Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
11. Diversos Incidentes en el Camino del Sinai a Cades.
L os relatos sobre estos incidentes contados al vivo parecen proceder de distintas fuentes
.
Descontento del Pueblo (1-9).
1
Aconteció que el pueblo se quejó a oídos de Yahvé, y, al oírlo Yahvé, ardió en ira, y encendió contra ellos un fuego que abrasó una de las alas del campamento. 2
Clamó entonces el pueblo a Moisés, y Moisés oró a Yahvé, y el fuego se apagó; 3
y llamaron a aquel lugar Tabera, porque allí se había encendido contra ellos el fuego de Yahvé. 4
El vulgo adventicio que en medio de ellos habitaba tenía tantas ganas de comer carne, que aun los hijos de Israel se pusieron a llorar y a decir: ¡Quién nos diera carne que comer! 5
¡Cómo nos acordamos de tanto pescado como de balde comíamos en Egipto, de los cohombros, de los melones, de los puerros, de las cebollas, de los ajos! 6
Ahora está al seco nuestro apetito, y no vemos sino el maná. 7
El maná era parecido a la semilla del cilantro y tenía un color como de bedelio. 8
Esparcíase el pueblo para recogerlo, y lo molían en molinos o lo majaban en morteros, y, cociéndolo en una caldera, hacían de él tortas, que tenían un sabor como de pasta amasada con aceite. 9
Cuando de noche caía el rocío sobre el campo, caía también el maná.
El ambiente del pueblo ha cambiado. En las páginas que preceden, el texto pone de relieve la devoción y generosidad del pueblo hacia el santuario de Yahvé; aquí se nos presenta otra vez al pueblo de dura cerviz, constante murmurador contra su líder, aunque el autor sagrado atribuye esto a la influencia de los extraños en el pueblo hebreo. En medio del desierto se acuerdan de la abundancia de viandas de que disfrutaban en Egipto. Nada más natural que el hambriento se vuelva a los tiempos en que comía a saciedad. ¿Quiénes son estos
extraños que inician la rebelión? Lo ignoramos. El texto sagrado hace mención de ellos en diferentes lugares1. Serían gentes que, no encontrándose satisfechos en el valle del Nilo, aprovecharon la escapada de los hebreos para juntarse a ellos y recobrar la libertad de que allí no gozaban2. ¿Qué significa ese
fuego con que Dios abrasó una de las alas del campamento? Lo ignoramos; tal vez alguna descarga eléctrica. El nombre de
Tabera significa
incendio. Aparece mencionado en
Deu_9:22.
Los israelitas y los extranjeros se acuerdan de la comida de Egipto: pescado, cohombros, cebollas, etc., todo lo que constituye la base de la alimentación de los egipcios.3 Y desprecian el
mana. Sobre su naturaleza véase el comentario a
Exo_16:125. No debía de ser una cosa tan exquisita, cuando los israelitas lo desprecian y añoran otras cosas tan vulgares. Esta opinión de los israelitas sobre el maná parece confirmar la hipótesis de que la famosa comida del desierto era algo parecido al
man, secreción de un arbusto de la península arábiga, que preparaban majándolo al mortero (v.8), y aparece por las mañanas como un rocío misterioso (v.9). En
Num_21:5 se dice que los israelitas se quejaban de aquel miserable alimento.4 Los hebreos llevaban consigo rebaños de ovejas, pero sin duda que estas reses no eran suficientes para abastecer normalmente a todos durante tanto tiempo, y por eso tenían que vivir habitualmente de productos miserables de la estepa, que tienen pocos ingredientes nutritivos5.
Queja de Moisés (10-15).
10
Oyó Moisés las lamentaciones del pueblo, que por familias se reunía a las puertas de las tiendas, encendiendo el ardor de la ira de Yahvé; y desagradó a Moisés,11que dijo a Yahvé: ¿Por qué tratas tan mal a tu siervo? ¿Por qué no ha hallado gracia a tus ojos y has echado sobre mí la carga de todo este pueblo? 12
¿Lo he concebido yo o lo he parido para que me digas: Llévale en tu regazo, como lleva la nodriza al niño a quien da de mamar, a la tierra que juraste dar a tus padres? 13
¿Dónde tengo yo carne para alimentar a todo este pueblo? ¿Por qué llora a mí clamando: Danos carne que comer? 14
Yo no puedo soportar solo a este pueblo. Me pesa demasiado. 15
Si así has de hacer conmigo, dame la muerte, te lo ruego; y si es que he hallado gracia a tus ojos, que no me vea ya más así afligido.
