Proverbios 23, 1-25

Sentado a la mesa de un señor,
mira bien quién tienes delante; ponte un cuchillo a la garganta
si tienes mucha hambre; no seas ansioso de sus manjares,
que son comida engañosa. No te esfuerces por enriquecerte,
deja de pensar en ello; si te fijas bien, verás que no hay riqueza,
ha echado alas como un águila y vuela por el cielo. No te sientes a comer con el avaro
ni ansíes sus manjares: son un pelo en la garganta, amargura en el paladar;
te dice: come y bebe, pero no te aprecia; el bocado comido lo tendrás que vomitar
y habrás malgastado tus palabras corteses. No hables a oídos necios,
porque despreciarán tus sabias razones. No cambies de lugar los linderos antiguos
ni te metas en el campo del huérfano, porque su defensor es fuerte
y defenderá su causa contra ti. Haz caso de la corrección,
presta oído a los consejos de la experiencia. No ahorres castigo al muchacho:
porque le azotes con látigo no morirá; tú lo azotas con el látigo
pero libras su vida del Abismo. Hijo mío, si tu corazón se hace sabio,
yo me alegraré de corazón, sentiré un gozo entrañable
cuando tus labios hablen como es debido. No sientas envidia de los pecadores,
sino siempre de los que respetan a Dios; así tendrás un porvenir,
y tu esperanza no fracasará. Escucha, hijo mío, sé juicioso,
encamina bien tu mente: no te juntes con bebedores
ni vayas con comilones, porque bebedores y comilones se arruinarán
y el perezoso se vestirá de harapos. Escucha al padre que te engendró,
no desprecies la vejez de tu madre: compra la verdad y no la vendas,
sabiduría, educación y prudencia; el padre del honrado se llenará de gozo,
el que engendra un hijo sabio se alegrará, tu padre estará contento de ti
y gozará la que te dio a luz.
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