Sabiduría 10, 6-8

Durante el exterminio de los impíos, ella salvó al justo*, cuando huía del fuego que caía sobre la Pentápolis. De su maldad todavía quedan como testigos una tierra desolada y humeante y unas plantas con frutos malogrados; y, como monumento al alma incrédula, se levanta una estatua de sal. Pues, al apartarse de la sabiduría, no sólo sufrieron la desgracia de ignorar el bien, sino que además legaron a la historia un recuerdo de su insensatez, para que sus faltas no quedaran ocultas.
Ver contexto