Animaba a cada uno de ellos en su lenguaje patrio y, llena de generosos sentimientos y estimulando con ardor varonil sus reflexiones de mujer, les decía: (II Macabeos 7, 21) © Nueva Biblia de Jerusalén (Desclee, 2009)
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Martirio de los siete hermanos con su madre (c.7).
No solamente los ancianos, sino también los jóvenes supieron morir en defensa de la Ley. Esto es lo que trata de demostrar el hagiógrafo al describir brevemente lo que el autor del IV de los Macabeos ha tratado en dieciséis capítulos. El autor sagrado ha compuesto este capítulo more rethorum facundo sermone 1, y no con la finalidad de someter a la criba de la crítica los detalles que en él se mencionan. Difícil es precisar qué partes son propias del que resume y cuáles son las que proceden de Jasón o de otros documentos. El que sean siete los mártires ha contribuido a que los críticos pongan en tela de juicio este detalle numérico. San Cipriano relaciona este número con el de los siete espíritus, siete ángeles que están ante el trono de Dios, siete brazos del candelabro, siete candelabros del Apocalipsis, las siete columnas de Salomón, las siete mujeres en Isaías, las siete iglesias, etc. En 4 Mac 14:7 se dice: ¡Oh santo número de los siete hermanos tan unidos entre sí! Porque de la misma manera que los días de la creación del mundo forman un círculo piadoso, de la misma manera lo hacen en torno al número siete los jóvenes que han vencido el temor a los suplicios. No se sabe cuándo los hermanos Macabeos fueron martirizados; no puede solucionar la cuestión el hecho de que se hable del rey. Todos los autores convienen en considerar el relato como obra maestra. Desde el principio al fin crecen de intensidad los tonos de la conmoción; aumenta la tensión por razón de las circunstancias, de las palabras de los mártires, de las amenazas del tirano. La antigüedad cristiana celebró la fiesta de su martirio, que, según una antigua tradición, tuvo lugar en Antioquía. Llámanse Macabeos por hablar de ellos el libro que lleva este nombre.
Muere el primero de los hermanos (7:1-6).
1 Es muy digno de memoria lo ocurrido a siete hermanos que con su madre fueron presos, y a quienes el rey quería forzar a comer carnes de puerco prohibidas, y por negarse a comerlas fueron azotados con zurriagos y nervios de toro.2 Uno de ellos, tomando la palabra, habló así: ¿A qué preguntas? ¿Qué quieres saber de nosotros? Estamos prontos a morir antes que traspasar las patrias leyes. 3 Irritado el rey, ordenó poner al fuego sartenes y calderos. Cuando comenzaron a hervir, 4 dio orden de cortar la lengua al que había hablado y de arrancarle el cuero cabelludo, a modo de los escitas, y cortarle manos y pies a la vista de los otros hermanos y de su madre. 5 Mutilado de todos sus miembros, mandó el rey acercarlo al fuego y, vivo aún, freírle en la sartén. Mientras el vapor de ésta llegaba bastante a lo lejos, los otros, con la madre, se exhortaban a morir generosamente, 6 diciendo: El Señor Dios nuestro nos mira y tendrá compasión de nosotros, como lo dice Moisés en el cántico de protesta contra Israel: Tendrá piedad de sus siervos.
No es probable que en su martirio interviniese el rey personalmente; su presencia es más bien moral. Para rebajar la moral del joven y quebrantar su entereza se le azotó con zurriagos y nervios de toro (Hec_22:24). Se le somete al tormento utilizado entre los escitas, consistente en arrancar el cuero cabelludo a los condenados a muerte 3. En boca de los hermanos y de la madre aparecen palabras del Deu_32:36, dándoseles un sentido más profundo del que tienen en el original.
Martirio de otros cinco (Deu_7:7-19).
