II Macabeos 2, 1-8

En los documentos se lee que el profeta Jeremías mandó a los deportados recoger fuego, como queda dicho, y que el profeta, al entregarles la ley, les recomendó que no olvidaran los preceptos del Señor ni se extraviaran al ver estatuas de oro y plata revestidas de adornos. Y con otros consejos similares los exhortaba a no alejar la ley de su corazón. En este escrito se decía que el profeta, avisado por un oráculo, mandó que llevaran con él la tienda y el arca cuando marchó a la montaña donde Moisés había subido para contemplar la herencia de Dios. Al llegar arriba, Jeremías encontró una especie de cueva; metió allí la tienda, el arca y el altar del incienso, y cerró la entrada. Algunos de sus acompañantes fueron después a marcar el camino, pero no pudieron encontrarlo. Cuando lo supo Jeremías, los reprendió diciendo: Ese sitio quedará desconocido hasta que Dios tenga misericordia de su pueblo y lo reúna. Entonces el Señor mostrará de nuevo esos objetos, y se verá la gloria del Señor y la nube, como apareció en tiempo de Moisés, y cuando Salomón oró para que el lugar santo quedara consagrado solemnemente.
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