Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Salmo 29 (Vg 28): Manifestación Majestuosa de Yahvé en la Tempestad.
E l salmista entona un himno
a la majestad y poder de Dios, que se manifiesta en el desencadenamiento de una horrísona tempestad en medio de truenos y relámpagos. Las expresiones son bellísimas y extremadamente vigorosas. Primeramente
invita a los ángeles a dar gloria a Dios; después empieza a describir la tempestad que se forma en occidente sobre el Mediterráneo y se dirige hacia el Líbano, donde descarga sobre los orgullosos cedros. Sobre su cima, como sobre la del Hermón, suenan los truenos majestuosos (
la voz de Yahvé)
y brillan los relámpagos o
llamas de fuego. Desde los macizos del Líbano y el Antilíbano, la tormenta toma dos direcciones, una hacia TransJordania, y otra, por la cordillera de montañas de Palestina, desciende hasta la zona esteparia de Cades. La borrasca arranca de cuajo encinas y las retuerce, mostrando así el poder de Yahvé. Mientras en la tierra cruje el rayo y retumban los truenos, allá arriba en los cielos está majestuoso en su trono como
Rey eterno, objeto de las alabanzas de los seres angélicos.
La descripción es maravillosa y está lograda con gran simplicidad de medios. Para impresionar más, el poeta no aparece en escena, y con voz anónima invita a los ángeles a entonar un himno de alabanza a Yahvé. Por su parte, el poeta se hace eco de su gloria, manifestada en la tormenta; las frases se repiten; siete veces se habla de la
voz de Yahvé, que es el trueno J; en toda la pieza reina una monotonía solemne, que forma armonía imitativa con el ruido incesante de la tempestad, que ruge sobre las grandes aguas, estalla con poder; la voz de Yahvé parece sacudir las montañas, rompe los cedros; el huracán sacude el desierto, y hace abortar a los animales y despoja a los bosques. Y después de este desencadenamiento, que parece trastornar los fenómenos más poderosos de la naturaleza, Yahvé aparece de repente sentado majestuosamente en su trono y ejerciendo, tranquilo, su eterna realeza, mientras que alrededor todo grita: Gloria!. El salmo comienza con un gloria in excelsis y termina con un pax in térra 2.
Métricamente se distinguen cinco estrofas; los paralelismos sinónimos abundan. El estilo arcaico del poema, las concepciones de Yahvé habitando en los cielos y manifestándose en la tempestad 3, nos llevan a una época antigua de composición; y no hay dificultades serias que oponer a la autenticidad davídica que se declara en el título del salmo. El rey poeta, en sus tiempos de vida de pastor, sin duda que fue testigo de estas tormentas terroríficas que de vez en cuando se desatan sobre el campo.
Gloria in excelsis Deo (1-2).
1
De David, Dad a Yahvé, hijos de Dios, dad a Yahvé la gloria y el poder 4
. 2
Dad a Yahvé la gloria (debida) a su nombre, postraos ante Yahvé con sacros ornamentos. Los israelitas,
fieles a su tradición, tenían una visión esencialmente religiosa de la naturaleza en sus diversas manifestaciones; en todo veían la mano justiciera o misericordiosa del Dios supremo, que habitaba en los cielos de los cielos rodeado de su coro de seres angélicos, pero que intervenía misteriosamente en todo el orbe creado. Aquí el salmista, antes de cantar un himno de alabanza
a la manifestación majestuosa de Yahvé, que se despliega en medio de la tempestad,
invita a los hijos de Dios, o ángeles, que le hacen su escolta de honor en el cielo, a darle
gloria y poder, es decir,
reconocer su omnipotencia gloriosa en el sagrado recinto de los cielos, pues de cantar su manifestación arrebatadora en el mundo visible se encarga él en esta composición salmódica que va a iniciar 5. En la visión inaugural del profeta Isaías, los serafines, que hacen la escolta de honor del Santo por excelencia, proclaman que la tierra está llena de su gloria6.
La esencia de la divinidad está sintetizada en su nombre, Yahvé (el que es), con toda la indeterminación y misterio que implica7.
El salmista presenta a los seres angélicos
en un acto litúrgico de adoración, con sus sacros
ornamentos (v.2), como se hacía en el templo de Jerusalén;
es una escenificación dramatizada que traslada al recinto celestial las escenas litúrgicas del templo jerosolimitano. El autor del Apocalipsis hará otro tanto para expresar la glorificación del Cordero s. Los salmistas son gentes en su mayor parte de la tribu levítica, dedicada al culto sagrado, y tienen una mentalidad cultual que se refleja constantemente en sus expresiones. Para ellos, la mayor felicidad es tomar parte en los actos litúrgicos del santuario de Yahvé; por ello
presentan a los ángeles desplegando su acción litúrgica en honor de Yahvé en los cielos, su templo verdadero,
ya que el de Jerusalén no era sino un pálido reflejo del celestial.
