Juan  19, 17-37

y Jesús salió cargando él mismo con la cruz, hacia un lugar llamado La Calavera, en hebreo Gólgota. Allí lo crucificaron con otros dos: uno a cada lado y en medio Jesús. Pilato había hecho escribir un letrero y clavarlo en la cruz. El escrito decía: Jesús el Nazareno, rey de los Judíos. Muchos judíos leyeron el letrero, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad. Además, el letrero estaba escrito en hebreo, latín y griego. Los sumos sacerdotes dijeron a Pilato:
– No escribas: Rey de los judíos, sino: Éste ha dicho: Soy rey de los judíos. Pilato contestó:
– Lo escrito, escrito está. Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron su ropa y la dividieron en cuatro partes, una para cada soldado; tomaron también la túnica. Era una túnica sin costuras, tejida de arriba abajo, de una pieza. Así que se dijeron:
– No la rasguemos; vamos a sortearla, para ver a quien le toca.
Así se cumplió lo escrito: Se repartieron mi ropa y se sortearon mi túnica. Es lo que hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y al lado al discípulo amado, dice a su madre:
– Mujer, ahí tienes a tu hijo. Después dice al discípulo:
– Ahí tienes a tu madre.
Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa. Después, sabiendo que todo había terminado, para que se cumpliese la Escritura, Jesús dijo:
– Tengo sed. Había allí un jarro lleno de vinagre. Empaparon una esponja en vinagre, la sujetaron a una caña y se la acercaron a la boca. Jesús tomó el vinagre y dijo:
– Todo se ha cumplido.
Dobló la cabeza y entregó el espíritu. Era la víspera del sábado, el más solemne de todos; los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos para que no quedaran en la cruz durante el sábado. Fueron los soldados y quebraron las piernas a los dos crucificados con él. Al llegar a Jesús, viendo que estaba muerto, no le quebraron las piernas; sino que un soldado le abrió el costado con una lanza. En seguida brotó sangre y agua. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es verdadero; él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió de modo que se cumpliera la Escritura que dice: No le quebrarán ni un hueso; y otro pasaje de la Escritura dice: Mirarán al que ellos mismos atravesaron.
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