I Reyes 11, 14-25

Yahvé suscitó a Salomón un adversario: Hadad el edomita, de la estirpe real de Edom. Cuando David derrotó a Edom, Joab, jefe del ejército, subió a dar sepultura a los muertos y mató a todos los varones de Edom. Joab y los israelitas permanecieron allí seis meses, hasta que exterminaron a todos los varones de Edom. Pero Hadad huyó en dirección a Egipto, junto con algunos hombres edomitas de entre los servidores de su padre. Hadad era entonces un muchacho joven. Partieron de Madián y llegaron a Farán, donde tomaron algunos hombres. Una vez llegados a Egipto, se presentaron al faraón, quien le dio casa, le prometió sustento y le concedió tierras. Hadad encontró gran favor en la persona del faraón, que le dio como mujer a la hermana de su mujer, la hermana de la Gran Dama Tajfenés*. La hermana de Tajfenés le dio a luz a su hijo Guenubat. Tajfenés lo crió* en el palacio del faraón; así que Guenubat vivió en el palacio del faraón con los hijos de éste. Cuando Hadad se enteró de que David había reposado con sus antepasados y que Joab, jefe del ejército, había muerto, dijo al faraón: «Deja que me vaya, pues quiero regresar a mi tierra.» El faraón le dijo: «¿Qué te falta aquí, a mi lado, para que trates de ir a tu tierra?» Él respondió: «Nada, pero permite que me vaya.»
(25b) Hadad regresó a su tierra. El mal hecho por Hadad consistió en rechazar la autoridad de Israel y reinar en Edom. Dios le suscitó otro adversario: Rezón, hijo de Elyadá, que había huido de su señor Hadadézer, rey de Sobá. Se le unieron algunos hombres y se hizo jefe de banda (en el tiempo en que David los mató). Fueron a Damasco, se instalaron allí y establecieron un reino. (25a) Fue un adversario de Israel durante toda la vida de Salomón*.
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