentecostés era llamada fiesta de las semanas11. A esta terminología parece aludir la frase de Jeremías:
semanas fijas para la siega (v.24c). Pero, a pesar de que Dios ha establecido perfectamente los ciclos de lluvias y los
tiempos de la siega, las cosas ahora no vienen así, porque sus
maldades han trastornado todo esto (v.25); Dios, por sus
maldades, los ha castigado, negándoles las lluvias, privándoles del
bienestar que los frutos de las cosechas les debían proporcionar.
Los ricos desaprensivos (26-29).
26 Hay en mi pueblo malvados que acechan como cazadores en emboscada y tienden sus redes para cazar hombres 12. 27 Como se llena de pájaros la jaula, así está llena su casa de rapiñas. Así se han engrandecido, así se han enriquecido, 28 así engordaron y se pusieron lustrosos, y traspasaron mis palabras malvadamente; no juzgaron el derecho del huérfano, y prosperan; no hacen justicia a la causa de los pobres 13. 29¿No habré de pedirles yo cuenta de esto? oráculo de Yahvé . De un pueblo como éste, ¿no habré yo de tomar venganza? Una de las causas de que Yahvé no les envíe las lluvias necesarias es la injusticia social reinante. La clase alta atropella a los de la clase humilde; sobre todo en los tribunales, todo son artilugios para apoderarse de los bienes de los pobres:
acechan como cazadores (v.26). Sus casas abundan en rapiñas como
de pájaros la jaula (v.27), y toda su riqueza es fruto de atropellos y exacciones, ya que traspasan las
palabras o mandatos de Yahvé (v.28).
Profetas y sacerdotes (30-31).
30 Una cosa horrenda y abominable ha acontecido en la tierra: 31 los profetas profetizaron mentira, los enseñan por su propia cuenta14, y mi pueblo gustaba de esto. ¿Qué cosas, pues, habrán de acontecer al fin? El capítulo se cierra con una denuncia alarmante: las clases dirigentes son las primeras en señalar malos caminos al pueblo sencillo 15. La vida de Jeremías ha sido una constante lucha contra los falsos profetas y sacerdotes, que no tenían sino miras humanas interesadas. Halagando las apetencias populares, hacían crear un falso clima de seguridad; por otro lado, los sacerdotes fomentaban los cultos sincretistas, hablando a la vez en nombre de Yahvé y de los
baales. Todo esto se oponía a la obra de restauración religiosa a la que se dedicaba Jeremías.
Los falsos profetas, que por vocación debían dirigir al pueblo, despertando los verdaderos sentimientos religiosos,
profetizaban mentira (v.31); los
sacerdotes, encargados de enseñar la Ley al pueblo, se asocian a los falsos profetas, y el
pueblo los sigue ciegamente, porque les halagaban en su predicación. Ante este inaudito estado de cosas, el profeta se pregunta perplejo: ¿Qué cosas
habrán de acontecer al fin? La ira divina tendrá la palabra para poner fin a tal estado de cosas. 1 Cf.
Eze_16:26;
Eze_23:20. 2 Cf.
Jer_5:29;
Jer_9:9 3 Es significativa aquí la palabra hebrea
goy aplicada a Israel, cuando siempre se aplica a los pueblos
gentiles despectivamente. 4 Cf. Is 5:2s; 18,5. 5 Cf.
Jer_4:27;
Jer_5:18. 6 El texto hebreo añade: y la casa de Judá, que no es necesario, y recarga el ritmo. 7 Cf.
Isa_9:7;
Isa_55:10-11; Sal I47:15- 8 Cf.
Deu_28:49;
Isa_33:19 9
Cf.
Sal_5:10. 10 Cf.
Jer_31:35s;
Jer_33:25s. 11 Cf.
Exo_14:22;
Exo_23:16;
Exo_34:22;
Deu_16:9. 12 El TM es inseguro. 13 También aquí el TM no es seguro, pero el sentido general es claro. 14 Así según la Bit,
de Jér. El TM dice: gobiernan por sus manos. Los LXX y la Vg.: aplauden con sus manos. 15 Cf.
Jer_2:8;
Jer_23:9-40;
Jer_23:20.26-28.