Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
22. Los pecados de Jerusalén.
El profeta quiere demostrar con hechos concretos que Jerusalén merece el más severo castigo divino, ya que se está ultrajando a la justicia divina con toda clase de abominaciones y crímenes. La situación no puede sostenerse más, y el castigo no puede tardar en venir. Es una exigencia de la misma justicia divina. La enumeración de los pecados es escalofriante, y hemos de notar que, a diferencia de los capítulos 16, 20 y 23, en los que se insistía en los pecados pasados de Israel, aquí se insiste en los presentes de su generación. Suele dividirse el capítulo en tres partes:
a) pecados de Jerusalén (v.-16);
b) castigo de los mismos (v. 17-22);
c) pecados de las clases dirigentes (v.23-31). Los autores suelen destacar la labor redaccional del editor posterior a Ezequiel en este fragmento.
Los pecados de Jerusalén (1-12).
1 Fueme dirigida la palabra de Yahvé, diciendo: 2 Y tú, hijo de hombre, ¿no juzgarás a la ciudad sanguinaria, echándola en cara todas sus abominaciones? 3 Di, pues: Así habla el Señor, Yahvé: ¡Ay de la ciudad derramadora de sangre en medio de sí! Para que llegue su hora y para su ruina se ha hecho ídolos, contaminándose. 4 Por haberte hecho culpable de la sangre que has derramado y haberte contaminado con los ídolos que hiciste, has apresurado tu día, has llegado al término de tus años. Por eso te haré yo oprobio de las gentes, ludibrio de la tierra toda. 5 Cercanos y lejanos se burlarán de ti, famosa por tus abominaciones, grande por la corrupción. 6 He aquí que los príncipes de Israel, cada uno en la medida de su poder, se ocupan en derramar sangre. 7 En ti desprecian al padre y oprimen al huérfano y a la viuda. 8 Menosprecias mis santuarios y profanas mis sábados. 9 Hay en ti calumniadores para derramar sangre, quienes comen por los montes, quienes en medio de ti hacen torpezas. 10 En ti se descubre la desnudez del padre y se hace violencia a la mujer durante el menstruo. 11 Todos adulteran con la mujer de su prójimo, contaminan incestuosamente a la nuera y fuerzan a la hermana, a la hija de su padre. 12 Hay en ti quien recibe dones para derramar sangre; exiges usura e intereses, despojas con violencia al prójimo, y a mí me olvidas, dice el Señor, Yahvé. El profeta enumera fríamente las aberraciones de Jerusalén, a la que se da el epíteto de
ciudad sanguinaria (v.2) por los muchos crímenes de sangre que se cometían durante aquellos momentos de
pasiones políticas entre las facciones egiptófila y babilonófila. En 11:6 se dice con toda crudeza: habéis multiplicado los muertos en esta ciudad, habéis llenado sus calles de cadáveres. Es el mejor comentario, pues, al título de
sanguinaria que aquí se le da. La maldad se ha colmado, y por eso ha llegado la
hora de su casti go (v.3). Juntamente con estos crímenes de sangre está el tradicional de idolatría,
pues Jerusalén se ha contaminado con los ídolos (v.4)
1. No faltan tampoco
las injusticias sociales de desprecio al huérfano y a la viuda (v.7), tantas veces denunciados por los profetas anteriores al exilio 2. Al lado de estas aberraciones contra el amor al prójimo están los desprecios contra los
santuarios y sábados de Yahvé 3. Los mismos
padres son objeto de desprecio, en contra de los sentimientos naturales de respeto y filial amor 4.
La calumnia está a la orden del día5, incitando al asesinato. También los banquetes en los altos lugares (
quienes comen por los montes, v.8),
en cuanto asociados a actos de culto idolátrico, eran una abominación a los ojos de un fiel israelita. Y como conclusión o terminación de todas estas transgresiones están las desviaciones
en las relaciones sexuales: incestos, adulterios, etc. 6 Junto a los excesos lujuriosos están los pecados de avaricia: soborno 7 y usura 8.
