Ezequiel  37, 1-14


Los huesos y el espíritu
Is 26,14-19

La mano del Señor se posó sobre mí y el Señor me llevó en espíritu, dejándome en un valle todo lleno de huesos. Me hizo pasarles revista: eran muchísimos los que había en la cuenca del valle; estaban resecos. Entonces me dijo:
– Hijo de hombre, ¿podrán revivir esos huesos?
Contesté:
– Tú lo sabes, Señor. Me ordenó:
– Profetiza así sobre esos huesos: Huesos secos, escuchen la Palabra del Señor. Esto dice el Señor a esos huesos: Yo les voy a infundir espíritu para que revivan. Les injertaré tendones, les haré crecer carne; tensaré sobre ustedes la piel y les infundiré espíritu para que revivan. Así sabrán que yo soy el Señor. Pronuncié la profecía que se me había mandado, y mientras lo pronunciaba, resonó un trueno, luego hubo un terremoto y los huesos se juntaron, hueso con hueso. Vi que habían prendido en ellos los tendones, que brotaba la carne y tenían la piel tensa; pero no había espíritu en ellos. Entonces me dijo:
– Llama al espíritu, llama, Hijo de hombre, diciéndole al espíritu: Esto dice el Señor: Ven, espíritu, desde los cuatro vientos y sopla en estos cadáveres para que revivan. Pronuncié el llamado que se me había mandado. Penetró en ellos el espíritu, revivieron y se pusieron en pie: era una muchedumbre inmensa. Entonces me dijo:
– Hijo de hombre, esos huesos son toda la casa de Israel. Ahí los tienes diciendo: Nuestros huesos están secos, nuestra esperanza se ha desvanecido; estamos perdidos. Por eso profetiza diciéndoles: Esto dice el Señor: Yo voy a abrir sus sepulcros, los voy a sacar de sus sepulcros, pueblo mío, y los voy a llevar a la tierra de Israel. Sabrán que yo soy el Señor cuando abra sus sepulcros, cuando los saque de sus sepulcros, pueblo mío. Infundiré mi espíritu en ustedes para que revivan, los estableceré en su tierra y sabrán que yo, el Señor, lo digo y lo hago – oráculo del Señor– .
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