Las quejas del pueblo afligen el corazón de Moisés. Pensaba haber realizado una obra grande rescatando a su pueblo de la servidumbre de Egipto, y he aquí que no sólo no lo agradecen, sino que miran esto como una desgracia. Sobre todo, lo que le hubo de herir más fue que con esas quejas desestimaban el favor de Dios, el verdadero Libertador, y además menospreciaban las promesas que les había hecho y hacia las cuales los conducía. Ante esta actitud del pueblo, el ánimo del profeta desfallece, y se queja él también de
la misión ingrata que Dios ha echado sobre sus hombros. No se siente con fuerzas para llevar al pueblo en su regazo como la nodriza al niño. Y esta conciencia de Moisés sobre su flaqueza se aviva tanto más cuanto más crecen la impaciencia del pueblo y sus quejas. Como más tarde Elías, pide a Dios, como una gracia, que le lleve de esta vida si no quiere quitarle la pesada carga6.
Los v.7-9 son continuación lógica del v.6, de forma que parecen reflexiones del hagiógrafo sobre las diversas formas de preparar el maná para que el lector se haga cargo de que los israelitas no tenían razón para sus quejas contra Moisés. Este, por su parte, se siente apesadumbrado por su ingrata misión histórica. En realidad es Dios quien ha concebido y criado al pueblo hebreo7, y, por tanto, a El le pertenece llevarlo en su regazo, y no a Moisés. Descorazonado, pide a Dios le quite la vida si no le presenta mejores perspectivas8.
Respuesta de Yahvé (16-23).
16
Entonces dijo Yahvé a Moisés: Elígeme a setenta varones de los hijos de Israel, de los que tú sabes que son ancianos del pueblo y de sus principales, y tráelos a la puerta del tabernáculo; que esperen allí contigo. 17
Yo descenderé, y contigo hablaré allí, y tomaré del espíritu que hay en ti y lo pondré sobre ellos, para que te ayuden a llevar la carga del pueblo y no la lleves tú solo. 18
Y di al pueblo: Santifícaos para la manaría, y comeréis carne, ya que habéis llorado a Yahvé diciendo: ¡Quién nos diera carne que comer! ¡Mejor ciertamente estábamos en Egipto! 19
No comeréis un día, ni dos, ni cinco, ni diez, ni veinte; 20
la comeréis todo un mes, hasta que se os salga por las narices y os produzca náuseas, por haber menospreciado a Yahvé, que está en medio de vosotros, y haber llorado, diciendo: ¿Por qué hemos salido de Egipto? 21
Moisés le dijo: Seiscientos mil infantes cuenta el pueblo en medio del cual estoy, y me dices: Yo les daré carne, y la comerán todo un mes. 22
¿Bastará para ello degollar todas las ovejas y todos los bueyes? ¿Se juntarán todos los peces del mar para darles abasto? 23
Yahvé replicó a Moisés: ¿Acaso se ha acortado el brazo de Yahvé? Ya verás si es o no es como yo te he dicho.
Dios quiere aliviar la carga de Moisés, y por ello propone que elija
setenta ancianos como auxiliares suyos. En
Exo_18:255 se dice que Moisés, por consejo de Jetro, eligió oficiales de diez, de cincuenta, de ciento y de mil, que formasen una verdadera jerarquía para entender en los asuntos menores del pueblo, reservándose el profeta los de mayor importancia. Esto significaba una gran ayuda, tanto más cuanto que en estos oficiales tenía el líder consejeros hábiles con quien comunicar los problemas graves que ocurriesen. Teniendo éstos, ya no podía quejarse el caudillo de quedarse solo. Estos
ancianos9 aparecen ya varias veces con ocasión de la salida de Egipto10. Ahora parece que se quiere investirlos de nueva autoridad en nombre de Dios, como intendentes (
soterim)
a las órdenes de Moisés. Llamados al santuario, Dios les comunica el
espíritu de Moisés (v.17), que en el v.26 se define como espíritu
profético. La palabra
profecía en la Sagrada Escritura tiene un sentido muy amplio.
Cualquier manifestación carismática del espíritu de Dios puede recibir el nombre de profecía. En este pasaje podemos suponer que se trata del don de
consejo para resolver los conflictos del pueblo y mantenerlo en paz. Participaban, pues, del don del
consejo del líder Moisés. El autor sagrado concibe así la mente de Moisés como una lámpara que transmite luz a otras, si bien en menos cantidad y en dependencia de aquélla. La afirmación, pues, de esta
comunicación de espíritu indica la situación subordinada de los
ancianos respecto del gran profeta-dirigente.