Manifestación de Yahvé en la tempestad (3-9).
1
¡La voz de Yahvé sobre las aguas! Truena el Dios de la gloria: Yahvé sobre la inmensidad de las aguas. 4
La voz de Yahvé (resuena) con fuerza; la voz de Yahvé (retumba) con majestad. 5
La voz de Yahvé rompe los cedros, troncha Yahvé los cedros del Líbano, 6
y hace saltar al Líbano como un ternero, y al Sarión como cría de búfalo. 7
La voz de Yahvé hace estallar llamas de fuego; 8
la voz de Yahvé sacude el desierto, hace temblar Yahvé el desierto de Cades. 9
La voz de Yahvé retuerce las encinas 9
, despoja las selvas. El Dios majestuoso que se asienta en los cielos rodeado de su escolta angélica hace su aparición solemne sobre la tierra cuando desencadena una tempestad. La
voz de Yahvé es el trueno que retumba en los cielos sobre las nubes caliginosas o
aguas de abajo, de que se habla en el relato de la creación. Dios separó las aguas de arriba de las de abajo por medio del firmamento 10. Las primeras constituyen las reservas para los días de la inundación, como en el diluvio, cuando se abrieron las cataratas del cielo ll, y las segundas son las que periódicamente envían la lluvia. El hagiógrafo, al no saber que la lluvia viene por la condensación del agua acumulada por la evaporación, se acomoda al modo de pensar de la época. Del mismo modo, por ignorar que el trueno es una descarga eléctrica, lo presenta como la
voz tonante del Omnipotente. Los griegos lo atribuían también al padre de los dioses, Júpiter. El dios Adad Rammam de los sirios era el que presidía la tempestad y tenía en sus manos los rayos fulgurantes. Estas divinidades temibles en la tempestad son las que dan, por otra parte, la lluvia fecundante de los campos; por eso sus devotos procuraban aplacarlos con ritos y, al mismo tiempo, les suplicaban su protección. En la tradición bíblica, a Yahvé se le presentaba manifestándose en el fragor de la tormenta, entre rayos y truenos, en el Sinaí12. Por ello, en la literatura salmódica, el trueno es la voz de Yahvé, los rayos son sus flechas; los vientos, sus mensajeros, y las nubes, su carro, en el que se traslada de un lugar a otro 13.
Conforme a esta mentalidad bíblica, el salmista presenta aquí a Yahvé planeando sobre las
aguas o nubes cargadas de agua, tronando majestuosamente, con lo que se manifiesta como Dios
de la gloria. No hay cosa más impresionante y sobrecogedora que el trueno; para los antiguos,
que tenían una idea majestuosa y terrible del Dios lejano e intransigente del Sinaí, el trueno era el mejor reflejo de la
voz de Dios. Las escenas del Sinaí en las que aparece Yahvé hablando a Moisés en medio de truenos y relámpagos, quedaron estereotipadas en la literatura bíblica y sirven constantemente para describir las nuevas teofanías de Yahvé en la histoiia. Yahvé se manifiesta ahora sobre la
inmensidad de las aguas, que pueden ser el mar Mediterráneo, el mar grande de la literatura hebrea i4 o las
aguas superiores sobre las que habita Yahvé 15.
La tempestad parece que se prepara en el Mediterráneo y va ja descargar sobre los bosques del Líbano y del Hermón. El salmista refleja el destrozo que causa la tormenta, que tiene los caracteres de un ciclón devastador: se
rompen los cedros los árboles más gigantescos del Líbano , mientras que los mismos montes parecen conmoverse en sus cimientos: el
Líbano salta ligero
como un ternero, y el
Sarión nombre que los fenicios daban al Hermón, que formaba parte de la cadena de montañas del Antilíbano, paralelo a las del Líbano 16 se agita como una cría de
búfalo o toro salvaje 17. La imaginación oriental del poeta exagera sistemáticamente para destacar la impresión horrísona de la
voz de Yahvé, que hace temblar y conmoverse hasta las mismas montañas majestuosas que cerraban por el norte el horizonte de Palestina. Los montes del Líbano y del Hermón tenían un particular sentido sagrado entre los fenicios, pues eran la encarnación de las divinidades que presidían los juramentos 18; pero, en la perspectiva del salmista, todo esto no cuenta nada. Sólo quiere destacar que, a pesar de su masa imponente y sus cimientos profundos, se conmueven como ternerillos ante la voz huracanada de Yahvé. Con los truenos fulguran los rayos o
llamas de fuego (v.7). Y el eco de la
voz de Yahvé no se circunscribe en su efecto terrorífico a la parte septentrional de Palestina Líbano y Hermón , sino que resuena en la parte meridional, en el
desierto de Cades, lugar famoso en la historia de Israel por haber sido el lugar en que estuvieron los hebreos durante la mayor parte de la estancia en el desierto 19. El turbión desencadenado por Yahvé siembra la ruina y la desolación,
retorciendo las encinas y despojando las selvas (v.6); los árboles se desgajan por efecto del tifón huracanado, reflejado en la
voz de Yahvé.
