Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
4. Nueva visión de Nabucodonosor interpretada por Daniel.
Sigue la finalidad apologética del libro. Hasta ahora ha demostrado la superioridad del Dios de los judíos y su providencia particular sobre sus siervos fieles. Ahora va a demostrar ese poder omnímodo que tiene Dios sobre los reyes, humillándolos hasta el extremo. El omnipotente y despótico rey de Babilonia es reducido al estado de bestia como castigo divino hasta que reconociera el poder del Dios de los judíos. El estilo se mueve en la misma línea que los capítulos anteriores. Y su historicidad ha de juzgarse según los principios antes expuestos. El esquema del relato es en todo similar a lo que se dice en lo referente a la visión de la estatua.
La visión del árbol (1-15).
l Yo, Nabucodonosor, vivía tranquilo en mi casa, feliz en mi palacio, 2 y tuve un sueño que me espantó, y los pensamientos que me perseguían en mi lecho y las visiones de mi espíritu me llenaron de turbación. 3 Hice que vinieran ante mí todos los sabios de Babilonia para que me diesen la interpretación del sueño. 4 Vinieron, pues, los magos, los astrólogos, los caldeos y los adivinos, y les expuse el sueño; pero nunca pudieron darme la interpretación, 5 hasta que vino ante mí Daniel, cuyo nombre es Baltasar, del nombre de mi dios, y en el cual reside el espíritu de los dioses santos. Expliquéle mi sueño, dicíéndo-dole: 6 Baltasar, tú, jefe de los magos, que tienes en ti, yo lo sé, el espíritu de los dioses santos y a quien ningún misterio se oculta, dame la explicación de las visiones que en sueño he tenido. 7 He aquí las visiones de mi espíritu mientras estaba en mi lecho. Miraba yo y vi en medio de la tierra un árbol alto sobremanera. 8El árbol había crecido y se había hecho muy fuerte, y su cima tocaba en los cielos, y se le veía desde los confines de toda la tierra. 9 Era de hermosa copa y de abundantes frutos, y había en él mantenimiento para todos. Las bestias del campo se resguardaban a su sombra, y en sus ramas anidaban las aves del cielo, y todos los vivientes se alimentaban de él. 10 En las visiones de mi espíritu en mi lecho vi que bajaba del cielo uno de esos que velan y son santos, 11y, gritando fuertemente, dijo: Abatid el árbol y cortad sus ramas, sacudid su follaje y diseminad los frutos, que huyan de debajo de él las bestias y las aves del cielo de sus ramas; 12 pero dejad en la tierra el tronco con sus raíces y atadle con cadenas de hierro y de bronce, y quédese así entre las hierbas del campo, que le empape el rocío y tenga por parte suya, como las bestias, la hierba de la tierra. 13 Quítese su corazón de hombre y désele un corazón de bestia, y pasen sobre él siete tiempos. 14 Esta sentencia es decreto de los vigiles, es resolución de los santos, para que sepan los vivientes que el Altísimo es dueño del reino de los hombres y lo da a quien le place, y puede poner sobre él ai más bajo de los hombres. 15 Este es el sueño que tuve yo, el rey Nabucodonosor. Tú, Baltasar, da la interpretación, ya que ninguno de los sabios de mi reino ha podido dármela, tú puedes darla, porque tienes en ti el espíritu de los dioses santos.
El relato del sueño está en estilo directo en los mismos labios de Nabucodonosor. El modo artificial del relato salta a los ojos. La moraleja que el hagiógrafo quería sacar de la visión la expresa el mismo rey, a saber,
que el Altísimo es
dueño del reino de los hombres (v.14). El conjunto del relato da la impresión de ser como una parábola en la que los protagonistas expresan alternativamente la evolución del pensamiento del hagiógrafo conforme a las ideas teológicas que quiere inculcar. De nuevo se pone de relieve la impotencia de los magos y adivinos de Babilonia para interpretar el sueño del rey (v.3).
