Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Poder taumatúrgico de Elíseo.
En esta sección ha recogido el autor sagrado algunas anécdotas relacionadas con Elíseo para confirmar que recibió de Elías el don de hacer milagros, al que incluso superó. Con estos hechos extraordinarios sirvió a la causa del yahvismo, confirmando con hechos extraordinarios sus enseñanzas religiosas. Repetidas veces se inmiscuyó en la vida política de Israel, tratando de oponerse al avance de la idolatría. Como Elías, su apostolado fue oral. Toda la narración tiene sabor popular y folklórico; los hechos narrados formaban parte de una colección más amplia.
El aceite de la viuda (4:1-7).
1
Una mujer de las de los hijos de los profetas clamó a Elíseo, diciendo: Tu siervo, mi marido, ha muerto, y bien sabes tú que mi marido era temeroso de Yahvé; ahora un acreedor ha venido para tomar a mis dos hijos y hacerlos esclavos. 2
Elíseo le dijo: ¿Qué puedo yo hacer por ti? Dime: ¿Qué tienes en tu casa? Ella le respondió: Tu sierva no tiene en casa absolutamente nada más que una vasija de aceite, 3
El le dijo: Vete a pedir fuera a todos los vecinos vasijas vacías, y no pidas pocas. 4
Cuando vuelvas a casa, cierra la puerta tras de ti y tras de tus hijos y echa en todas esas vasijas el aceite, poniéndolas aparte conforme vayan llenándose. 5
Entonces ella se alejó, cerró la puerta tras de sí y de sus hijos; y éstos fueron presentándole las vasijas, y ella las llenaba. 6
Cuando estuvieron llenas todas las vasijas, dijo a su hijo: Dame otra vasija; pero él le respondió: Ya no hay más. Estacionóse entonces el aceite, 7
y ella fue a dar cuenta al hombre de Dios, que le dijo: Vete a vender el aceite y paga la deuda; y de lo que te quede vive tú y tus hijos. Una viuda de un profeta acudió a Elíseo para que le solucionara un asunto grave. El profeta, temeroso de Dios, murió, dejando a la viuda algunas deudas. No teniendo ésta con qué pagar, el acreedor, parándose en la ley (
Lev_25:39-41;
Amo_2:6;
Amo_8:6;
Mat_18:25), eclamaba sus hijos a fin de que redimieran con el trabajo su deuda. Entre los hebreos, esta servidumbre no debía ser considerada como regimen de esclavitud, no pudiéndose prolongar más allá del año del jubileo. La mujer disponía únicamente de un poco de aceite con el que se perfumaba (
Rut_3:3). La abundancia de aceite simbolizaba una vida desahogada (
Deu_33:24). El milagro recuerda el que obró Elías en otro tiempo (
1Re_17:8-16).
La mujer de Sunarn (1Re_4:8-37).
8
Pasaba un día Elíseo por Sunam. Había allí una mujer distinguida, que insistentemente le invitó a comer, y siempre que por allí pasaba iba a comer a su casa. 9
Ella dijo a su marido: Yo sé que este hombre, que pasa siempre por nuestra casa, es un santo hombre de Dios. 10
Vamos a prepararle en lo alto una pequeña habitación y a ponerle allí una cama, una mesa, una silla y un candelero, para que él pueda retirarse a ella cuando venga a nuestra casa. 11
Habiendo vuelto un día Elíseo a Sunam, se retiró a la habitación alta y se acostó. 12
Dijo a su siervo Guejazi: Llama a esa sunamita. Llamóla Guejazi, y ella se presentó a él. 13
