II Reyes  25, 1-21


Caída de Jerusalén
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Pero el año noveno de su reinado, el día diez del décimo mes, Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino a Jerusalén con todo su ejército, acampó frente a ella y construyó torres de asalto alrededor. La ciudad quedó sitiada hasta el año once del reinado de Sedecías, el día noveno del mes cuarto. El hambre apretó en la ciudad, y no había pan para la población. Se abrió brecha en la ciudad, y los soldados huyeron de noche, por la puerta entre las dos murallas, junto a los jardines reales, mientras los caldeos rodeaban la ciudad, y se marcharon por el camino de la estepa. El ejército caldeo persiguió al rey; lo alcanzaron en la estepa de Jericó, mientras sus tropas se dispersaban, abandonándolo. Apresaron al rey, y se lo llevaron al rey de Babilonia, que estaba en Ribla, y lo procesó. A los hijos de Sedecías los hizo ajusticiar ante su vista; a Sedecías lo cegó, le echó cadenas de bronce y lo llevó a Babilonia. El día primero del quinto mes – que corresponde al año diecinueve del renado de Nabucodonosor en Babilonia– llegó a Jerusalén Nabusardán, jefe de la guardia, funcionario del rey de Babilonia. Incendió el templo, el palacio real y las casas de Jerusalén, y puso fuego a todos los palacios. El ejército caldeo, a las órdenes del jefe de la guardia, derribó las murallas que rodeaban a Jerusalén. Nabusardán, jefe de la guardia, se llevó cautivos al resto del pueblo que había quedado en la ciudad, a los que se habían pasado al rey de Babilonia y al resto de la plebe. De la clase baja dejó algunos, para que cultivaran los campos y las viñas. Los caldeos rompieron las columnas de bronce, las bases y el depósito de bronce que había en el templo, para llevarse el bronce a Babilonia. También llevaron los calderos, paletas, cuchillos, bandejas y todos los utensilios de bronce que servían para el culto. El jefe de la guardia tomó los incensarios e hisopos, y todo lo que había, en dos lotes, de oro y de plata, y las dos columnas, el depósito y los pedestales que había hecho Salomón para el templo; era imposible calcular lo que pesaba el bronce de aquellos objetos; cada columna medía nueve metros y estaba rematada por un capitel de bronce de metro y medio de altura, adornado con trenzados y granadas alrededor, todo de bronce. El jefe de la guardia apresó al sumo sacerdote, Serayas, al vicario Sofonías y a los tres porteros; en la ciudad, apresó también a un dignatario jefe del ejército y a cinco hombres del servicio personal del rey, que se encontraban en la ciudad; al secretario del general en jefe, que había hecho el reclutamiento de los terratenientes, y a sesenta ciudadanos que se encontraban en la ciudad. Nabusardán, jefe de la guardia, los apresó y se los llevó al rey de Babilonia, a Ribla. El rey de Babilonia los hizo ejecutar en Ribla, provincia de Jamat.
Así marchó Judá al destierro.
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