Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
11. Diversas Sentencias Sobre la Justicia y la Misericordia.
La justicia salva, la impiedad lleva a la ruina (11:1-8).
1
La balanza falsa es abominable a Dios, mas la pesa cabal le agrada. 2
Detrás de la soberbia viene la deshonra, con la modestia va la sabiduría. 3
La integridad guía al hombre recto; la propia malicia es la ruina del pérfido. 4
De nada sirven las riquezas el día de la ira, pero la justicia libra de la muerte. 5
La justicia del justo le allana el camino; el malvado cae por su misma malicia. 6
La justicia del justo le salva; los fraudulentos son cogidos en sus propios pecados. 7
A la muerte del impío perece su esperanza, y la confianza del malvado queda burlada. 8
El justo es librado de la tribulación, pero el impío entra en ella en lugar de él.
Siempre fue la balanza una de las cosas que más se prestaron al robo y a la inmoralidad en los negocios. Y ésta constituye un obstáculo para las buenas relaciones sociales. Por eso, los profetas y los autores sapienciales recomiendan en ellas la justicia y la equidad, recomendación entonces doblemente necesaria, por el no fácil control legal de las pesas y medidas y por la codicia que siempre caracterizó a los judíos.
Son muy distintos, constata el sabio, los efectos de la soberbia y los de la humildad. En la parábola del fariseo y el publicano, Jesucristo dejó plasmados los sentimientos que una y otra suscitan en el Señor. De la misma manera, los hombres detestan y aborrecen al orgulloso, mientras que sienten algo especial por el alma sencilla y humilde. La soberbia deshonra, la humildad granjea honor y estima.
Los versos 3-6 contraponen la conducta y suerte distintas del justo y del impío. El primero vive una vida virtuosa, la cual hace prósperos sus caminos 1 y le salva de todos los peligros que acechan la vida del malvado, librándole de la muerte prematura repentina, violenta, con que, cuando menos lo piensa, se encuentra aquél. El impío será víctima de su propia malicia, que lo expone al castigo de la ley y a la venganza de su prójimo; con frecuencia encuentran aquél cuando cometían su maldad, pagando caramente su delito. En el día de la ira, en que Dios castigará a los impíos sus propios pecados, de nada servirán las riquezas; en el día de rendir cuentas, la única carta de recomendación son las buenas obras dictadas por la sabiduría. Con la muerte del impío, afirma el sabio,
perece su esperanza, y su confianza queda burlada (v.6); ello daría a entender que la del justo no concluye con la muerte, y, en consecuencia, el sabio afirmaría que espera una suerte distinta al impío y al justo más allá de la muerte. Pero no precisa la naturaleza de esa diferencia. ¿Se refiere a la buena o mala fama que dejan uno y otro después de su muerte entre quienes los conocieron o al premio y castigo de la otra vida? Más veces hemos indicado que el autor de los Proverbios no conoció, con claridad al menos, la distinta retribución ultra-terrena; si la hubiera conocido, hubiera hecho uso de tan importante doctrina repetidas veces en su libro, como la mejor base para recomendar una vida moral recta. Entrevio que no podía esperar idéntica suerte a ambos, pero nada supo precisar sobre su naturaleza 2.
El último verso de la perícopa presenta la solución de los sabios al hecho tantas veces contemplado del bueno que sufre y el malo que triunfa, y que parece desmentir la tesis tradicional de la recompensa en esta vida. La aflicción del justo, dicen ellos, dura poco, para dar en seguida paso al gozo y la alegría; mientras que el triunfo del impío cede muy pronto a la humillación, como ocurrió en los casos de Mardoqueo y Aman, de Daniel y sus delatores, quienes, como Aman, hubieron de sufrir el castigo y humillación que preparaban a los justos. Naturalmente, la solución no era plenamente convincente, pero en el estadio de la revelación en que vivieron no pudieron ir más allá. Fue precisa la revelación posterior para descorrer el velo que ocultaba los misterios de la retribución ultra-terrena.
El bien público la fianza la mujer prudente (11:9-16).
