Lucas 20, 9-19

Se puso a decir a la gente esta parábola: «Un hombre plantó una viña, la arrendó a unos labradores y se ausentó por mucho tiempo. «A su debido tiempo, envió un siervo a los labradores para que le diesen una parte del producto de la viña. Pero los labradores lo apalearon y lo despacharon con las manos vacías. Volvió a enviar otro siervo, pero también a él lo apalearon, le insultaron y lo despacharon con las manos vacías. Envió después un tercero, pero también a éste lo malhirieron y lo echaron. El dueño de la viña pensó: ‘¿Qué puedo hacer? Voy a enviar a mi hijo querido; tal vez lo respeten.’ Pero los labradores, al verle, se dijeron entre sí: ‘Éste es el heredero; matémosle, y su heredad será para nosotros.’ Lo echaron fuera de la viña y lo mataron. «¿Qué hará ahora con ellos el dueño de la viña? Vendrá, dará muerte a estos labradores y entregará la viña a otros.» Al oír esto, dijeron: «¡Dios no lo quiera!» Pero él, clavando en ellos la mirada, dijo: «¿Qué es, pues, lo que está escrito: La piedra que los constructores desecharon en piedra angular se ha convertido? Todo el que caiga sobre esta piedra se destrozará, y aquel sobre quien ella caiga quedará aplastado.» Los escribas y los sumos sacerdotes comprendieron que había dicho aquella parábola por ellos y trataron de echarle mano en aquel mismo momento, pero tuvieron miedo de la gente.
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