Elíseo dijo a Guejazi: Dile: Tú nos has mostrado toda esa solicitud por nosotros y este esmero; ¿qué quieres que haga por ti? ¿Necesitas que hable por ti al rey o al jefe del ejército? Y ella respondió: Yo habito en medio de mi pueblo. 14
Y él dijo: ¿Qué haremos, pues, por ella? Y Guejazi respondió: Üvlira, no tiene hijos y su marido es viejo. 15
Entonces dijo Elíseo: Llámala. La llamó, y ella se paró a la puerta. 16
El le dijo: El año que viene, por este tiempo, abrazarás a tu hijo. No, por favor, mi señor; no engañes a tu sierva. 17
La mujer quedó encinta, y al año siguiente, como se lo anunciara Elíseo, por aquel mismo tiempo dio a luz un hijo. 18
Creció el niño, y un día fue a donde estaba su padre con los segadores 19
y dijo a su padre: ¡Ay mi cabeza, ay mi cabeza! El padre dijo a un criado: 20
Llévalo a su madre. El criado lo cogió y se lo llevó a su madre. El niño estuvo sobre las rodillas de su madre hasta el mediodía y luego murió. 21
Ella subió, le acostó en el lecho del hombre de Dios, cerró la puerta y se fue. 22
Llamó a su marido y le dijo: Mándame, te ruego, un criado y una asna, que quiero ir en seguida al hombre de Dios y luego volveré. 23
El le dijo: ¿Para qué quieres ir a verle hoy? No es ni novilunio ni sábado. Ella respondió: Estáte tranquilo. 24
Hizo enalbardar la borrica y dijo al criado: Gájela y anda, y no me detengas más que cuando yo te lo diga. 25
Partió, pues, y llegó al hombre de Dios en el monte Carmelo. Cuando el hombre de Dios la vio de lejos, dijo a su criado Guejazi: Ahí está la sunarnita. 26
Vete corriendo a recibirla y pregúntale si está bien ella y su marido y su hijo. Y ella contestó: Sí, bien. 27
Llegó luego al hombre de Dios en el monte, y, cogiéndose de sus pies, llegó Guejazi para desasirla; pero el hombre de Dios le dijo: Déjala, que su alma está angustiada y Yahvé me lo ha ocultado y no me lo ha revelado. 28
Ella le dijo: ¿Pedí yo a mi señor un hijo? ¿No te dije ya que no me engañaras? 29
Entonces dijo él a Guejazi: Cíñete los lomos, toma en tu mano mi bordón, y si a alguno encuentras, no le saludes siquiera, y si alguno te saluda, no le respondas, y pon mi bordón sobre la cara del niño. 30
La madre del niño le dijo: Por la vida de Yahvé y la tuya que no te dejaré. 31
Levantóse entonces y la siguió. Guejazi había llegado antes que ellos y había puesto el bordón sobre el rostro del niño; pero éste no tenía ni voz ni sentido; así que se había vuelto para decírselo a Elíseo y se lo manifestó, diciendo: El niño no despierta, 32
Llegado Elíseo a la casa, el niño estaba tendido, muerto, en la cama. 33
Entró entonces él, cerró la puerta tras los dos y oró a Yahvé. 34
Subió a la cama y se acostó sobre el niño, poniendo su boca sobre la boca del niño, sus ojos sobre los del niño, y sus manos sobre las manos del niño, y se tendió sobre él. La carne del niño se recalentó 35
y Elíseo se alejó, yendo y viniendo por la habitación, y luego volvió a subirse en la cama y se tendió sobre el niño. El niño estornudó siete veces y abrió los ojos. 36
Llamó entonces Elíseo a Guejazi y le dijo: Llama a esasunamita. Llamóla Guejazi, y ella vino a Elíseo, que le dijo: Toma a tu hijo. 37
Ella se echó a sus pies y se prosternó ante él rostro a tierra; tomo a su hijo y salió.