Gloria a Yahvé y paz a su pueblo (9c-ll).
9
c Y en su templo todo dice: ¡Gloria! 10
Siéntase Yahvé sobre aguas diluviales, siéntase como Rey eterno. 11
Yahvé dará fortaleza a su pueblo, Yahvé bendecirá a su pueblo con la paz. El salmista vuelve a su punto de partida: Yahvé, aunque se manifestó terrorífico con su voz en la tempestad, sigue impasible en su
templo celestial;
allí los hijos de Dios, o seres angélicos, continúan el himno que proclama la gloria de su Dios 20. Yahvé se sienta majestuoso por encima de las aguas
diluviales, o aguas superiores que están sobre el firmamento 21, y que Dios suelta de vez en cuando en lluvias torrenciales, como en el caso del diluvio universal 22. Sobre ellas
Yahvé se instala como Rey eterno y Juez supremo, que de tiempo en tiempo envía las
aguas diluviales para mostrar su poder judicial y soberano sobre todo 23.
El v.11 parece una adición para el uso litúrgico. Después de cantar el poder y majestad de Yahvé, manifestada en la tempestad, el salmista, que organiza el culto del templo, recuerda a la asamblea que esa omnipotencia divina protege a Israel, al que
bendice y otorga fortaleza en los momentos particularmente decisivos de su vida nacional 24. Aunque Yahvé aparezca en la tempestad como Dios del terror devastador, sin embargo, en sus relaciones con su
pueblo es el Dios de la
paz y de la benevolencia. Esta palabra final,
con la paz, es como el arco iris que cierra el salmo. El principio del salmo nos muestra los cielos abiertos y el trono de Dios en medio de los cantos angélicos de alabanza, mientras que su conclusión nos muestra a su pueblo victorioso sobre la tierra, bendecido con la paz en medio de la manifestación de su ira.
Gloria in excelsis es el principio, y
pax in ierris la conclusión 25.
1 Cf.
Apo_10:3-4. 2 J. Calés, o.c., I 326. 3 Cf.
Exo_19:11;
Jue_5:4-5. 4 La Vg, siguiendo a los LXX, lee: Afferte Domino
filias arieíwn; traducción peregrina que se basa en la confusión de
bene'elim (hijos de dioses) y
bene-'e(y)Uim (de 'ayií: carnero). 5 Esta denominación de hijos de Dios aplicada a los ángeles aparece en
Job_1:6;
Apo_2:1 ;
Job_38:7;
Sal_89:6. 6
Isa_6:3, 7 Véase Biblia
comentada I p.404-408. 8 Cf. 0.5. 9 Lít. el TM dice: hace parir a las ciervas; es decir, el susto que con los truenos reciben las ciervas hace que aborten, pariendo prematuramente. Leyendo
'eloth (encinas o terebintos) en vez de
'avvaloth (ciervas), tenemos la traducción arriba propuesta, seguida por la
nib. de Jér. 10 Cf.
Gen_1:7. 11
Gen_7:11. 12 ex 19:16. 13 Cf.
Sal_17:11;
Sal_103:3. 14 Cf.
Eze_27:26;
Sal_96:4;
Sal_17:15. 15 Cf.
Gen_1:7;
Gen_7:11;
Sal_104:3;
Sal_18:14;
Sal_97:3-4. 16 Cf.
Deu_3:9;
Sal_114:4-6; i8:7s. 17 Cf.
Sal_22:21. 18 Cf. E. Dhorme,
Religión des Hébreux nómades p. 170.172: RB (1929) 132 115 1(1930) 177. 19 Cf.
Núm_20:16. 20 Cf.
Isa_6:3. 21 Cf.
Gen_1:7. 22
Gen_7:14. 23 Cf.
Sal_9:7. 24 Cf.
Sal_28:8.9;
Sal_46:1-3. 25 fr. Delitzsch, citado por A. F. Kirkpatrick, o.c., I, 151.