Por otra parte, Yahvé responderá a las quejas del pueblo con un nuevo hecho portentoso. Pero antes deben
santificarse (v.18), es decir, ponerse en estado de pureza ritual, pues Dios los va a visitar. Les va a dar tal cantidad de carne, que habrán de sentir náuseas de ella (v.19). Así, Dios les castigará por haberle despreciado, añorando la estancia en Egipto. Moisés siente cierto escepticismo sobre la promesa divina, ya que son 600.000 los israelitas que están necesitados de comida. Según
Exo_16:13, Dios envió a los hebreos codornices en gran cantidad en el desierto de Sin antes de llegar al Sinaí. Yahvé, por toda respuesta, recuerda el poder de su brazo omnipotente (v.23), que no se ha acortado en poder. Y por eso ha de responder como en otras ocasiones al sacarlos de los dominios del faraón.
Efusión del Espíritu sobre los Setenta Ancianos (24-30).
24
Salió Moisés y transmitió al pueblo lo que había dicho Yahvé; y eligió los setenta varones de entre los ancianos de Israel y los puso en derredor del tabernáculo. 25
Descendió Yahvé en la nube y habló a Moisés; tomó del espíritu que residía en él y lo puso sobre los setenta ancianos; y cuando sobre ellos se posó el espíritu, pusiéronse a profetizar, y no cesaban. 26
Habíanse quedado en el campamento dos de ellos, uno llamado Eldad y otro llamado Medad; y también sobre ellos se posó el espíritu; eran de los nombrados, pero no se presentaron ante el tabernáculo, y se pusieron a profetizar en el campamento. 27
Corrió un mozo a avisar a Moisés, diciendo: Eldad y Medad están profetizando en el campamento. 28
Josué, hijo de Nun, ministro de Moisés desde su juventud, dijo: Mi señor, Moisés, impídeselo. 29
Y Moisés le respondió: ¿Tienes celos por mí? ¡Ojalá que todo el pueblo de Yahvé profetizara y pusiese Yahvé sobre ellos su espíritu! 30
Volvióse Moisés al campamento, y con él los ancianos de Israel.
Moisés salió del tabernáculo, en el que solía tener las comunicaciones de Yahvé11, y reunió a los ancianos y los colocó delante del tabernáculo, sin decir el texto cómo hizo la elección. Y Dios, para investirlos de una misión divina ante el pueblo, descendió en forma de
nube. La descripción es antropomórfica: Dios tomó del
espíritu de Moisés y se lo comunicó a los ancianos (v.25). Y al punto éstos empezaron a
profetizar. Abraham es llamado
profeta12 o amigo de Dios, y María, la hermana de Moisés, es llamada también
profetisa13. Pero el caso de los
ancianos es el primer caso de profetismo
colectivo14. Por eso Amos y Jeremías dirán que los profetas existieron en tiempos de Moisés15. El texto sagrado no concreta en qué consistió la manifestación
profética de los
ancianos; pero podemos suponer que se trata de ciertas manifestaciones de entusiasmo religioso, como discursos enardecidos, cantos sagrados, pulsación de instrumentos músicos estimulantes de estas manifestaciones religiosas16. Así se reanimaba la fe apagada del pueblo. Estas manifestaciones están en consonancia con la mentalidad primitivista del ambiente. De este modo, el pueblo podía comprobar que, en efecto, el
espíritu de Dios se había apoderado de ellos. Y el autor sagrado anota el caso curioso de dos
ancianos elegidos por Moisés que, a pesar de no estar junto al tabernáculo, se pusieron a profetizar (v.27)17. Algunos dieron a conocer el hecho a Moisés, y Josué, su lugarteniente y fiel compañero18, quiere evitar esa manifestación pro/ética, pues la considera en competencia con la que Moisés acaba de provocar ante el tabernáculo19. Moisés, con buen sentido, declara que esto no compromete su autoridad, y dice que bien quisiera que el
espíritu de Yahvé fuera sobre todo el pueblo y que todos se entregaran a manifestaciones proféticas. Joel dirá que en los tiempos mesiánicos habrá una manifestación del
espíritu en todas las capas sociales y en todas las edades20.
San Pedro ve el día de Pentecostés, en la efusión del Espíritu Santo, el cumplimiento de la profecía de Joel21.
Las Codornices (31-34).
