Hechos 15, 5-29

Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían abrazado la fe, se levantaron* para decir que era necesario circuncidar a los gentiles y mandarles guardar la Ley de Moisés*. Se reunieron entonces los apóstoles y presbíteros* para tratar este asunto. Después de una larga discusión, Pedro se levantó* y les dijo: «Hermanos, vosotros sabéis que ya desde los primeros días me eligió Dios entre vosotros para que por mi boca oyesen los gentiles la palabra de la Buena Nueva y creyeran. Y Dios, que conoce el interior de las personas, dio testimonio en su favor comunicándoles el Espíritu Santo, como a nosotros. Y no hizo distinción alguna entre ellos y nosotros, pues purificó sus corazones con la fe*. ¿Por qué, pues, ahora tentáis a Dios* imponiendo sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros antepasados ni nosotros pudimos sobrellevar? Nosotros creemos más bien que nos salvamos por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos*.» Toda la asamblea calló* entonces para escuchar a Bernabé y a Pablo contar todos los signos y prodigios que Dios había realizado por medio de ellos entre los gentiles. Cuando terminaron de hablar, tomó Santiago* la palabra: «Hermanos, escuchadme. Simeón* ha referido cómo Dios intervino por primera vez para procurarse entre los gentiles un pueblo que honrase su Nombre. Con esto concuerdan los oráculos de los Profetas, según está escrito*: «Después de esto volveré y reconstruiré la tienda de David que está caída; reconstruiré sus ruinas, y la volveré a levantar. Para que el resto de los hombres busque al Señor, y todas las naciones que han sido consagradas a mi nombre*, dice el Señor, que hace que estas cosas sean conocidas desde antiguo*. «Por esto, juzgo* yo que no se debe molestar a los gentiles que se conviertan a Dios. Les diremos por escrito que se abstengan de lo que ha sido contaminado por los ídolos*, de la impureza*, de los animales estrangulados y de la sangre*. Todas las ciudades tienen ya desde antaño personas que predican lo que dijo Moisés, cuando se leen las Escrituras cada sábado en las sinagogas.» Entonces decidieron los apóstoles y presbíteros, de acuerdo con toda la iglesia, elegir de entre ellos algunos hombres y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Enviaron en concreto a Judas, llamado Barsabás*, y a Silas*, que eran dirigentes entre los hermanos. Por su medio les enviaron esta carta: «Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos venidos de la gentilidad que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia. Habiendo sabido que algunos de entre nosotros, sin mandato nuestro, os han perturbado con sus palabras, trastornando vuestros ánimos, hemos decidido de común acuerdo elegir algunos hombres y enviarlos a vosotros, juntamente con nuestros queridos Bernabé y Pablo, hombres que han entregado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo. Enviamos, pues, a Judas y Silas, quienes os expondrán esto mismo de viva voz: Que hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que éstas indispensables: abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de la impureza. Haréis bien* en guardaros de estas cosas. Adiós.»
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