Castigo de Jerusalén por sus pecados (13-22).
13 He aquí que yo he batido mis palmas por tu avaricia y por la sangre que hay en medio de ti. 14 ¿Resistirá tu corazón, tendrán fuerzas tus manos en los días en que me ocuparé de ti? Yo, Yahvé, he hablado, y lo haré. 15 Yo te esparciré entre las gentes y te aventaré por las tierras, y haré desaparecer tu inmundicia de en medio de ti, 16 y serás a tus ojos ignominia entre las gentes, y sabrás que yo soy Yahvé. 17 Fueme dirigida la palabra de Yahvé, diciendo: 18 Hijo de hombre, la casa de Israel se me ha tornado en escoria; todos son en el crisol cobre, estaño, hierro, plomo, plata, escorias. 19 Por tanto, así habla el Señor, Yahvé: Por cuanto vosotros os habéis vuelto escorias, yo os reuniré en medio de Jerusalén. 20 Como quien reúne en la hornaza plata, bronce, hierro, plomo y estaño, y sopla al fuego para fundirlos, así os reuniré yo en mi furor y en mi ira, y os echaré en la hornaza para fundiros. 21 Yo os reuniré y soplaré contra vosotros el fuego de mi furor, y seréis fundidos en medio de Jerusalén. 22 Como se funde la plata en el crisol, así seréis vosotros fundidos en medio de él, y sabréis que yo soy Yahvé, que derramo mi furor sobre vosotros. Después de la descripción de los pecados de Judá, el profeta, como de costumbre, pasa al anuncio del castigo por ellos merecido. Los exilados se quejaban de que Yahvé había sido demasiado duro con ellos. Ezequiel ahora ha demostrado que todo ha sido merecido por las continuas prevaricaciones de la comunidad israelita, que abusó de la gracia divina, yéndose tras de las abominaciones de las gentes. Yahvé, ante tanta sangre derramada, tanta idolatría e injusticias sociales, hace un gesto de indignación y de desprecio:
he batido mis palmas por tu avaricia (v.13) 9. El castigo que se avecina es tan grave, que Jerusalén no podrá resistirlo (v.14). La forma interrogativa es irónica: ¿Serán tan fuertes para resistir su ira como para cometer los pecados? ¿Podrá resistir a la máxima prueba como nación, cual es la dispersión total?:
Te esparciré entre las gentes. (v.15). Esta será la mejor manera de purificarla, de hacer
desaparecer su inmundicia de ella. En efecto, sabemos que el pueblo israelita se curó totalmente en el exilio de su pecado tradicional, la idolatría. Después de la repatriación, la comunidad israelita vuelve a caer en pecados múltiples, pero no en la
inmundicia de la idolatría. El exilio será la gran humillación del pueblo escogido:
serás a tus ojos ignominia entre las gentes (v.16).
En los versículos que siguen, el profeta representa el juicio sobre Israel bajo la figura de un horno de fundición, en el que se mezclan sus metales para separarlos
y probar su valor. Israel, por su corrupción, se ha convertido en
escorias, que hay que fundir en el crisol10. Aquí el fuego del horno no es tanto para
purificar cuanto para
castigar derritiendo las escorias. Israel, por sus malas acciones, se ha convertido en una mezcla de metales, que sólo ha de destinarse al fuego. No hay metales íntegros y puros, sino restos, escorias de metal, útiles sólo para alimentar al fuego:
así os reuniré yo en mi furor. para fundiros (v.20). Israel como pueblo será fundido y derretido, como se disuelve el metal en el crisol; no se dice que es para separar los metales, sino simplemente para fundirlos y hacerlos desaparecer de su estado actual; la idea principal en el fragmento
es la del castigo como tal, enviado por Dios a los habitantes de Judá.
Los pecados de las clases directoras (23-31).