9
El impío con su boca arruina al prójimo; los justos con su sabiduría se salvan. 10
La prosperidad del justo alegra la ciudad, y cuando perecen los impíos hace fiesta. n La bendición del justo engrandece la ciudad; la boca del impío la abate. 12
El insensato desprecia al prójimo, pero el prudente se calla. 13
El chismoso descubre los secretos; el hombre fiel lo encubre todo. 14
Donde no hay gobierno va el pueblo a la ruina; en la abundancia del consejo está la salvación. 15
Andará en ansiedad el que sale fiador de otro; el que rehuye la fianza vivirá tranquilo. 16
La mujer prudente es gloria de su marido; trono de deshonra es la mujer que aborrece la justicia. Los perezosos carecen de bienes, pero los laboriosos adquieren riquezas. Los impíos causan daño a su prójimo con sus labios, dándose a críticas y murmuraciones, levantando calumnias que turban la paz y confianza entre los conciudadanos, llevando a los incautos, con sus consejos, por caminos de perdición. Pero los justos, con la clarividencia y prudencia que les da la sabiduría, se salvan de las asechanzas y peligros que los malos les tienden.
No sólo quienes con él conviven, sino toda la ciudad experimenta el influjo benéfico del hombre virtuoso. Cuando éste prospera, no se encierra egoísticamente en su felicidad, sino que hace a los demás partícipes de su dicha, de sus bienes. El impío, en cambio, con la actitud antes descrita, destruye la paz y armonía entre los habitantes de la ciudad, originando entre ellos divisiones, que abaten su prosperidad, por lo cual se siente aliviada cuando la muerte pone fin a sus calumnias y detracciones.
Es distinta la conducta del hombre insensato y la del prudente respecto de
los defectos del prójimo (v.12). Aquél adopta una actitud de desprecio, que está dictada por la soberbia y que lo declara falto de juicio, pues con ella se hace odioso a los demás y se crea enemigos. El prudente, en cambio, sabe ver y callar; prefiere tener que arrepentirse del silencio a tener que hacerlo de las palabras. Lo mismo ocurre con el calumniador y el leal en relación a
los secretos; el primero, habituado a levantar calumnias y a hacer daño con su lengua, es incapaz de guardar un secreto, antes o después lo manifestará. El hombre fiel sabe guardar las confidencias que se le hacen, como también encubrir con su silencio los defectos de los demás. Ahikar tiene también un precioso consejo a este propósito:
¡Oh hijo mío! si tú oyes una palabra, no la reveles a nadie y no digas nada de aquello que tú ves.3
El v.14 constata las consecuencias que para un pueblo tiene la falta de un buen gobierno, y hace una interesante observación a los gobernantes: el secreto para un buen gobierno está en la sabia elección de los consejeros. Un hombre, por muy inteligente que sea, no puede abarcar por sí solo la complejidad de problemas que lleva consigo el gobierno de una nación. La advertencia vale sobre todo para nuestros tiempos, en que un conjunto de factores políticos y económicos hace extremadamente difícil la dirección de los pueblos y exigen a su frente gobernantes inteligentes y muy sabios consejeros. Por lo demás, los autores sapienciales ponen muchas veces de relieve el valor de los consejos sabios4. El v.16 recoge una experiencia universal sobre la ansiedad y preocupación que crea la fianza ante la duda de si el acreedor será fiel o no, de la que se ve libre quien no fía a los demás. En 6:1-5 señaló la conducta a seguir respecto de ella 5.
Concluye la perícopa con un verso de cuatro esticos. Los dos primeros se refieren a la mujer, los otros dos al hombre, y señalan a ambos la conducta a seguir en orden a un hogar feliz. La mujer agraciada, sobre todo por su prudencia y discreción en el hablar, por sus virtudes morales y también por sus cualidades domésticas 6, consigue gran honor ante sus familiares y círculo de amistades. Su conducta y su honor repercuten en bien y gloria de su marido, que se sentirá contento y feliz de su elección. El marido, por su parte, deberá con su laboriosidad proporcionar al hogar los medios de subsistencia que aseguren un relativo bienestar y tenga lejos de él los inconvenientes que la pobreza lleva consigo7.
Sentencias varias (11:17-23).
17
El misericordioso se hace bien a sí mismo; el de corazón duro a sí mismo se perjudica. 18
El impío hace ganancias vanas; el que siembra justicia de verdad gana, 19
El que sigue la justicia va a la vida; el que va tras el mal corre a la muerte. 20
Los de corazón malo son abominables a Yahvé; los de perfectos caminos le son gratos. 21
Más pronto o más tarde, no quedará impune el malvado, pero la prole del justo escapará. 22
Anillo de oro en jeta de puerco es la mujer bella, pero sin seso. 23
El deseo del justo es sólo el bien, pero el impío no puede esperar más que ira. Comienza la perícopa con una sentencia sobre la misericordia, a la que siguen unas sentencias sueltas sobre los respectivos premios que-sufrirán los justos y los impíos. El que es misericordioso para con los demás se hace bien a sí mismo,
porque Dios, a su vez, tendrá misericordia para con él, conforme lo enseñó Jesucristo en la quinta bienaventuranza 8, y los mismos hombres, movidos por su ejemplo, practicarán la misericordia para con él cuando de ella precisare. Pero el duro de corazón para con los demás, a sí mismo se hace mal, porque el Señor hará un juicio sin misericordia a quien no la tuvo con los demás 9, y los hombres le pagarán con la misma moneda que de él recibieron.
