Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
29. Jacob en Casa de Laban.
Encuentro de Jacob y Raquel (1-14).
1Volvió a emprender Jacob la marcha, y llegó a la tierra de los hijos de Oriente. 2Vio en el campo un pozo, junto al cual descansaban tres rebaños, pues era el pozo en que se abrevaban los ganados. 3Reuníanse allí, se quitaba una gran piedra que lo tapaba y se daba de beber al ganado, volviendo a poner en su lugar la piedra que cubría la boca del pozo. 4Jacob preguntó a los pastores: ¿De dónde sois, hermanos? De Jarrán somos, le respondieron ellos. 5¿Conocéis a Labán, hijo de Najor? Le conocemos, contestaron. 6¿Y está bien?, siguió preguntando Jacob. Sí, bien está; mirad, ahí viene Raquel, su hija, con su rebaño. 7El les dijo: Todavía es muy de día, no es tiempo de recoger el ganado. ¿Por qué no abreváis los rebaños y los volvéis a que pasten? 8Ellos le respondieron: No podemos hacerlo hasta que se reúnan todos los rebaños y se quite la piedra de la boca del pozo; entonces damos de beber al ganado. 9Todavía estaba Jacob hablando con ellos, cuando llegó Raquel con el rebaño de su padre, pues ella era pastora. 10Y cuando vio Jacob a Raquel, hija de Labán, hermano de su madre, y el rebaño de Labán, hermano de su madre, se acercó, removió la piedra de sobre la boca del pozo y abrevó el rebaño de Labán, hermano de su madre. 11Besó Jacob a Raquel y alzó la voz llorando. 12Dio a saber a Raquel que era hermano de su padre e hijo de Rebeca, y ella corrió a contárselo a su padre. 13En cuanto oyó Labán lo que de Jacob, hijo de su hermana, le decía, corrió a su encuentro, le abrazó, le besó y le llevó a su casa. Contó Jacob a Labán lo que ocurría, 14y éste le dijo: Sí, eres hueso mío y carne mía. Y moró Jacob con Labán un mes entero.
Fortalecido con la visión celeste, continúa Jacob su viaje muy de otro modo de como lo había hecho el siervo de Abraham, con gran acompañamiento de siervos y camellos. El término de su viaje es señalado como
el país de los hijos de Oriente (v.1), designación genérica que se aplica a las tribus arameas del desierto siroarábigo1. En su peregrinar llegó a un pozo, lugar de reunión de pastores y rebaños. Por lo que dice después, se trata de un pozo a ras del suelo cubierto con una gran piedra, que sólo se quitaba para abrevar a los rebaños. El régimen comunitario de las aguas de este pozo exigía que sólo se abriera cuando se hubieran reunido a determinada hora los distintos rebaños de la localidad (v.8). Jacob entra en conversación con los pastores, interrogándoles por su procedencia. Al oír que son de Jarrán, les pregunta por Labán, a quien ellos conocen. Precisamente ahora aparece una hija suya llamada Raquel, que avanza conduciendo sus rebaños (v.6). La escena es pintoresca y bucólica; la conversación se anima hasta que llega Raquel. Podemos suponer la emoción de Jacob al ver ante sí a su prima. Al punto se ofrece para remover la piedra que cubría el pozo, para que sus ganados fueran los primeros en ser abrevados (v.10); abraza efusivamente a su pariente y se echa a llorar de emoción, declarando su origen familiar. Inmediatamente Raquel corre hacia su padre a darle la noticia de la llegada de un pariente de Canaán. Labán sale al encuentro y abraza a Jacob, acogiéndole afectuosamente en su casa al ser reconocido como familiar próximo:
tú eres hueso mío y carne mía (v.14).
Matrimonio de Jacob con Lía y Raquel (15-30).