23 Fueme dirigida la palabra de Yahvé, diciendo: 24 Hijo de hombre, diles: Eres una tierra no bañada desde lo alto, no rociada por la lluvia en el día de la cólera. 25 Dentro de ella se conjuran los príncipes; como ruge el león y despedaza la presa, así devoran ellos las almas, se apoderan de los tesoros y riquezas y multiplican en medio de ella las viudas. 26 Sus sacerdotes han violado mi Ley y han profanado mis cosas santas; no hacen diferencia entre lo santo y lo profano, ni enseñan a distinguir entre lo puro y lo inmundo; cierran los ojos a las violaciones de mis sábados, y yo soy profanado en medio de ellos; 27 sus príncipes son como lobos, que despedazan la presa, derramando sangre, destruyendo las almas, para dar pábulo a su avaricia. 28 Sus profetas revocan con barro, contemplando visiones vanas y prediciendo mentiras, y dicen: Así habla el Señor, Yahvé, sin que Yahvé haya hablado. 29 Y el pueblo de la tierra oprime, roba, hace violencia al desvalido y al menesteroso, y al extranjero le veja contra derecho. 30 También de entre ellos busqué yo quien levantase muro y se pusiese en la brecha frente a mí en favor de la tierra, para que yo no la devastase, y no la hallé. 31 Por tanto, derramaré sobre ellos mi ira y los consumiré con el fuego de mi furor, y les echaré sobre la cabeza sus obras, dice el Señor, Yahvé. El profeta vuelve a enumerar los pecados, pero ahora hace hincapié en las transgresiones de las clases dirigentes, los sacerdotes, los príncipes y los sacerdotes. Judá, por sus pecados, tiene el aspecto de una
tierra no bañada desde lo alto (v.24), estéril por no haber recibido lluvia alguna del cielo. La frase
día de la cólera alude al día del castigo de Yahvé. En ese día, la
lluvia beneficiosa serán algunas personas benéficas que, como se dice en el í.3ï, se pondrán en la brecha para neutralizar el castigo divino con sus obras. El profeta juega con la imagen y lo significado por ella. Los
príncipes, que por su posición debían promover el bien común y dirigir al pueblo por las sendas del bien, no se preocupan sino de devorar las
almas (personas)
y tesoros del prójimo; y no se paran ni ante la muerte de éstos,
multiplicando en medio de ella las viudas (v.25). La frase es de gran efecto, pues se destaca la malicia de los opresores al traficar con la suerte de personas que han de quedar en la mayor desolación. Los segundos grandes responsables del estado caótico actual son los
sacerdotes, oficialmente encargados por Dios de promover las observancias de la Ley y de los preceptos cultuales n. Entre sus deberes estaba el instruir al pueblo sobre la distinción entre
lo santo y lo profano., entre lo puro y lo inmundo (v.26) desde el punto de vista ritual12. Sobre todo no se preocupan de la observancia del
sábado, que en la mentalidad de Ezequiel
tiene una especialísima importancia para la formación religiosa del pueblo 13.
Por fin, el profeta, después de repetir que los
príncipes o altos funcionarios son como
lobos rapaces, que hacen presa en las
almas o personas de los necesitados (v.27), fustiga a la tercera clase de dirigentes de Judá, los
profetas. Estos habían sido escogidos por Yahvé para mantener el fuego religioso en toda su pureza, desarrollando el contenido espiritualista y ético de la Ley frente al formalismo ritualista de los sacerdotes. Pero al lado de los verdaderos
profetas surgieron espíritus aprovechados, que utilizaron este nombre para medrar en sus intereses, anunciando cosas que halagaban las pasiones populares, en contra de los verdaderos intereses de Yahvé. Contra éstos tuvieron los verdaderos profetas que mantener gran lucha desde los tiempos de Elias. Según Ezequiel, los falsos
profetas revocan con barro, contemplando visiones vanas. (v.28), es decir,
aprueban la conducta del pueblo, dando por buenas acciones que debían recriminar, procurando sostener sus opiniones, como el albañil que embadurna con barro un muro que se resquebraja 14.
