Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
12. El Santuario único.
L os capítulos anteriores tienen el carácter de introducción exhortatoria para el cumplimiento de los preceptos que a continuación se determinan. Los c.12-26ss constituyen el núcleo substancial del Deuteronomio
y contienen la exposición de la Ley mosaica. El estilo es oratorio y muy diferente del legislativo que hemos visto en el
código de la alianza. Se distinguen las siguientes grandes secciones:
a)
legislación de la vida religiosa (12.1-16:17);
b)
legislación relativa a las instituciones sociales: jueces, reyes, sacerdotes y profetas (16:18-18:22);
c)
derecho criminal, familiar y social (19:1-25:19);
d)
conclusión parenética (c.26).
1
He aquí, pues, las leyes y preceptos que cuidaréis de poner por obra en la tierra que Yahvé, Dios de vuestros padres, os dará en posesión todo el tiempo que viváis sobre la tierra. 2
Destruiréis enteramente todos los lugares donde las gentes que vais a desposeer han dado culto a sus dioses sobre los altos montes, sobre los collados y bajo todo árbol frondoso; 3
abatiréis sus altares, romperéis sus cipos, destruiréis sus aseras, quemaréis sus imágenes talladas y sus dioses y haréis desaparecer de la memoria sus nombres. 4
No haréis así cuanto a Yahvé, vuestro Dios, 5
sino que le buscaréis en el lugar que él elija entre todas las tribus, para poner en él su santo nombre y hacer en él su morada; allá iréis; 6
allí le presentaréis vuestros holocaustos y sacrificios, vuestras décimas, vuestras primicias y la ofrenda alzada de vuestras manos, vuestros votos y oblaciones voluntarias, y los primogénitos de vuestras vacas y ovejas. 7
Allí comeréis delante de Yahvé, vuestro Dios, y os regocijaréis vosotros y vuestras familias, gozando de los bienes que vuestras manos adquieran y con que Yahvé, tu Dios, te bendiga. 8
No haréis cada uno como bien le parezca, como lo hacemos nosotros aquí ahora, 9
porque no habéis llegado todavía al descanso y a la heredad que Yahvé, tu Dios, te da. 10
Mas pasaréis el Jordán y habitaréis en la tierra que Yahvé, vuestro Dios, os dará en heredad; y entonces os dará reposo contra todos vuestros enemigos que os rodean y habitaréis en seguridad, 11
Entonces, en el lugar que Yahvé, vuestro Dios, elija para que en él more su santo nombre, allá llevaréis todo lo que yo os mando: vuestros holocaustos, vuestros sacrificios, vuestras décimas, las ofrendas elevadas de vuestras manos y las ofrendas escogidas de vuestros votos a Yahvé. 12
Allí os regocijaréis en la presencia de Yahvé, vuestro Dios; vosotros, vuestros hijos, vuestras hijas, vuestros siervos y vuestras siervas, y el levita que está dentro de vuestras puertas, ya que éste no ha recibido parte y heredad con vosotros. 13
Guárdate de ofrecer holocaustos en cualquier lugar a que llegues; 14
los ofrecerás en el lugar que Yahvé haya elegido en una de tus tribus; allí liarás todo lo que yo te mando. 15
Pero cuando quieras podrás matar y comer la carne en todas tus ciudades, conforme a la bendición que Yahvé, tu Dios, te haya otorgado. Podrán comerla lo mismo el impío que el puro, como se hace con la gacela y el ciervo; 16
mas no comerás sangre; la derramarás sobre la tierra como el agua. 17
No podrás comer en cualquiera de tus ciudades las décimas de tu trigo, de tu mosto y de tu aceite, ni los primogénitos de tus vacas y tus ovejas, ni nada de cuanto ofrezcas en cumplimiento de un voto; ni tus ofrendas voluntarias, ni las oblaciones de la elevación. 18
Delante de Yahvé, tu Dios, en el lugar que Yahvé, tu Dios, elija, las comerás, tú, tu hijo y tu hija, tu siervo y tu sierva y el levita que more en tus ciudades; allí te regocijarás ante Yahvé, tu Dios, disfrutando de los bienes que adquiera tu mano. 19
Guárdate de desamparar al levita en todo el tiempo que vivas sobre tu tierra. 20
Cuando Yahvé tu Dios, haya extendido tus fronteras, como te lo ha prometido, y digas: Quiero comer carne, porque siente deseo de ella mi alma, podrás comerla cuantas veces quieras. 21
Si el lugar que Yahvé, tu Dios, elija para poner en él su nombre está lejano, podrás matar tu ganado mayor y menor que Yahvé te dé, según lo que te ha prescrito, y comerlo en tu ciudad a tu deseo. 22
Lo comerás como se come la gacela y el ciervo; el puro y el impuro podrán comerlo uno y otro, 23
pero atente siempre a la prohibición de comer sangre; es la vida, y no debes comer la vida de la carne; 24
no la comerás; la derramarás sobre la tierra, como el agua; 25
no la comerás, para que seas dichoso tú y tus hijos después de ti, haciendo lo que es recto a los ojos de Yahvé. 26
Pero las ofrendas sagradas que se te imponen y las que tú hagas en cumplimiento de un voto, ésas tómalas y ve al lugar que Yahvé elija; 27
y allí ofrecerás tus holocaustos, carne y sangre, en el altar de Yahvé, tu Dios; en los sacrificios, la sangre será derramada en el altar de Yahvé, tu Dios, y la carne la comerás tú. 28
Escucha y guarda todo esto que yo te mando, para que seas dichoso, tú y tus hijos después de ti por siempre, haciendo lo que es recto a los ojos de Yahvé, tu Dios.
