Ezequiel  40, 1-6


IV. La «torá» de Ezequiel
El Templo futuro.
El año veinticinco de nuestra cautividad, al comienzo del año, el día diez del mes, catorce años después de la caída de la ciudad, el mismo día, la mano de Yahvé fue sobre mí, y me llevó allá. En visiones divinas, me llevó a la tierra de Israel, y me posó sobre un monte muy alto, en cuya cima parecía que estaba edificada una ciudad, al mediodía. Me llevó allá, y he aquí que había allí un hombre de aspecto semejante al del bronce. Tenía en la mano una cuerda de lino y una vara de medir, y estaba de pie en el pórtico. El hombre me dijo: «Hijo de hombre, mira bien, escucha atentamente y presta atención a todo lo que te voy a mostrar, porque has sido traído aquí para que yo te lo muestre. Comunica a la casa de Israel todo lo que vas a ver.»

El muro exterior.
Y he aquí que por el exterior del templo había un muro, todo alrededor. La vara de medir que el hombre tenía en la mano era de seis codos de codo y palmo. Midió el espesor de la construcción: una vara, y su altura: una vara.

El pórtico oriental.
Vino luego al pórtico que miraba a oriente, subió sus gradas y midió el umbral del pórtico: una vara de profundidad.
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