Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Poema Cuarto (5:2-6:3).
U na nueva escena dentro del drama espiritual erótico del libro. En el poema anterior, los esposos estaban reunidos con sus amigos en el jardín, que simboliza el acto final de los desposorios. Ahora la esposa aparece en su casa separada del amado de su alma. De nuevo aparecen las ansias de encuentro entre ambos para terminar unidos amorosamente en el jardín de balsameras. Las ideas, pues, son las mismas bajo diversas situaciones psicológicas imaginarias. El amor no agota jamás la materia. Posee el arte de decir las mismas cosas sin repetirse l. El poema cuarto tiene mucho de parecido con el segundo, donde se presenta a la esposa en su lecho primero, para después lanzarla por la ciudad en busca de su amado.
En busca del amado (5:2-7).
Esposa. Yo duermo, pero mi corazón vela. Es la voz del amado que llama:
Esposo. ¡ábreme, hermana mía, amada mía,
paloma mía, inmaculada mía! 2
Que está mi cabeza cubierta de rocío
y mis cabellos de la escarcha de la noche. Esposa. -1
Ya me he quitado la túnica.
¿Cómo volver a vestirme?
Ya me he lavado los pies.
¿Cómo volver a ensuciarlos?
4 Mi amado metió su mano por el agujero (de la llave)
y mis entrañas se estremecieron por él.
5 Me levanté para abrir a mi amado* Mis manos destilaron mirra,
y mis dedos mirra exquisita, en el pestillo de la cerradura.
6
Abrí a mi amado,
pero mi amado, desvaneciéndose, había desaparecido.
Mi alma salió por su palabra 3
.
Le busqué, mas no le hallé.
Le llamé, mas no me respondió.
7
Encontráronme los centinelas que rondan la ciudad,
me golpearon, me hirieron.
Me quitaron mi velo
los centinelas de las murallas. La presencia del esposo es la obsesión del corazón enamorado de la esposa. Constantemente piensa en él, y aun cuando
duerme, su espíritu
vela pensando en el amado de su alma. Cuando entre sueños estaba pensando en el esposo ausente, se oye la
voz de éste, que llama a la puerta. Su palabra es entrecortada y jadeante, cargada de apelativos cariñosos, que reflejan las ansias amorosas de su alma: ¡
Hermana mía, paloma mía, inmaculada mía! Para acelerar la reacción de su esposa declara su actual penosa situación, pues se halla a la intemperie con su cabeza descubierta, inundada de
rocío y de la fría
escarcha de la noche. La respuesta de la esposa es frivola y cruel, pero muy en consonancia con la psicología de las enamoradas, que tratan de hacerse interesantes y despertar las reacciones amorosas en los que saben que están ciegos de amor por ellas. El esposo del poema está jugando constantemente al escondite con su amada, desapareciendo cuando ésta lo cree en sus manos de un modo definitivo. A esta conducta desconcertante responde ella mostrándose indiferente, esperando que su amado fuerce la cerradura, mostrando así su interés por ella. Las excusas de la esposa son muy femeninas: está desnuda, y no va a darse el trabajo de vestirse de nuevo; se ha lavado los pies para acostarse, y no es cosa de volver a mancharlos para lavarlos de nuevo (v.3).
Pero la reacción del esposo no era esperada por la calculadora esposa: hizo ademán de forzar la cerradura (v.4), pero al punto se alejó. Cuando la esposa salió a abrirle la puerta, había desaparecido, quedándose ella burlada en su treta amorosa. Ella, antes de abrir, había tenido el cuidado de tocar con sus manos perfumadas el
pestillo de la cerradura para excitar las ansias amorosas del amado (v.5). La súbita c inesperada desaparición de éste la sumió en la mayor perplejidad y desilusión: su
alma su pensamiento
salió en pos de él como desfallecida por la
palabra o declaraciones de amor antes expresadas. Reaccionando, con toda audacia se lanzó la esposa por la ciudad en busca del amado, arrostrando los malos tratos de los
centinelas nocturnos que la encontraron. El poeta detalla estas circunstancias para encarecer las pruebas de la esposa, ciega de amor por su esposo. Las procacidades de los soldados culminaron en el gesto de
quitarle el velo que cubría su rostro, sin duda similar al que aún llevan las beduinas del desierto de Judá.
La descripción del esposo (8-16).
Esposa. 8
Os conjuro, hijas de Jerusalén,
que, si encontráis a mi amado,
le digáis que desfallezco de amor Coro. 9
¿En qué se distingue tu amado 4
,
oh la más hermosa de las mujeres?
¿En qué se distingue tu amado, tú que así nos conjuras? Esposa. 10
Mi amado es fresco y colorado,
se distingue entre millares.
11
Su cabeza es oro puro,
sus rizos son racimos de dátiles, negros como el cuervo.
12
Sus ojos son palomas posadas al borde de las aguas, que se han bañado en leche
y descansan a la orilla del arroyo.
13
Sus mejillas son jardín de balsameras, teso de plantas aromáticas;
sus labios son dos lirios que destilan exquisita mirra.
14
Sus manos son anillos de oro guarnecidos de piedras de Tarsis. Su vientre es una masa de marfil cuajada de zafiros.
15
Sus piernas son columnas de alabastro asentadas sobre basas de oro puro.
Su aspecto es como el Líbano, gallardo como el cedro.