En un momento de euforia por sus triunfos, estaba considerando el rey su imperio y se comparaba a un gran cedro que bajo su sombra cobijaba a todos los pueblos. Exaltado por estos pensamientos megalómanos, tuvo un sueño que nadie pudo interpretar. En sueños vio un árbol inmenso muy semejante al que nos describe Ezequiel simbolizando a Asiría 1. Quizá el hagiógrafo, al componer su narración, se sirvió de la descripción de aquél. De todos modos, el árbol parece simbolizar al propio Nabucodonosor, como explicará Daniel. El árbol frondoso es abatido por orden de un ser misterioso al que se le llama
vígil y santo (v.10), que en el contexto es un
ángel, llamado así por estar siempre pronto a cumplir las órdenes de Dios 2. Es la primera vez que aparece el nombre de
vígil aplicado a los ángeles, pero esa denominación se hace común en la literatura apócrifa judía posterior 3. El árbol debe ser podado de ramas,.quedando sólo el tronco, y éste rodeado de
cadenas (v.12), cuyo simbolismo aparecerá en la explicación ulterior.
El hagiógrafo pasa del símbolo a la cosa significada, y así, del árbol pasa al personaje representado por él, es decir, el mismo Nabucodonosor, al que se le quita su
corazón de hombre y se le da un
corazón de bestia (v.15), viviendo durante
siete tiempos, o años4, en el campo como una bestia del campo, sintiendo sobre sus espaldas el rocío y comiendo la
hierba de la tierra (v.12). La frase corazón
de hombre alude a la inteligencia 5 y a los afectos humanos. El castigo, pues, consistirá en que el rey perderá su conciencia de
hombre, cayendo en un estado amenté, creyéndose una
bestia; es la enfermedad llamada
zoantropía o
lycantropia, bajo cuyo efecto el hombre se considera un animal. Este castigo decretado contra el rey es obra de los
vigiles o ángeles, que constituyen como un consejo celestial6. Son los mandatarios de Dios, y por eso su sentencia es la sentencia de Dios mismo. El hagiógrafo hace confesar al propio Nabucodonosor
que todo lo que va a suceder proviene de los ángeles de Dios, para que quede claro que el Altísimo es dueño de los reinos (v.14).
Una vez expuesto el sueño, el rey invita a Daniel a exponer su sentido. Le llama por su nombre,
Baltasar, aludiendo a la etimología de este nombre relacionada con el dios de Nabucodonosor, Bel-Marduk7. Confiesa que en él reside el
espíritu de los dioses santos (v.6), como había quedado patente en la interpretación del sueño anterior.
Interpretación del sueño (16-24).
16 Entonces Daniel, llamado Baltasar, se quedó por algún tiempo estupefacto y turbado por sus pensamientos. Díjole el rey: Baltasar, que no te turbe el sueño y su interpretación. Y Baltasar respondió: Mi señor, que el sueño sea para tus enemigos, y la interpretación para tus adversarios. 17 El árbol que viste que se había hecho grande y fuerte, y que con su cima tocaba los cielos y que se veía desde toda la tierra, 18 de hermosa copa y de tan abundante fruto que había en él alimento para todos, y bajo el cual se resguardaban las bestias del campo y en cuyas ramas anidaban las aves del cielo, 19 eres tú, ¡oh rey! que has venido a ser grande y fuerte, y cuya grandeza se ha acrecentado y ha llegado hasta los cielos, y cuya dominación se extiende hasta los confines de la tierra. 20 Vio el rey bajar de los cielos a uno de esos que velan y son santos, y decir: Abatid el árbol y destruidle, pero dejar en la tierra el tronco con las raíces y atadle con cadenas de hierro y de bronce entre la hierba del campo; que le empape el rocío del cielo y tenga su parte con las bestias del campo hasta que sobre él pasen siete tiempos. 