Jeremías  50, 1-46


Contra Babilonia
Is 14,4-23; 21,1-10; 46; Bar 4,31-35; Ap 18

Palabra del Señor contra Babilonia – país caldeo– por medio del profeta Jeremías: Anúncienlo a las naciones,
publíquenlo, alcen la bandera,
publíquenlo, no lo callen, digan:
Babilonia ha sido conquistada,
Bel está confuso, Marduc humillado,
sus ídolos derrotados,
sus imágenes avergonzadas. Porque desde el norte
se abalanzó sobre ella
un pueblo que saqueará su territorio,
hasta que no quede en ella
un habitante,
porque hombres y animales
huirán desbandados. En aquellos días y en aquella hora
– oráculo del Señor–
vendrán juntos israelitas y judíos,
llorando y buscando al Señor, su Dios; preguntan por Sión
y allá se encaminan:
Vamos a unirnos al Señor
en alianza eterna, irrevocable. Mi pueblo era un rebaño perdido
que los pastores extraviaban
por los montes,
iban de monte en colina,
olvidando el rebaño; los que los encontraban se los comían,
sus rivales decían:
No somos culpables,
porque han pecado contra el Señor,
su pastizal seguro,
la Esperanza de sus padres. Huyan de Babilonia
y del territorio caldeo,
salgan como chivos
delante del rebaño, porque yo movilizo
contra Babilonia en el norte
una alianza de naciones poderosas
que formarán contra ella
y la conquistarán;
sus flechas, como soldado experto,
nunca fallan el blanco. Los caldeos serán saqueados
y los saqueadores se hartarán
– oráculo del Señor– . Aunque festejen bulliciosamente,
ladrones de mi herencia,
aunque brinquen
como novilla en el prado
y relinchen como caballos, su madre quedará avergonzada,
confundida la que los dio a luz,
convertida en la última
de las naciones,
en desierto y estepa reseca. Por la cólera del Señor
quedará deshabitada
y hecha toda un desierto;
los que pasen junto a Babilonia
silbarán espantados
al ver tantas heridas. Arqueros, pongan cerco a Babilonia,
apunten, no ahorren flechas,
porque pecó contra el Señor; lancen el grito de guerra en torno a ella,
que se entregue su guarnición,
que caigan sus pilares
y se derrumben sus murallas;
porque el Señor se venga de ella así:
lo que hizo háganselo a ella. Exterminen en Babel al sembrador
y al que empuña la hoz
en el tiempo de la cosecha.
Huyen de la espada mortífera,
cada uno a su pueblo
y a su tierra nativa. Israel era una oveja descarriada,
acosada de leones:
primero la devoró el rey de Asiria,
últimamente la despedazó
Nabucodonosor, rey de Babilonia. Por eso, dice el Señor Todopoderoso,
Dios de Israel:
Yo tomaré cuentas
al rey de Babilonia y a su país,
como se las tomé al rey de Asiria. Restituiré Israel a sus pastizales,
para que paste
en el Carmelo y en Basán,
para que sacie su hambre
en la sierra de Efraín y en Galaad. En aquellos días y en aquella hora
– oráculo del Señor–
se buscará la culpa de Israel,
y no aparecerá;
el pecado de Judá,
y no se encontrará;
porque yo perdonaré
a los que deje con vida. ¡Contra el territorio
de Merataín avancen,
contra los habitantes de Pecod!
Aniquila a filo de espada,
haz cuanto te diga
– oráculo del Señor– . Suena el grito de guerra en el país,
un grave quebranto: ¡Ay, arrancado y quebrado
el martillo del mundo!
¡Ay, Babilonia, convertida
en el espanto de las naciones! Babilonia, te puse una trampa,
y has caído sin darte cuenta;
te han sorprendido y apresado
porque retaste al Señor. El Señor ha abierto su arsenal
y ha sacado las armas de su ira,
porque el Señor Todopoderoso
tiene una tarea en el país caldeo. Vengan contra ella desde el confín:
abran los graneros,
apilen sus gavillas,
destruyan hasta no dejar resto; maten sus novillos,
que bajen al matadero;
¡ay de ellos, les llega el día
y la hora de la cuenta! Oigan a los fugitivos
evadidos de Babilonia
que anuncian en Sión la venganza
del Señor, nuestro Dios,
la venganza de su templo. Recluten arqueros contra Babel,
a todos los que tensan el arco;
cierren el cerco, que no escape nadie;
páguenle sus obras,
lo que hizo háganselo a ella:
se insolentó contra el Señor,
el Santo de Israel; sus jóvenes caerán en las calles,
aquel día sus guerreros enmudecerán
– oráculo del Señor– . ¡Aquí estoy contra ti, insolente!
– oráculo del Señor Todopoderoso– ,
te llegó el día,
la hora de rendir cuentas: tropezará la insolente,
caerá y nadie la levantará.
Prenderé fuego a sus pueblos,
que consuma todos sus alrededores. Así dice el Señor Todopoderoso:
Israelitas y judíos
sufren juntos la opresión,
los que los desterraron los retienen
y se niegan a soltarlos. Pero el rescatador es fuerte,
se llama Señor Todopoderoso:
él defenderá su causa,
acallando la tierra,
agitando a los habitantes de Babilonia. ¡Espada!, contra los caldeos,
contra los vecinos de Babilonia
– oráculo del Señor– ,
contra sus nobles y sus maestros. ¡Espada!, contra sus adivinos,
que se desconcierten.
¡Espada!, contra sus soldados,
que se aterroricen. ¡Espada!,
contra sus tesoros y carros,
contra la multitud
que hay en medio de ella,
que se vuelvan mujeres,
contra sus tesoros,
para que sean saqueados. ¡Espada!, contra sus canales,
que se sequen,
porque es un país de ídolos,
que pierde el seso por sus espantajos. Habitarán allí chacales
y hienas y avestruces,
por siempre jamás,
de edad en edad estará despoblada. Será como la catástrofe
de Sodoma, Gomorra y sus vecinas,
donde no habita nadie
ni mora hombre alguno
– oráculo del Señor– . Miren: un ejército viene
desde el norte, una multitud
y muchos reyes se movilizan
en el extremo del mundo: armados de arcos y lanzas,
crueles y despiadados,
sus gritos resuenan como el mar,
avanzan a caballo,
formados como soldados
contra ti, Babilonia. Al oír su fama
el rey de Babilonia se acobarda,
lo invade la angustia
y espasmos de parturienta. Como un león que sube
de la espesura del Jordán
a las praderas siempre verdes,
así los espantaré de repente
y me adueñaré de los escogidos,
pues, ¿quién hay como yo?,
¿quién me desafía?,
¿quién es el pastor
que pueda resistirme? Ahora escuchen
el designio del Señor contra Babel
y sus planes contra el territorio caldeo:
Juro
que aun las ovejas más pequeñas
serán arrebatadas,
juro que se espantarán de ellas
las praderas. Al estruendo de su caída
retiembla la tierra,
y las naciones escuchan sus gritos.
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