Sabiduría 18, 20-25


Expiación

También a los justos los alcanzó la prueba de la muerte
y en el desierto tuvo lugar una gran matanza,
pero no duró mucho la ira; porque un varón intachable se lanzó en su defensa,
manejando las armas de su ministerio:
la oración y el incienso expiatorio;
hizo frente a la cólera y puso fin a la catástrofe,
demostrando ser ministro tuyo; venció la indignación no a fuerza de músculos ni empuñando las armas,
sino que rindió con la palabra al que traía el castigo,
recordándole los pactos y promesas hechos a los padres. Cuando ya se amontonaban los cadáveres, unos encima de otros,
se plantó en medio y atajó el golpe,
cortándole el paso hacia los que aún vivían. Pues en su vestidura de tela estaba el mundo entero,
y el esplendor de los padres
en las cuatro hileras de piedras talladas,
y tu majestad en la diadema de su cabeza. Ante esto, el exterminador retrocedió atemorizado;
una sola prueba de tu ira bastaba.
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