II Pedro  1, 19-21

Contamos también con la firmísima palabra de los profetas*. Hacéis bien en prestarle atención, como si fuera una lámpara que ilumina un lugar oscuro, en espera de que despunte el día y surja en vuestros corazones el lucero de la mañana. Pero, ante todo, tened presente que ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia, pues nunca profecía alguna fue fruto de la voluntad humana. Los profetas fueron hombres que hablaban de parte de Dios movidos por el Espíritu Santo*.
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