7 Muerto de esta manera el primero, tomaron al segundo para atormentarle. Y, arrancando el cuero cabelludo, le preguntaron si estaba dispuesto a comer antes de ser atormentado en su cuerpo miembro por miembro. 8 El, en su propia lengua, respondió: ¡No! Por lo cual en seguida se le dio el mismo tormento que al primero.9 Estando para exhalar el postrer aliento, dijo: Tú, criminal, nos privas de la vida presente; pero el Rey del universo nos resucitará a los que morimos por sus leyes a una vida eterna. 10 Después el tercero fue expuesto a los insultos, y mandándole sacar la lengua, luego al punto la sacó, 11 y animosamente extendió las manos, diciendo: Del cielo tenemos estos miembros, que por amor de sus leyes yo desdeño, esperando recibirlos otra vez de El. 12 Tanto el rey como los que con él estaban se maravillaron del animoso joven, que en nada temía los tormentos. 13 Muerto éste, sometieron al cuarto a las mismas torturas; 14 y estando para morir, dijo así: Más vale morir a manos de los hombres, poniendo en Dios la esperanza de ser de nuevo resucitado por El. Pero tú no resucitarás para la vida. 15 En seguida trajeron al quinto, que mientras le atormentaban, puestos los ojos en el rey, 16 le dijo: Tú, aunque mortal, por tener poder sobre los hombres, haces lo que quieres; pero no pienses que nuestro linaje haya sido abandonado de Dios. 17 Aguarda un poco, y experimentarás su gran poder, y verás cómo te atormentará a ti y a tu descendencia. 18 Después trajeron al sexto, que, estando ya para morir, dijo: No te hagas ilusiones; por nuestras culpas padecemos esto; por haber pecado contra nuestro Dios han sucedido entre nosotros cosas tan tremendas. 19 Pero tú no creas que quedarás impune por haber osado luchar contra Dios.
Al segundo empiezan por arrancarle el cuero cabelludo para obligarle a apostatar. En su lengua materna - que acaso sea el arameo -, dio un ¡No! rotundo a los que tal infamia le proponían. Como el primero, habla antes de exhalar su espíritu y manifiesta su fe de que Dios resucitará para la vida eterna a los que mueren por El. Este sentimiento de la resurrección, comenta San Agustín, aparece tan diáfano en la respuesta de estos santos mártires, que puede decirse que eran cristianos por su fe y por su constancia. El tercero maravilló a todos por su intrepidez. El cuarto manifiesta su fe en la resurrección a una vida eterna, favor que no se concederá al rey. Más explícito se muestra el quinto al preconizar que el Dios de los judíos atormentará a Antíoco y a su descendencia. Parece que alude a una muerte ignominiosa del rey y de sus descendientes, lo que se cumplió con el tiempo. Antíoco murió de muerte miserable; su hijo Eupator fue asesinado (1Ma_7:4); a Alejandro Bala, presunto hijo del monarca Epifanes, le fue cortada la cabeza por un árabe (1Ma_11:17). El sexto hermano confiesa que los pecados de los judíos han desencadenado esta persecución, que tiene el carácter de prueba temporal momentánea (1Ma_6:12-17); pero no escapará por ello Antíoco al castigo que Dios reserva al que eligio como instrumento de su justicia.
Una madre intrépida (1Ma_7:20-23).
20 Admirable sobre toda ponderación y digna de eterna memoria se mostró la madre, que, viendo morir en un solo día a sus siete hijos, lo soportaba animosa, por la esperanza que tenía en Dios; 2I y en su patria lengua los exhortaba, llena de generosos sentimientos, y, dando fuerza varonil a sus palabras de mujer, 22 les decía: Yo no sé cómo habéis aparecido en mi seno, no os he dado yo el aliento de vida ni compuse vuestros miembros. 23 El creador del universo, autor del nacimiento del hombre y hacedor de las cosas todas, ése misericordiosamente os devolverá la vida si ahora por amor de sus santas leyes la despreciáis.
Nótese el lenguaje escogido y las profundas ideas que expresa la madre de los Macabeos, impropios de su sexo y de su cultura.
La madre adoctrina a su pequeño (1Ma_7:24-29).