21 He aquí, ¡oh rey! la interpretación y el decreto del Altísimo, que se cumplirá en mi señor, el rey. 22 Te arrojarán de en medio de los hombres y morarás entre las bestias del campo, y te darán a comer hierba como a los bueyes, te empapará el rocío del cielo y pasarán sobre ti siete tiempos hasta que sepas que el Altísimo es el dueño del reino de los hombres y se lo da a quien le place. 23 Lo de dejar el tronco donde se hallan las raíces, significa que tu reino te quedará cuando reconozcas que el cielo es quien domina 8. 24 Por tanto, ¡oh rey! sírvete aceptar mi consejo: redime tus pecados con justicia, y tus iniquidades con misericordia a los pobres, y quizá se prolongará tu dicha. Daniel se siente embarazado antes de contestar, pues sabe que lo que va a decir es contrario a los intereses del rey. Al fin habla y le declara el sentido de la misteriosa visión: el
árbol frondoso es Nabucodonosor mismo (v. 17). Será abatido y cortado hasta el tronco y será encadenado como amenté (v.21), siendo arrojado al campo para llevar vida de bestia (v.22). El árbol no fue totalmente desenraizado, sino que ha sido dejado con
tronco (v.23), para indicar que volverá
a brotar cuando pase la prueba y reconozca sus pecados y sea misericordioso con los pobres.
Locura y curación de Nabucodonosor (25-34).
25 Todo esto tuvo cumplimiento en Nabucodonosor, rey. 26 Al cabo de doce meses, mientras se paseaba en su palacio de Babilonia, 27 se puso a hablar, y dijo: ¿No es ésta Babilonia la grande, que yo, por el poder de mi fuerza y la gloria de mi magnificencia, he edificado para residencia real? 28 Todavía estaba la palabra en su boca, cuando bajó del cielo una voz: 29 Sabe, ¡oh rey Nabucodonosor! que te va a ser quitado el reino. Te arrojarán de en medio de los hombres, morarás con las bestias del campo y te darán a comer hierba como a los bueyes, y pasarán sobre ti siete tiempos hasta que sepas que el Altísimo es dueño del reino de los hombres y se lo da a quien le place. 30 Al momento se cumplió en Nabucodonosor la palabra: fue arrojado de en medio de los hombres y comió hierba como los bueyes, y su cuerpo se empapó del rocío del cielo, hasta que llegaron a crecerle los cabellos como plumas de águila, y las uñas como las de las aves de rapiña. 31 Al cabo del tiempo señalado, yo, Nabucodonosor, alcé mis ojos al cielo y recobré la razón. Yo bendigo al Altísimo, alabo y glorifico al que domina con eterno dominio y cuyo reino perdura de generación en generación. 32 A sus ojos, todos los habitantes de la tierra son nada, y con el ejército de los cielos y con los habitantes de la tierra hace según su voluntad, sin que nadie pueda resistir a su mano y decirle: ¿Qué es lo que haces? 33 Recobré entonces la razón y me fueron devueltas la gloria de mi reino, mi. magnificencia y mi grandeza, y rne llamaron mis consejeros y mis grandes, y fui restablecido en mi reino, y todavía se acrecentó mi poderío; 34 y ahora yo, Nabucodonosor, ensalzo y glorifico al Rey del cielo, cuyas obras todas son verdad, cuyos caminos son todos justos y que puede humillar a los que andan en soberbia. El hagiógrafo destaca que el castigo de Nabucodonosor le sobrevino por su orgullo e insolencia, al considerar como suya la grandeza y opulencia de la ciudad de Babilonia. En la mentalidad del autor sagrado sólo Dios es quien entroniza y destrona, y los imperios sucesivos en la historia no son sino etapas pasajeras ordenadas por Dios hasta la manifestación del reino de Dios. La locura de Nabucodonosor le sobrevino después de
doce meses (v.25), lapso de tiempo necesario
para que pudiera arrepentirse, según le anunció Daniel. En su vanagloria hizo caso omiso de la predicción de éste, y Dios le castigó con la mayor humillación que puede sufrir un hombre: perder la conciencia de su personalidad humana.