Volviendo a las comparaciones entre el justo y el impío, el sabio afirma la vanidad de las ganancias del primero y la seguridad del premio del que practica la justicia. Cierto que el malvado a veces prospera en sus negocios, pero su prosperidad es ilusoria; se vendrá abajo cuando menos lo espera.
El que cumple con los mandamientos de Dios tiene garantía segura de la recompensa, porque cuenta con el favor de Yahvé 10. Aquél es abominable a los ojos de Yahvé 11; el segundo le es grato 12. Dios, infinitamente santo, no puede complacerse más que en los
que imitan su santidad siguiendo el camino de la virtud, y tiene que resultarle sumamente detestable toda malicia e iniquidad. En consecuencia, antes o después, ambos recibirán el premio y el castigo, respectivamente, de sus obras. Como siempre, el autor afirma el hecho de la retribución, que, como no siempre se verifica en esta vida, debió de intuir la del más allá, pero no determina su naturaleza 13.
El v.22 presenta una sentencia dura, pero expresiva como la que más. La mujer dotada de cualidades físicas, pero privada de las intelectuales y morales, es, dice el sabio, como anillo de oro en hocico de puerco, o, como dice otro proverbio antiguo, belleza sin bondad, pendientes de oro en las orejas de un asno. El anillo en la nariz era uno de los adornos de la mujer en el Asia occidental y en muchas tribus bárbaras y semicivilizadas 14. El autor estima más el juicio y la virtud en la mujer que la belleza física, que con el tiempo se marchita.
Beneficencia (11:24-31).
24
Hay quien derrama y siempre tiene más; otro que ahorra más de lo justo y empobrece. 25
El benéfico se sacia, y quien largamente da, largamente tendrá. 26
Al que acapara el trigo le maldice el pueblo, sobre la cabeza del que lo vende caen bendiciones. 27
El que hace el bien, bienes se atrae; al que busca el mal le vendrá el mal. 28
El que en sus riquezas confía, caerá; los justos reverdecerán como follaje. 29
El que perturba su casa recogerá viento, y el necio será siervo del sensato. 30
El fruto del justo es árbol de vida; las almas de los perversos son arrebatadas antes de tiempo. 31
Si el justo tiene en la tierra su paga, ¡cuánto más el impío y el pecador! Los primeros versos ponen de relieve los diversos efectos de la liberalidad y de la codicia. Dios bendice al que es generoso y caritativo para con los demás, verificándose muchas veces en ellos incluso aquello de que cuanto más dan, más tienen. Hay, por el contrario, quienes no piensan en otra cosa más que en ahorrar, privándose aun de lo necesario; sin embargo, jamás llenan sus arcas, porque el Señor no bendice sus trabajos y, sin su favor, éstos no pueden fructificar 15. Dad y se os dará, decía el Señor; una medida buena, apretada, colmada, rebosante, será derramada en vuestro seno.16
Una constatación tomada de la vida comercial ilustra el pensamiento anterior. Hay quienes, previendo tiempos de escasez, acaparan productos en sus graneros con el fin de, llegados aquéllos, obtener mayor lucro. El pueblo maldice tal conducta, que priva a los pobres tal vez de alimentos de primera necesidad; maldición que fue muchas veces escuchada por Dios, que castigó duramente a los monopolizadores 17. Alaba, en cambio, a quien liberalmente vende sus productos alimenticios y contribuye con ello a que nadie carezca de lo necesario. Seguramente que los negociantes judíos corrían este peligro en los grandes centros comerciales. Knaben-bauer, recogiendo la aplicación de los antiguos a los dones espirituales, escribe: Quienes los emplean en utilidad de los demás duplican los talentos que les fueron concedidos; mas quienes no hacen buen uso de ellos, sino que se abstienen de hacer el bien que por medio de ellos tenían que obrar, se hacen más pobres, según aquello de Cristo: al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado (
Mar_4:25).18
Otra vez la vanidad de las riquezas. Quien en ellas pone su confianza creyendo que ellas pueden librar al malvado de la ira de Dios y del castigo de los hombres, se verá defraudado; tales riquezas no aprovechan al impío 19 ni lo libran en el día de la ira 20. Los justos, en cambio, que ponen su confianza en el Señor, son semejantes a las plantas que en todo tiempo conservan su verdor, y, aunque de momento fueren angustiados y pisoteados por los impíos, reverdecen como el follaje 21 y brillarán por sus buenas obras cuando los malos reciban su castigo. Idénticas afirmaciones contiene el salmo 52.
