I Corintios 3, 9-17

Nosotros somos colaboradores de Dios*, y vosotros, el campo que Dios cultiva, el edificio que Dios construye. Conforme a la tarea que Dios me confió, yo, como buen arquitecto, puse los cimientos, y otro construye sobre ellos. ¡Pero que cada cual mire cómo construye! Pues nadie puede poner otros cimientos que los ya puestos: Jesucristo. Sobre estos cimientos se puede construir con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno o paja, pero la obra de cada cual quedará patente; la pondrá al descubierto el Día, que vendrá acompañado de fuego. Y el fuego probará la calidad de la obra de cada cual. Aquél cuya obra, construida sobre los cimientos, resista, recibirá la recompensa. Mas aquél cuya obra quede abrasada, sufrirá el castigo. Él, no obstante, quedará a salvo, pero como quien escapa del fuego*. ¿No sabéis que sois templo* de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá* a él; porque el templo de Dios es sagrado, y vosotros sois ese templo.
Ver contexto