Esta unidad del santuario israelita es uno de los principios de la legislación deuteronómica y una de las dificultades que presenta este libro. La Ley empieza por ordenar la destrucción de los santuarios cananeos, cuyos elementos nos han dado a conocer las exploraciones arqueológicas modernas. Suelen estar estos santuarios en las alturas. De ahí el nombre de
bamot (elevado =
excelsum)
que se les da, y se hallan bordeados de un muro de piedra o
haram (sagrado), que separa el recinto sagrado del resto de la altura. En ellos hay un altar, cipos o estelas verticales de piedra (
masebot)
y
aseras, serie de troncos, símbolos de bosques sagrados y de los dioses de la fertilidad. A veces esto se hallaba debajo de árboles o en bosques frondosos, que representan bien la potencia de las divinidades de la naturaleza1. Todo esto es condenado por el legislador hebreo al
anatema (v.3), todo debe ser destruido, porque tales santuarios profanaban la tierra de Yahvé y eran ocasión de escándalo para el pueblo.
En lugar de esta multiplicidad de lugares de culto, los israelitas tendrán uno solo en el lugar que elija Yahvé en una de las tribus de Israel. A él concurrirán los israelitas con sus holocaustos y sacrificios pacíficos, con sus diezmos y primicias, con sus votos y oblaciones voluntarias y con los primogénitos de los ganados (v.6)2. En ese lugar debía de estar el arca de la alianza, símbolo de la presencia sensible de Yahvé; por eso el tabernáculo, donde se encontraba el arca, se llamaba
miskan, o lugar de
habitación de Dios3.
Allí moraba su nombre, es decir, Dios mismo. Allí irán los israelitas a
regocijarse en su Dios en las grandes solemnidades del año y en las fiestas familiares, en que se ofrecía determinados sacrificios, seguidos de banquetes sagrados. Los v.8-12 parecen repetir los mismos conceptos de los v.5-7, y por eso resultan redundantes y parecen pertenecer a un glosista posterior. Es muy verosímil que Moisés haya tenido el plan de establecer un santuario único como medio de unificar las tribus, manteniendo así su conciencia religiosa y nacional. En los tiempos que siguieron a la ocupación de Canaán, el arca de la alianza sirvió de aglutinante nacional y religioso4.
Las inmolaciones ordinarias sin carácter religioso podían ser ejecutadas en cualquier parte del país, y, puesto que no tenían carácter estrictamente sagrado, podían participar de las víctimas aun gentes que no tuvieran pureza ritual, lo que es inconcebible en los sacrificios religiosos5. Pueden ser comidas esas víctimas
como la gacela y el ciervo, animales que no estaban permitidos en los sacrificios sagrados (v.15). Sólo se prohíbe tomar la
sangre, que era el vehículo de la vida, la cual pertenece exclusivamente a Dios (v.16). Por otra parte, en ciertos cultos idolátricos, la sangre se utilizaba como medio de adivinación, y quizá aquí el legislador, al prohibir tomar la sangre, pensara en estas prácticas, que habían de ser evitadas6. Los hebreos, pues, pueden sacrificar víctimas y consumirlas en reuniones familiares, a las que se invitará a los
levitas que moran con ellos (v.18). La situación de los levitas era muy precaria, y en tiempo de los jueces, los que no estaban vinculados a algún santuario famoso, como el de Silo o de Dan, tenían que andar errantes por el territorio de las diversas tribus, viviendo de la caridad. El deuteronomista, que tiene un alto sentido de la justicia social y de la caridad, insistentemente pide generosidad para ellos.
Los v.20-28 son la repetición de prescripciones precedentes y parecen ser una glosa redaccional posterior.