El v.29 advierte las consecuencias a que lleva la mala administración de la propia casa. Quien por negligencia o incapacidad no administra bien sus bienes verá sus recursos reducidos a la nada, y él mismo, si no quiere perecer en su miseria, se verá obligado a servir al hombre prudente que lleva una administración ordenada de su hacienda. Las obras del justo, afirma también el sabio,
con el favor que obtienen de Dios, con las riquezas que honradamente consiguen, son, a semejanza del árbol del paraíso, fuente de vida tranquila y feliz 22, mientras que la injusticia y la impiedad aceleran la muerte 23. Los cristianos, iluminados por la revelación neo-testamentaria, sabemos que las obras del justo, con la gracia de Dios, merecen la vida eterna y plenamente feliz del cielo, y las del impío, que ofenden gravemente a Dios, el castigo del infierno 24. Tal vez algunos piensen que los pecados del impío puedan escapar al castigo divino. El sabio excluye toda posibilidad en el último verso de la perícopa al afirmar que ni el mismo justo se verá libre del castigo que merecen las infidelidades que también él comete 25, y de hecho la historia bíblica nos dice que Dios castigó severamente los pecados de sus más fieles servidores, como Moisés, Aarón, David. El inciso sobre la tierra es una constatación de que muchas veces en la tierra Dios castiga al justo por los pecados que hubiere cometido; prescinde del premio o castigo en el más allá, que ni excluye ni afirma 26.
Mar_1 3:6. 2 En el TM falta la antítesis que esperaríamos entre la suerte del justo y la del impío. La presenta, en cambio, la versión de los LXX, que leen:
cuando muere el hombre justo, su esperanza no es destruida, pero el deseo del malvado perece. Toy opina que esta versión está redactada por un escriba griego que conoció ya la doctrina de la inmortalidad del alma y diversos destinos de ultratumba (o.c., p.223). 3 ñau, Histoire et sagesse d'Ahikar l'Assyrienne (París 1909) p.155. 4 12:15; 13:10; 15:22; 20,18; 24:6;
Eco_37:7-14. 5 Cf. también 17:18; 22:26. 6 31:10-31. 7 El TM sólo presenta loa y lód. El sentido de la comparación sería que la prudencia de la mujer consigue gloria para su marido, de la misma manera que los laboriosos obtienen riquezas. 8
Mat_5:7. 9
Stg_2:13. 10 1:32-33; 2:21-22. 11 3:22. 12 8:35. 13 La expresión que la Vulgata traduce manas
in manu ha resultado enigmática a los intérpretes. A Lapide menciona hasta 12 interpretaciones. Significa, como en asirio, en verdad o tarde o temprano (Renard, Dyson, Hamp). 14
Gen_24:22;
Jue_8:24;
Isa_3:21;
Job_42:11. Cf, Lañe,
Manners and Customs ofthe ModernEgyptians Apéndice A. 15
Sal_127:1. 16
Lev_6:38. 17
Eco_4:5-6. 18 Citado en ??.,
Commentarius in Proverbia (París 1910) p.82. 19 10:2. 20 11:4. 21 Job 14:17;
Isa_66:14. 22 3:14-18. 23 1:10-l8. 24 El TM dice en 3ob:
el sabio conquista las almas, cuyo sentido sería: el sabio con sus consejos, con su ejemplo, arrastra y atrae a los demás ante el éxito en sus acciones. Es preferible la versión de los LXX, que pone antítesis con 303. La
Bib. de Jér.: los malvados serán arrebatados prematuramente. 25
24:16. 26 Los LXX traducen: Si el justo a duras penas se salva, ¿dónde comparecerá el impío y el pecador? que cita San Pedro en i 4:18. La Bib. dejer.: si el justo recibe aqui abajo su salario, ¡cuánto más el malvado y el pecado!