También este episodio es análogo al que se refiere de Elías en
1Re_17:17-24. Es curioso observar que el milagro de Elías, tal como se narra en el texto citado, aparece fuera de lugar. Mientras en
1Re_17:7-16 se habla de una viuda pobre, en el v.17 es llamada dueña de la casa, lo que se armoniza con la frase de mujer distinguida de que habla el texto de Elíseo (v.8). Entre la resurrección del hijo de la viuda de Sarepta y el de la sunamita existen otros puntos de contacto. Entre ambas narraciones existe, al menos, dependencia literaria. Al desplazarse Elíseo desde el Carmelo hacia su pueblo natal de Abel Mejola (
1Re_4:12) pasaba por Sunam. A la insinuación del criado promete Elíseo a la mujer sunamita un niño para el año. La sunamita acogió las palabras del profeta con escepticismo (
Gen_18:10-14;
Gen_18:11-15). Al año cumplióse la promesa; el niño creció y fuese un día al campo en tiempo de la siega, sufriendo una insolación (
Jdt_8:2), a consecuencia de la cual murió. La sunamita pensaba que, si Elíseo tuvo poder para darle un niño, ¿no lo tendría para devolvérselo vivo después de muerto? No comunicó a su marido la muerte del hijo, pidiéndole, en cambio, un criado y una asna para salir
al encuentro del hombre de Dios. Quiso el marido disuadirla alegando que no eran las neomenias, tiempo en que tenían lugar asambleas religiosas (
1Sa_20:5;
1Sa_18:24). Su encuentro con Elíseo fue dramático. El profeta promete su intervención y manda a su criado por delante, con la prohibición de saludar a nadie (
Luc_10:4). Deseaba Elíseo que su criado llegase pronto a su casa y pusiera encima del cadáver su bastón para tomarlo bajo su custodia y propiedad e impedir de esta manera las tentativas de enterrarlo antes de que él llegara. A su tiempo vino Elíseo, quien, entrando en casa, subió a la habitación superior y, encerrándose en ella, oró a Yahvé (v.33),
porque sabía que sólo Dios podía obrar el milagro. Después realizó la misma ceremonia que Elías en parecida circunstancia (
1Re_17:19-21), tratando de comunicar su espíritu vital al niño. Poco a poco hace la vida su aparición, manifestándose externamente con el estornudo, ya que por los orificios de las narices pasa la vida (
Gen_2:7;
Gen_7:22;
Lam_4:20;
Isa_2:22). La mujer tomó a su hijo vivo en sus brazos y salió.
La muerte está en la olla (Isa_4:38-41).
38
Elíseo volvió a Caígala. Había gran hambre en la región y, estando los hijos de los profetas sentados ante él, dijo a su criado: Coge la olla grande y pon a cocer un potaje para los hijos de los profetas. 39
Salió uno de ellos al campo para coger hierbas, y encontró una vid silvestre, y cogió de ella coloquíntidas hasta llenar su vestido. Cuando estuvo de vuelta, las cortó en pedazos en la olla donde estaba el potaje, pues él no las conocía. 40
Sirvióse la comida a aquellos hombres; pero en cuanto hubieron probado el potaje, se pusieron a gritar: La muerte está en la olla, hombre de Dios, y no pudieron comerlo.41
Elíseo dijo: Traed harina. El la echó en la olla, y dijo: Servid a esas gentes; que coman. Y ya no había en la olla nada de malo. Elíseo regresó a Caígala, al norte de Betel (
Isa_2:1), donde sucedió un percance desagradable a los hijos de los profetas. Salió uno de ellos al campo a tomar hierbas y juntó cierta cantidad de coloquíntidas. Produce la coloquíntida unos calabacines del tamaño de naranjas, pero muy amargos y empleados en farmacia como purgante poderoso. Crece la planta en la costa mediterránea y en la cuenca del Jordán, dato este último que induce a algunos exegetas a situar este episodio en Caígala de Jericó, cerca del Jordán (
1Sa_7:16). Pero las gentes de Jericó debían conocer perfectamente las propiedades de la planta, que los de Caígala ignoraban. A los primeros bocados experimentaron los efectos de la coloquíntida, por lo que, alarmados, imploraron la intercesión de Elíseo. De este suceso se desprende que los hijos de los profetas vivían en comunidad.
Multiplicación de los panes (1Sa_4:42-44).
42
Llegó de Baalsalisa un hombre a traer al hombre de Dios el pan de las primicias, veinte panes de cebada, y espigas nuevas en su saco. Elíseo dijo: Da a esas gentes; que coman. 43
Su criado le contestó: ¿Cómo voy a poder dar a cien personas? Pero Elíseo le repitió: Da a esas gentes; que coman. Así dice Yahvé: Comerán y sobrará. 44
Puso entonces los panes ante ellos, comieron y quedaron sobras, según la palabra de Yahvé. Un hombre de Baalsalisa (
1Sa_9:4), en el actual
Kefr Tih, a veinticinco kilómetros al norte de Lidda, entre Siquem y Jafa, supo que Elíseo se encontraba en Caígala y le llevó el pan de las primicias, amasado con grano nuevo (
Lev_23:17-20). Pero Elíseo, rehusó comerlo, indicando al buen hombre que lo repartiera entre el centenar de profetas. Ante su admiración, vio cómo ellos comieron, se saciaron y que sobró todavía.