Job  42, 7-17


Epílogo

Cuando el Señor terminó de decir esto a Job, se dirigió a Elifaz de Temán:
– Estoy irritado contra ti y tus dos compañeros porque no han hablado rectamente de mí, como lo ha hecho mi siervo Job. Por tanto, tomen siete novillos y siete carneros, vayan a ver a mi siervo Job y ofrézcanlos en holocausto por ustedes. Mi siervo Job intercederá por ustedes. Yo haré caso a Job y no les haré ningún daño, aunque se lo merecen por no haber hablado rectamente de mí, como lo ha hecho mi siervo Job. Fueron Elifaz de Temán, Bildad de Suj y Sofar de Naamat, hicieron lo que mandaba el Señor y el Señor hizo caso a Job. Cuando Job intercedió por sus compañeros, el Señor cambió su suerte y duplicó todas sus posesiones. Vinieron a visitarlo sus hermanos y hermanas y los antiguos conocidos, comieron con él en su casa, le dieron el pésame y lo consolaron de la desgracia que el Señor le había enviado; cada uno le regaló una suma de dinero y un anillo de oro. El Señor bendijo a Job en sus últimos años más abundantemente que al principio; sus posesiones fueron catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil borricas. Tuvo siete hijos y tres hijas: la primera se llamaba Paloma, la segunda Acacia, la tercera Azabache. No había en todo el país mujeres más bellas que las hijas de Job. Su padre les repartió heredades como a sus hermanos. Después Job vivió ciento cuarenta años y conoció a sus hijos, nietos y bisnietos. Y Job murió anciano y colmado de años.
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