II Corintios 11, 5-12

Sin embargo, no me juzgo en nada inferior a esos «superapóstoles*». Puede que carezca de elocuencia, pero no de ciencia. Y os lo hemos podido demostrar siempre y en presencia de todos*. ¿Voy a ser ahora culpable de haberme rebajado a mí mismo para ensalzaros a vosotros, anunciándoos gratuitamente el Evangelio de Dios? A otras iglesias despojé, aceptando de ellas medios de subsistencia para poder serviros. Cuando estuve entre vosotros, me vi necesitado; pero no fui gravoso a nadie. Fueron los hermanos llegados de Macedonia los que remediaron mi necesidad. Siempre evité el seros gravoso, y lo seguiré evitando. Tan seguro estoy de la verdad de Cristo que está en mí como de que nadie podrá privarme de este motivo de orgullo en las regiones de Acaya. ¿Por qué? ¿Porque no os quiero? ¡Dios sabe que sí! Y continuaré haciendo lo que hago, para no dar facilidades a los que buscan algún pretexto para decir que tienen los mismos motivos de orgullo que nosotros*.
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