16
Su garganta es todo suavidad, todo él un encanto.
Ese es mi amado, ése es mi amigo, hijas de Jerusalén. Después de la infructuosa búsqueda del amado, la esposa se dirige a la corte de doncellas para que la ayuden a dar con su paradero. Su conjuración es patética, pues se siente desfallecer por su ausencia 5. Pero ellas ignoran las características personales del esposo. Su interrogación es un artificio literario para introducir la descripción detallada de él6. La descripción es la réplica de la de la esposa que hemos visto en 4:1-15, y, como ésta, tiene los visos de una idealización poética en conformidad con la profundidad del amor.
|El rostro del amado es refulgente y lleno de vigor
fresco y colorado , en consonancia con su vigorosa juventud. Por ello se destaca del común del pueblo 7. Es fácil, pues, distinguirlo en las asambleas públicas. Su cabeza es de valor inapreciable, como el
oro puro; su cabellera negra, como la de la esposa 8; sus ojos son dulces como los de la
paloma, y humedecidos, parece que se han posado junto a los arroyos después de haberse bañado en
leche. Estas metáforas pertenecen a la poesía pura, y, por tanto, no debemos preguntarnos por la verosimilitud de las mismas. La
leche aparece en la poesía oriental como algo exquisito, y por eso el poeta no encuentra más delicado e insinuante que comparar al esposo a una bandada de palomas posadas al borde de las aguas después de haberse bañado en leche.
Las
mejillas de la esposa eran comparadas a dos mitades de granada 9; las del esposo son dos parterres exuberantes de aromas; los
labios de la esposa eran un hilo de púrpura 10; los del esposo son dos
lirios, que exhalan dulzura atrayente como la
exquisita mirra. Sus manos, su vientre, sus piernas, son de oro, de marfil, de alabastro. Se acumulan los metales preciosos y lo más valioso para describir idealmente la belleza del más hermoso entre los hombres. La imaginación del poeta se dispara, y pone en boca de la esposa la descripción más deslumbrante que se puede concebir. No es necesario, pues, buscar la realización de estos detalles descriptivos, que tienen un valor simbólico idealizador. Finalmente, se presenta al esposo
gallardo y esbelto como las cimas y los cedros del Líbano. Su palabra su
garganta es la misma suavidad; por eso es el
amado y el
amigo ideal de la esposa.
La mutua posesión (6:1-3).
Coro. 6
l ¿Adonde fue tu amado,
oh tú, la más hermosa de las mujeres?
¿Qué dirección ha tomado tu amado,
para ir contigo en busca de él? Esposa. 2
Bajó mi amado a su jardín,
a los macizos de las balsameras,
para apacentar (su rebaño) en los vergeles
y coger azucenas.
3
Yo soy para mi amado, y mi amado para mí,
el que pastorea entre azucenas. Una vez declaradas las características externas del esposo, las doncellas inquieren el camino que ha tomado, para buscarlo con toda solicitud juntamente con la esposa. También la interrogación es un artificio literario para dar a entender que el esposo ya está localizado, pues no podía estar fuera de su
jardín símbolo de los desposorios , donde encuentra su plena felicidad en unión con su amada 11. La libertad de alto vuelo que se arroga el poeta suprime las dificultades: no hay en el Cantar otra geografía ni otra cronología que las de un vehemente amor; no hay otras reglas que las de la poesía 12. Así, inesperadamente, el poeta presenta al esposo en su oficio de pastor, pero no por los montes, sino en los vergeles floridos, todo lo cual es irreal, como no es verosímil que un hombre se entretenga en
coger azucenas. Todo ello simboliza el encuentro de los dos esposos, que se entregan poéticamente al ejercicio del amor. Es lo que declara abiertamente la esposa:
Yo soy para mi amado, y mi amado para mí. Bajo diferentes símiles se encierra siempre la misma realidad; cada poema se termina con la dichosa posesión de los corazones enamorados: a la sombra del manzano 13, en la sala del festín 14, el abrazo amoroso 15, el encuentro en la casa materna 16, la entrada en el jardín para comer los frutos más apetecidos 17, y ahora en el vergel del esposo entregado al pastoreo más poético, entre azucenas.
1 D. Buzy, o.c., 332. 2 Lit. el TM: mi íntegra. 3 El v.6c es considerado por algunos críticos como fuera de lugar. Parece que su lugar más apropiado es después del v.4. 4 Lit.: ¿qué tiene tu amado sobre otro amado? 5 Cf.
Can_2:7;
Can_3:5. 6 En los poemas anteriores, el coro de doncellas conocía al esposo (cf. 1:8; 2:7; 3:5). Pero os poemas tienen individualidad literaria propia, y las escenas se construyen con toda libertad imaginativa. 7 Los alegoristas ven en esta expresión una alusión a la categoría excepcional de Yahvé, que se distingue manifiestamente de los ídolos de los otros pueblos. 8 Cf.
Can_4:1 : su cabellera semejante a un rebaño de cabras. 9
Can_4:3. 10
Can_4:3. 11 Los alegoristas ven aquí una alusión al exilio de Israel en Babilonia. 12 D. Buzy, o.c., 341. 13 Gant 2:3. 15
Can_2:6. 14 Gant 2:4-5. 15
Can_4:1. 16 Gant 3:4.