15Pasado éste, le dijo Labán: ¿Acaso porque eres hermano mío vas a servirme de balde? Dime cuál va a ser tu salario. 16Tenía Labán dos hijas: una, la mayor, de nombre Lía; otra, la menor, de nombre Raquel. 17Lía era tierna de ojos, pero Raquel era muy esbelta y hermosa. l8Amaba Jacob a Raquel, y dijo a Labán: Te serviré siete años por Raquel, tu hija menor. 19Y contestó Labán: Mejor es que te la dé a ti que dársela a un extraño. Quédate conmigo. 20Y sirvió Jacob por Raquel siete años, que le parecieron sólo unos días, por el amor que le tenía. 21Jacob dijo a Labán: Dame mi mujer, pues se ha cumplido el tiempo y entraré a ella. 22Reunió Labán a todos los hombres del lugar y dio un convite; 23y por la noche, tomando a Lía, su hija, se la llevó a Jacob, que entró a ella. 24Dio Labán a Lía, su hija, su sierva Zelfa, para que fuera sierva de ella. 25Llegada la mañana, vio Jacob que era Lía, y dijo a Labán: ¿Por qué me has hecho esto? ¿No te he servido por Raquel? ¿Por qué me has engañado? 26Labán le respondió: No es en nuestro lugar costumbre dar la menor antes que la mayor. 27Acabada esta semana, te daré también después la otra por el servicio que me prestes durante otros siete años. 28Hízolo así Jacob, y, cumplida la semana, diole Labán a Raquel, su hija, por mujer, 29y con ella a Bala, su sierva, para sierva de ella. 30Entró también a Raquel Jacob, y la amó más que a Lía, y sirvió por ella otros siete años.
Labán en esta perícopa aparece como muy calculador y avaro aunque al principio se muestre generoso al ofrecer salario a su sobrino Jacob. Bien se había dado cuenta de los amores de éste por Raquel, su hija menor, y quiere aprovechar esto en su propio servicio. Tenía dos hijas, la mayor,
Lía (antílope?)2, y
Raquel (oveja?)3. La primera era tierna de ojos4, pero la segunda era esbelta y hermosa (v.17). Jacob, enamorado de Raquel, se ofrece a trabajar siete años para que se la dé por esposa, ya que no tiene dinero para dar la dote o
mohâr correspondiente5. Labán acepta el contrato, pues resulta mejor negocio al no tener que darle salario, y colorea esta avaricia con el pretexto de que es preferible dar su hija a uno de la familia. Entre las tribus árabes, el primo tiene prioridad de derecho sobre su prima contra cualquier pretendiente6. Jacob acepta, pues considera el trabajo como muy llevadero al saber que al fin va a conseguir a su amada Raquel. Su amor hizo que los siete años le parecieron días.(v.20) Al fin del plazo, Jacob reclama a su prometida, y Labán accede, celebrando un festín. Ya de noche, conforme al ritual, entrega, en lugar de Raquel, a Lía cubierta con un velo7. Jacob la recibe sin apercibirse del engaño, y sólo a la luz de la mañana se da cuenta de que se le ha entregado a Lía, la hija mayor de Labán. Una vez consumado el matrimonio, hace la protesta a su tío, pero no insinúa el devolverla. Labán arteramente dice que no es costumbre entregar a la hija menor mientras no se haya casado la mayor. Jacob, que había engañado a su hermano, recibe ahora el merecido al ser defraudado en sus deseos de poseer a Raquel. Tanto Labán como Jacob son dos ejemplares acabados del beduino calculador y ladino, que mira sólo por sus intereses. El propio Abraham se había mostrado muy egoísta al comprometer el honor de su esposa, presentándola como hermana al faraón para salvar su vida. La moral evangélica estaba todavía muy lejos de ser el módulo de vida de los rudos patriarcas hebreos. No debemos olvidar esto para hacernos cargo de la moralidad, muchas veces baja, de su proceder.
El incidente se arregla prometiéndole Labán como esposa a Raquel, pero a condición de que le sirva otros siete años (v.27). Llevado de su amor, Jacob acepta la oferta. Terminados los siete días de fiestas nupciales por Lía 9, le entrega a Raquel, si bien deben cumplir el contrato de siete años de trabajo a su servicio. En
Lev_18:18 se prohíbe el matrimonio con dos hermanas; pero en los tiempos patriarcales
aún no regía la legislación mosaica, que suele ser más exigente que la que regía la vida de los patriarcas. Labán entrega con cada hija una esclava para servicio de ésta y para procurar hijos a Jacob en el caso de que sus hijas sean estériles. Los Santos Padres han visto en las dos hijas de Labán (Lía y Raquel) a la sinagoga y a la Iglesia, en cuanto que ésta es preferida por Dios a aquélla. Pero el símil no es exacto, ya que, según el texto bíblico, Dios dio hijos a Lía porque era menos amada que Raquel por Jacob.