24 Antíoco, a pesar de creer que se burlaba de él y de sospechar que con sus palabras le insultaba, todavía al más joven que quedaba, no sólo de palabra le exhortaba, sino que hasta con juramento le prometía, si dejaba las leyes patrias, enriquecerle y hacerle dichoso, tenerle por amigo y darle un honroso empleo. 25 Mas, como el joven no le prestase atención alguna, llamó el rey a la madre y la mandó que diese al niño consejos saludables. 2Ó Como insistiese él mucho en ello, prometió ella persuadirle; 27 e inclinándose hacia el niño, burlándose del cruel tirano, en lengua patria le dijo así: Hijo, ten compasión de mí, que por nueve meses te llevé en mi seno, que por tres años te amamanté, que te crié, te eduqué, te alimenté hasta ahora. 28 Ruégote, hijo, que mires al cielo y a la tierra, y veas cuanto hay en ellos, y entiendas que de la nada lo hizo todo Dios, y todo el humano linaje ha venido de igual modo. 29 No temas a este verdugo, antes muéstrate digno de tus hermanos y recibe la muerte, para que en el día de la misericordia me seas devuelto con ellos.
No entendía Antíoco lo que la madre profería en lengua aramea, pero sospechó que se burlaba de él. Sin embargo, no se airó contra ella, por considerar que de todo es capaz una madre a la que de golpe le arrebaten siete hijos. Trató de ganar al pequeño con promesas cuyo alcance no podía comprender el niño. Ni siquiera estaba capacitado para entender la lengua griega. En arameo adoctrinó la madre a su hijo acerca del origen de todo cuanto existe. No quiere decir el texto que amamantara a su hijo durante tres años, sino significar que durante este tiempo es extraordinario el sacrificio de una madre para sus hijos. Habla ella a su pequeño un lenguaje elevado, recordándole que Dios no creó los seres de algo existente, sino ex ouk onton, de lo que no existía, concepto que expresamos diciendo que Dios creó todo de la nada, ex nihilo sui et sabiecti. Acaba su exhortación con el pensamiento de que, si Dios crea todas las cosas de la nada, ex nihilo, tiene también poder para crear de nuevo, por así decir, al hombre para una vida eterna.
Mueren madre e hijo (1Ma_7:30-42).
30 Estando aún explicándole esto, dijo el joven: ¿Qué esperas? No obedezco el decreto del rey, sino los mandamientos de la Ley, dada a nuestros padres por Moisés. 31 Tú, inventor de toda maldad contra los hebreos, no escaparás a las manos de Dios. 32 Nosotros por nuestros pecados padecemos, 33 y si nuestro Señor, que es el Dios vivo, se irrita por un momento para nuestra corrección, de nuevo se reconciliará con sus siervos; 34 pero tú, impío, el más criminal de los hombres, no te engrías neciamente y, orgulloso y vanamente confiado, te enciendas contra sus siervos; 35 no estás aún libre del juicio del Dios omnipotente, que todo lo ve. 36 Mis hermanos, después de soportado un breve tormento, beben el agua de la vida eterna en virtud de la alianza de Dios; pero tú pagarás en el juicio divino las justas penas de tu soberbia. 37 Yo, como mis hermanos, entrego mi cuerpo y mi vida por las leyes patrias, pidiendo a Dios que pronto se muestre propicio a su pueblo, y que tú, a fuerza de torturas y azotes, confieses que sólo El es Dios. 38 En mí y en mis hermanos se aplacará la cólera del Omnipotente, que con encendida justicia vino a caer sobre toda nuestra raza. 39 Furioso el rey, se ensañó contra éste con más crueldad que contra los otros, llevando muy a mal la burla que de él hacía. 40 Así murió limpio de toda contaminación, enteramente confiado en el Señor. 41 La última en morir fue la madre. 42 Y esto baste a propósito de los sacrificios y de los martirios extraordinarios.
El último Macabeo recapitula los conceptos teológicos que sus hermanos manifestaron individualmente al morir. Al rey le amenaza para el futuro con un juicio severo por parte de Dios, en tanto que a los mártires les espera una vida eterna. En el ¥.36 extiende su pensamiento fuera de la familia y llama nuestros hermanos a todos los judíos que sufren persecución por la justicia. Acaba el muchacho su profunda disertación teológica con una nueva idea relativa al valor expiatorio del sufrimiento en favor del prójimo.
La Iglesia conservó la memoria de los siete mártires Macabeos y de su madre. Sus reliquias se veneraban en tiempos de San Jerónimo en Antioquía 4, en donde contempló su sepulcro Antonino de Placencia5. Más tarde, parte de sus reliquias se depositaron en la iglesia de San Pedro ad Vincula, en Roma, y otra fue transportada a Colonia, probablemente en tiempos de Barbarroja.