Isaías 53, 1-10

¿Quién creyó en nuestra noticia? ¿A quién le fue revelado* el brazo poderoso de Yahvé? Creció ante él como un retoño, como raíz* en tierra reseca. No tenía apariencia ni presencia; (le vimos) y carecía de aspecto que pudiésemos estimar. Despreciado, marginado, hombre doliente y enfermizo, como de taparse el rostro por no verle. Despreciable, un Don Nadie. ¡Y de hecho cargó con nuestros males y soportó todas nuestras dolencias! Nosotros le tuvimos por azotado, herido por Dios y humillado. Mas fue herido por nuestras faltas, molido por nuestras culpas. Soportó el castigo que nos regenera, y fuimos curados con sus heridas. Todos errábamos como ovejas, cada uno marchaba por su camino, y Yahvé descargó sobre él la culpa de todos nosotros. Fue oprimido y humillado, pero él no abrió la boca. Como cordero llevado al degüello*, como oveja que va a ser esquilada, permaneció mudo, sin abrir la boca. Detenido, sin defensor y sin juicio, ¿quién se ocupó de su generación*? Fue arrancado de la tierra de los vivos, herido por las rebeldías de su pueblo*; pusieron su tumba entre malvados, su sepultura entre malhechores*. Por más que no cometió atropellos ni hubo nunca mentiras en su boca, Yahvé quiso quebrantarlo con males. Si se da* a sí mismo en expiación, verá descendencia, alargará sus días; su mano ejecutará el designio de Yahvé.
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