Salta a la vista el modo diferente de llevar las negociaciones para la boda de Rebeca y para las hijas de Labán. Allí eran las leyes mesopotámicas las que regían, las cuales tienen en gran estima a la esposa y a la madre de familia; aquí, en cambio, son las leyes que aún rigen en el desierto, en las que es menos apreciada la mujer. Tal vez esta diferencia proceda, en parte al menos, de la manera de presentarse Jacob, pidiendo refugio sin posibilidad de espléndidas ofrendas, como las que presentó Eliecer, mayordomo de Abraham. Por otra parte, se ve el propósito del autor sagrado de poner de relieve la avaricia de Labán, a fin de mostrar la providencia divina sobre Jacob. Este debe comprar las dos esposas, y, a falta de dinero, las paga con trabajo. Las hijas de Labán no son consultadas por su padre sobre el matrimonio, sino que son dadas al marido, recibiendo cada una del padre una sierva como regalo de boda, sin duda para que pudieran darle hijos en caso de esterilidad, como hemos visto en el caso de Agar y Sara.
Los Primeros Hijos de Jacob (31-35).
31Viendo Yahvé que Lía era desamada, abrió su matriz, mientras que Raquel era estéril. 32Concibió Lía, y parió un hijo, al que llamó Rubén, diciendo: Yahvé ha mirado mi aflicción, y ahora mi marido me amará. 33Concibió de nuevo y parió un hijo, diciendo: Yahvé ha oído que yo era desamada, y me ha dado éste más, y le llamó Simeón. 34Concibió otra vez, y parió un hijo, diciendo: Ahora mi marido se apegará a mí, pues le he parido tres hijos; y por eso le llamó Leví. 35Concibió nuevamente, y parió un hijo, diciendo: Ahora sí que he de alabar a Yahvé, y por eso le llamó Judá. Y cesó de tener hijos.
En esta perícopa
resalta la bendición de Dios, que había prometido multiplicar la descendencia de Jacob 9, y es precisamente la esposa
desamada la que es particularmente fecunda por disposición divina, que tiene especial providencia de los desamparados10. La esterilidad era tenida por una afrenta en la sociedad israelita. Así, la esposa despreciada por Jacob es compensada con el nacimiento inmediato de cuatro hijos. Los nombres de cada hijo son acompañados de una explicación de la madre, que pretende ser el significado de los mismos. Pero se trata de etimologías populares que no tienen valor científico. Hemos de ver en todo esto el eco de tradiciones folklóricas que corrían en Israel para explicar los orígenes de cada tribu.
Rubén: en hebreo
Re ubên (relacionado con
ra ah be ´
oni: [Yahvé] ha visto mi aflicción)11.
Simeón: la explicación es más sencilla: Yahvé ha oído (
yisma)
que yo era desamada.(v.33)12
Leví: mi marido se
apegará a mí (
yillaweh: Lewi)13.
Judá (heb.
Yehudah). La explicación: ahora sí que
alabaré (
odeh)
a Yahvé. Vemos, pues, en estas explicaciones juegos y asonancias de palabras al modo popular, pero que tienen un profundo sentido religioso.
1 Cf.
Jue_6:2;
Jue_6:33;
Isa_11:14;
Jer_49:28. Esta designación: hijos de Oriente, se atribuye al
elohista (el
yahvista: Jarrán; el sacerdotal: Padán Aram). 2 En árabe,
La' ai significa
antílope. 3 En árabe,
Rahil significa
oveja. 4 La palabra hebrea
rakkot, que traducimos por tiernos (siguiendo a Símaco: Üðáëïß), es traducida por los LXX débiles (Üóèåíåúò). San Jerónimo dice de Lía: erat lippis oculis. Quizá fuera de ojos apagados, carentes de hermosura. 5 Cf.
Gen_34:12. 6 Cf. Jaussen, Coutumes
des Arabes..., p.49. 7 Cf.
Gen_34:65. 8 Cf.
Jue_14:12;
Tob_14:21. 9
Gen_28:14. 10 Agar fugitiva:
Gen_16:7-16;
Gen_21:17-21. 11 Heinisch propone como etimología Re
ê ben (¡Ved! ¡Un hijo!) (
Das Duch Genesis [Bonn 1930] p.305). 12 Se le relaciona a Simeón con el árabe sim'u (un animal procedente del cruce de lobo y hiena). 13 Hommel propone
lavi' u (sacerdote en las inscripciones mineas).