La frase orgullosa del rey está muy en consonancia con las inscripciones que nos dejó en sus numerosas construcciones mastodónticas, en las que habla de mi querida Babilonia, la ciudad que yo amo, y el palacio, la admiración del pueblo, el sitial de la realeza, la morada de la felicidad. Aquí Nabucodonosor se deja llevar de su vanidad. Al punto es castigado por Dios con la enfermedad de
lycantropía o
zoantropía, perdiendo su conciencia de hombre y pretendiendo llevar una vida como las bestias, dejándose crecer los cabellos y las uñas desmesuradamente (v.30). La frase del hagiógrafo es irónica, pues quiere contrastar la grandeza anterior con la realidad presente.
En realidad no sabemos por la historia extrabíblica que Nabucodonosor haya sufrido tal amencia y haya abandonado el reino por algún tiempo. Algunos autores creen que debe sustituirse el nombre de
Nabucodonosor por el de
Nabónides, que durante algún tiempo dejó el poder a su hijo Baltasar y se retiró a Tema, en Arabia 9. Eusebio cuenta un relato de Nabucodonosor que pudiera tener alguna analogía con el relato bíblico 10, pero en el fondo no se trata de una pérdida de la razón del monarca. No debemos perder de vista el fin
didáctico del fragmento en la mente del hagiógrafo, y, por otra parte, la forma artificial con que el hecho es presentado por el mismo Nabucodonosor, que no parece muy verosímil en los modos de ser del déspota babilonio, sobre todo las confesiones de fe y de reconocimiento al Dios de los judíos.
El compilador, pues, pudo recoger tradiciones populares de la época del exilio, adornándolas conforme a sus finalidades temáticas de exposición. Algunos autores incluso han querido ver en el nombre de Nabucodonosor un seudónimo del perseguidor Antíoco IV Epifanes, pero nada favorece esta hipótesis, ya que no sabemos que el perseguidor de los judíos haya reconocido la supremacía del Dios de éstos. Es más sencillo suponer que nos hallamos ante relatos en los que lo ideológico priva sobre lo histórico.
1 Cf. Ez 32:1ss. 2
1Re_22:19;
Dan_7:10;
Tob_12:15;
Job_1:8;
Job_2:3;
Isa_62:6. 3
Apocalipsis de Henoc 12:4; 13:10. 4 Para esta denominación equivalente a años cf. 7:27;
Gen_10:18. Siete puede designar simplemente largo tiempo (
Gen_3:19). 5 Sobre el
corazón como sede de la
inteligencia véase
1Re_10:24;
Jer_5:21;
Sal_90:12;
Pro_15:14;
Job_9:4;
Job_36:5. 6 Cf.
1Re_22:195;
Job_1:6;
Job_2:1;
Job_15:8. 7 El nombre
Baltasar en babilonio puede considerarse como teóforo, descomponiéndolo así:
Bel-balatsu-usur = Bel protege su vida. 8
Cielo aquí equivale a Dios. Es una denominación que sólo aparece en la época macabea:
1Ma_3:18-19;
1Ma_4:10;
1Ma_24:55;
2Ma_9:20. Es un indicio más de la época de composición del libro de Daniel. 9 Sobre esta interpretación véase E. Dhorme: RB 9 (1912) 373; I. Plesis, en
Dict. óe la Bible Suppl. I (1928) 799. 10 Según Eusebio, que sigue la historia asiría de Abideno (200 a.C.), Nabucodonosor, estando sobre la
terraza de su palacio, se sintió invadido por el espíritu de profecía y anunció la invasión de Ciro, al que llamó mulo persa; después de lo cual desapareció de repente de la sociedad. Pero no se alude a su locura. Véase Eusebio,
Praep, Evang. 9:41: PG 21:762A.