31
Vino un viento de Yahvé, trayendo desde el mar codornices, que dejó sobre el campamento, hasta la altura de dos codos sobre la tierra. 32
El pueblo estuvo todo el día, toda la noche y todo el día siguiente recogiendo codornices; el que menos, recogió diez jómer, y las pusieron a secar en los alrededores del campamento. 33
Aún tenían la carne entre sus dientes, antes de que hubiesen podido acabar de comerlas, y encendióse en el pueblo el furor de Yahvé, y Yahvé hirió al pueblo con una plaga; 34
siendo llamado aquel lugar Quibrot-Hat-tawa, porque allí quedó sepultado el pueblo glotón. 35
De Quibrot-Hat-tawa partieron a Jaserot y acamparon allí.
Para satisfacer las quejas del pueblo, que apetecía carne en abundancia, Yahvé hizo venir, como la vez primera22, de la parte del mediodía una gran bandada de codornices, que en la primavera suben del sur en busca de clima más fresco y que, cansadas del largo vuelo, vienen a caer en la península del Sinaí. El salmista idealiza imaginativamente: hizo soplar en el cielo el viento solano, y con su poder hizo soplar el austro y caer como polvo sobre ellos la carne, como arenas del mar aves aladas.23 Cubrieron una extensión de un día de camino y con una altura de unos dos codos (un metro)24. De nuevo tenemos que acudir al género literario hiperbólico para justificar estas exageraciones. También aquí parece que nos encontramos ante un hecho natural, si bien preternatural en cuanto a sus circunstancias (
quoad modum),
en cuanto que aparecen las codornices en el momento querido por Dios y en la cantidad anunciada. Los israelitas llegaron a recoger el que menos
diez jómer (unos 3.640 kilos). La exageración es manifiesta, pero con ella el autor sagrado quiere destacar la abundancia de volátiles tomados. Los israelitas extendieron la caza en el campo para secarla, como hacían los egipcios con los peces y aun con las aves25. El autor sagrado relata después el castigo al pueblo glotón, pues estaban aún con la carne en la boca, cuando la ira de Dios se encendió y envió una plaga exter minador a. El texto no concreta en qué consistió el castigo. Quizá una infección general. Por eso se llamó aquel lugar
Quibrot-Hat-tawa (sepulcros de la glotonería). Desde este lugar, los israelitas continuaron el viaje hasta un oasis llamado
Jaserot, comúnmente identificado con
Ain Jadra26, abundante en agua y recogido entre un círculo de colinas, que le resguardaba contra la intemperie.
1
Exo_12:38;
Lev_24:10. 2
Exo_16:12s. 3 Véase Herodoto, II 92, y el art.
égypte en DBS II 702;
Isa_19:8;
Exo_7:21. 4
Núm_21:5. El autor del libro de la Sabiduría (
Núm_16:20-21) idealiza
midráshicamente el alimento del maná: sabía al gusto que cada uno prefería. Cf.
Sal_78:24-25;
Sal_78:2 Esd_9:21. 5 Flavio Josefo identifica el
maná con un alimento natural del Sinaí que se daba en su tiempo: Ant.
Jud. III 1,6. Hoy día se suele ver en el
maná el producto del
tamarix mannifera, que se encuentra en la península sinaítica, si bien podemos suponer que Dios lo multiplicara mila rosamente durante todo el año. Véase Heinisch,
Exodus 134-13· 6 Cf.
1Re_19:4. 7 Cf.
Exo_4:22;
Deu_32:17;
Ose_11:1. 8 Cf.
Jer_15:10-11. 9 Estos ancianos o
ziqne equivalen literalmente a los ãÝñïíôåò de los griegos, a los
Paires o
Senatus de los romanos y a los
cheiks de los árabes 10 Cf.
Exo_3:16;
Exo_19:7;
Exo_24:1. 11 Cf.
Num_7:8g. 12
Gen_20:7. 13
Exo_15:20. 14 Cf.
1Sa_10:11-13;
1Sa_19:20-24. 15 Cf.
Amo_2:10;
Jer_7:25. 16 Cf.
1Sa_10:11-13;
1Sa_19:20-24. 17 En el Pastor, de Hermas, se cita un libro de profecías de Eldad y Medad (vis.11 3; 4)· 18 Es el vencedor de los amalecitas (
Exo_17:8-14), el que acompaña a Moisés a la montaña (
Exo_24:13;
Exo_32:17) y el que guarda el tabernáculo (
Exo_33:11). 19 Los discípulos de Jesús sentirán también celo de otros que se dedican a arrojar los demonios en nombre de él (
Mar_9:38). 20
Joe_2:28-29. 21
Hec_2:16-21;
1Co_12:4-11. 22 Ex 16:1s. 23 Sal 78:26; 27. 24 La Vg dice que volaban a dos codos de altura. 25 Herodoto, II 77; DBV II 36. 26 M. J. Lagrange, a.c.: RB (1900) 276.