Esta ley sobre el santuario único es la culminación de un progreso evolutivo histórico en lo cultual. En los tiempos patriarcales, los sacrificios se solían hacer en lugares que tenían algún carácter sagrado, como Siquem, Betel, Hebrón, Bersabé, o porque habían sido santificados con alguna teofanía del Saday. En
Exo_20:24s se permite levantar altares y ofrecer sacrificios en todo lugar
en que se haya manifestado el nombre de Yahvé. Esta parece ser la norma en tiempo de los jueces. Así, los mejores representantes del yahvismo ofrecieron sacrificios en diversos lugares: Caígala, Hebrón, Belén, Gabaón, Rama. Aun después de levantado el templo, el pueblo continuaba sacrificando fuera de él, sin que reyes ejemplares se opusieran a ello7. Sin embargo, había en Israel un santuario especialmente venerado de todos; era aquel en el que estaba el arca de la alianza, símbolo de la presencia sensible de Yahvé en su pueblo. Instalado primero en Silo en tiempo de Helí8, fue trasladado a Nob9, después a Gabaón. Al ser consagrado el templo de Jerusalén fue trasladada a él10 como preciosa reliquia de los tiempos mosaicos. Este único santuario nacional, morada única de Yahvé en medio de su pueblo, representaba la fe de Israel en el Dios único, a quien él rendía culto. Los demás santuarios, más bien eran tolerados por razón de satisfacer las necesidades religiosas del pueblo mientras se mantuviesen puros de contaminación idolátrica. Pero cuando esto, con el ejemplo de reyes y clase dirigente, empezó a prevalecer, entonces el legislador-época del profetismo -, apoyándose en el antiguo principio mosaico, declaró como único legítimo
el santuario de Jerusalén, donde habitaba el nombre de Yahvé. Tal parece ser el desarrollo histórico de esta ley. Según el texto
que nos representa al pueblo acampado en torno al rico tabernáculo fabricado en el Sinaí, todos los actos de culto se cumplen en el tabernáculo mismo, y las leyes culturales están dadas como si esta situación hubiera de perdurar. Y es aquí donde más al vivo se halla representada
esta idea del único Dios, con un santuario único, un único altar y único sacerdocio, impregnado todo de la santidad de Yahvé.
Contra los Caitos Idolátricos (29-32).
29
Cuando Yahvé, tu Dios, haya exterminado a los pueblos que de delante de ti va a arrojar y ya los hayas destruido y habites en la tierra, 30
guárdate de imitarlos, cayendo en una trampa después de haber desaparecido de delante de ti, y de indagar acerca de sus dioses, diciendo: ¿Cómo acostumbraban esas gentes a servir a sus dioses? Voy a hacer yo también como ellos hacían. 31
No obres así con Yahvé, tu Dios, porque cuanto hay de aborrecible y abominable a Yahvé, lo hacían ellos para sus dioses, hasta quemar en el fuego a sus hijos y a sus hijas en honor suyo. 32
Todo lo que yo te mando, guárdalo diligentemente, sin añadir ni quitar nada.
Era opinión general de los antiguos que cada región tenía sus dioses y que éstos exigían ser honrados con ritos propios por parte de los moradores de su tierra. De aquí podía nacer entre los hebreos esta preocupación sobre las necesidades de honrar a los dioses de Canaán y de honrarlos con los ritos a ellos gratos, que eran los practicados por los cananeos. Sólo así podrían obtener su benevolencia. El legislador deuteronomista condena estas prácticas. Para Israel no existe más que un Dios, que es Yahvé, que le escogió entre todos los pueblos como su
heredad, le sacó de Egipto, le dio leyes sapientísimas y le introdujo en la tierra que había jurado dar a los patriarcas. Los cultos de los cananeos son abominables y algunas de sus prácticas son criminales, como la de pasar por el fuego a los primogénitos11. En Israel, los reyes Manasés y Acaz sacrificaron a sus hijos en honor de los dioses cananeos12. El legislador deuteronomista insiste en estas abominaciones culturales de los cananeos para prevenir a los israelitas contra las veleidades idolátricas, que podían conducirlos a tales monstruosidades.
1
Sobre el sentido y organización de los santuarios cananeos véanse M. J. Lagrange,
Etudes sur les religions sémitiques 170-207; Desnoyers,
Histoire du peuple hebreu I 238; H. Vincent,
Canaán d'aprés la exploration récente 90-151. 2 Sobre las diversas clases de sacrificios y ofrendas véanse comentarios a Lev 1; 3; 7. 3 De esta palabra hebrea
miskan deriva la aramea
sekina, que significa la
morada de Dios en Israel, sobre cuyo concepto se hicieron lucubraciones rabínicas de gran altura teológica. 4 Sobre la unicidad del santuario se insiste en el Deuteronomio:
Exo_14:23-25;
Exo_15:20;
Exo_1:62. 6; 11; 15; 16;
Exo_17:8;
Exo_17:10;
Exo_26:2;
Exo_31:11. 5
Lev_7:20. 6 cf.
Lev_19:26. 7 Cf. 1 Res.is; 15,14; 22,44. 8 1 Sam 1:1s. 9 1 Sam 2:1s. 10
1Re_8:4. 11
2Re_17:25-28. 12
2Re_17:17;
Deu_18:10.