Mientras tanto, la corrupción social iba en aumento, y el
pueblo de la tierra oprime, roba, hace violencia al desvalido. (v.29). La expresión
pueblo de la tierra designa muchas veces en la Biblia al pueblo bajo, en contraposición a las clases socialmente elevadas; pero quizá aquí designe a los terratenientes, que abusaban de sus bienes en tiempos de extrema necesidad. La situación, pues, no puede ser más caótica, y la depravación es tan general, que Yahvé ha buscado al menos uno que pudiera hacer frente a la corriente general,
para hacerse responsable ante Dios y trabajar por mejorar el estado social: busqué yo quien levantase un muro y se pusiese en la brecha frente a mí en favor de la tierra, para que yo no la devastase. (v.30). Dios busca un justo en la ciudad que pueda contrarrestar con su conducta la depravación general y preservar a la ciudad del castigo. Pero la constatación es dolorosa:
y no lo hallé. De nuevo nos encontramos aquí con las frases hiperbólicas, que no han de tomarse al pie de la letra. De hecho sabemos que en ese tiempo estaban Jeremías y Baruc luchando por los intereses de Dios y por levantar el
muro del orden social, basado en el cumplimiento del deber 15. La frase exagerada de Ezequiel tiene por objeto destacar el grado de depravación a que había llegado la sociedad de Jerusalén: todos, en las altas capas sociales y en el pueblo sencillo, prevarican,
olvidando los preceptos de Yahvé. Por tanto, está justificado el derramamiento de la ira
de Yahvé sobre los responsables de esa situación general de pecado (v.31).
1 Sobre los pecados de homicidio en Jerusalén cf.
Eze_11:9;
Eze_16:38; y sobre la idolatría cf.
Eze_5:6s;
Eze_6:3-7;
Eze_11:13;
Eze_7:9;
Eze_8:16;
Eze_20:305. 2 Cf.
Exo_22:21;
Deu_24:17;
Lev_19:335;
Eze_7:10;
Eze_9:9;
Eze_16:38. 3 Cf.
Eze_20:12-13;
Eze_44:24. 4 En contra del precepto del Decálogo:
Exo_20:12;
Deu_5:16. 5 Cf.
Jer_9:3. Prohibida en
Exo_23:1;
Lev_19:16. 6 El incesto con la madrastra o las concubinas del padre está prohibido en
Lev_18:7;
Lev_20:11;
2Sa_16:22. El adulterio está prohibido en
Lev_18:20. También estaba prohibido tener relaciones sexuales con la mujer durante el menstruo (cf.
Lev_18:19;
Lev_20:18). 7 Prohibido por la Ley:
Exo_23:8;
Deu_16:19; cf.
Isa_1:23;
Miq_3:11. 8 En contra de lo prescrito en
Exo_22:24;
Deu_25:363;
Eze_7:125. 9 La expresión
batir palmas puede tener sentido de alegría o de indignación, según el contexto. Cf.
Eze_6:11;
Eze_21:19.22. 10 Cf. el mismo símil, aunque con diferente sentido, en
Isa_1:22.25;
Jer_6:27-30;
Mal_3:2-3. 11 Cf.
Ose_4:6; Ag2,n. 12 Cf. Lev ?? ,?? ;
Age_2:4? 13 Cf.
Eze_44:24. 14 La frase aquí es paralela a la más explícita de
Eze_13:10 : Por tanto, por haber engañado a mi pueblo, diciendo: Paz, no habiendo paz, y porque, mientras mi pueblo alzaba una pared, ellos
la jarreaban con barro. 15 Cf.
Eze_9:4; Jer 45. En
Jer_5:1 se dice: Recorred las calles de Jerusalén, ved e informaos, buscad por sus plazas, a ver si halláis un varón, uno solo, que obre según justicia, que guarde fidelidad, y le perdonaré. Esto recuerda el coloquio de Dios con Abraham en
Gen_18:22.32, a propósito de la suerte de Sodoma; unos pocos justos serían suficientes para que perdonase a la ciudad.