Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Salmo 6. Deprecación de un Justo enfermo.
E sta súplica refleja las angustias de un justo postrado en el lecho del dolor, al que le afectan no sólo la enfermedad, sino los sufrimientos morales a causa de la hostilidad de unos enemigos anónimos
que atenían contra su fama y vida espiritual. El título atribuye la paternidad literaria de la composición
al propio David, como en otros anteriores. No sabemos que el rey haya estado próximo a la muerte en alguna circunstancia de su vida como consecuencia de una penosa enfermedad. Por otra parte, los lexicólogos descubren algunos términos que reflejan un hebreo posterior al exilio, y, sobre todo, ven cierta dependencia de la fraseología del salmista respecto de
Jer_10:24;
Jer_45:31 Y por ello suponen que es de época posterior a este profeta l
. Con todo, por el contenido de estos breves fragmentos líricos no es fácil determinar la época de composición. La tradición judía, siguiendo la indicación del título, ha considerado el salmo como obra de David; pero ya hemos indicado que esta atribución de las composiciones salmódicas al gran rey no prueba siempre la paternidad literaria davídica, ya que David había quedado como el salmista por excelencia, como Salomón era el sabio por antonomasia; y a ellos se atribuyen composiciones literarias por el procedimiento de la seudonimia, como lo prueba el libro de la Sabiduría, escrito en griego y atribuido al sabio por excelencia, Salomón.
David era el poeta mayor de la historia de Israel, y por eso no tiene nada de particular que se le atribuyan composiciones poéticas posteriores al mismo, como ocurre en algunos salmos.
En este salmo se contrapone de modo brusco la situación humilde y angustiada del justo que sufre una penosa enfermedad y que por ello es objeto de burla de sus enemigos, los impíos, los cuales
le consideran abandonado de Dios, como pensaban los amigos de Job, y el grito de triunfo una vez que el salmista
se ha sentido curado y protegido de su Dios. En las primeras estrofas, el tono es elegiaco, aunque no el ritmo. Pueden distinguirse cuatro estrofas, formadas cada una de un trístico y un dístico. Por el contenido podemos dividir la pieza en cuatro partes:
a) imploración de la misericordia divina (2-3);
b) súplica de ayuda (4-6);
c) el enfermo a punto de expirar (7-8);
d) grito de victoria (9-11).
Imploración de la misericordia divina (1-3).
1
Al maestro de coro. A la cuerda. Sobre la octava. Salmo de David. 2
¡Oh Yahvé! no me castigues en tu ira, no me aflijas en tu indignación. 3
Ten piedad de mí, ¡oh Yahvé! pues estoy desfallecido. Sáname, Yahvé, pues tiemblan mis huesos. La indicación musical que hemos traducido Sobre
la octava (en heb,
sheminith),
siguiendo a los LXX y Vg, es generalmente interpretada en el sentido de
octava alta o baja en el canto. Algunos autores más bien creen que se alude a un instrumento de ocho cuerdas para acompañar el cántico, aunque quizá la palabra hebrea sea la primera de un cantar conocido de los lectores, a cuyo son se había de ajustar la recitación del salmo.
El salmista, afligido por alguna grave enfermedad, siente el peso de la justicia divina. Acostumbrados a asociar las enfermedades con pecados ocultos, suplica a Dios que le perdone, pues sólo supuesta la reconciliación podrá recuperar la salud
y la amistad divina. El enfermo pide a Dios
que no le trate conforme a las exigencias de su justicia e indignación, sino conforme a su piedad, siempre pronta a perdonar (v.3). Si ha de castigarlo, pide que no sea con
ira, sino con equidad y mesura, de forma que la justicia quede atemperada por la
piedad.
Súplica de ayuda (4-6).
4
Está mi alma conturbada sobremanera. Pero tú, Yahvé, ¿hasta cuándo? 5
Vuélvete, ¡oh Yahvé! y libra mi alma; sálvame en tu piedad. 6
Pues en la muerte no se hace memoria de ti, y en el seol, ¿quién te alabará? El afligido salmista tiene conciencia de la misericordia y omnipotencia de Dios y tiene también experiencia de la protección divina. Por eso, en un momento de arranque, cuando su
alma está
conturbada y afligida por la enfermedad, apela a los intereses divinos. ¿Qué ganará Yahvé con darle la muerte? Los muertos no se acuerdan de El, pues en la región tenebrosa del
seol donde subsisten en estado de sombra y semipersonalidad los seres humanos nadie puede
alabarle (v.6). Está como rota la comunicación de Yahvé con la región subterránea donde moraban los difuntos en una situación de languidez y de tedio total. El salmista no tiene luces sobre la retribución en ultratumba, y por eso su perspectiva de felicidad se termina con la presente vida. Según la mentalidad popular de los antiguos hebreos, los hombres al morir iban a habitar una región subterránea similar al
hades de los griegos y al
arallu de los babilonios. Los moradores de aquellas sombras, lejos de participar de las alegrías de la vida, llevaban una existencia triste, como en ectoplasma, sin consistencia ni vigor 2. Esta perspectiva es particularmente triste para el salmista, que gusta de participar de la
presencia espiritual de su Dios, particularmente en la vida litúrgica del templo. Ahora, ante la proximidad de la muerte, hace una llamada a los propios intereses divinos. Si Yahvé quiere que le
alabe, le tiene cuenta mantenerlo en esta vida,
pues en la muerte nadie se acuerda de El, y en el Seol no hay posibilidad de alabarle (v.6).
El salmista, a panto de expirar (7-8).
7
Consumido estoy a fuerza de gemir, todas las noches inundo mi lecho y con mis lágrimas riego mi estrado. 8
Están consumidos mis ojos por la tristeza, envejecieron en medio de todos mis adversarios. Para conseguir la misericordia de Yahvé, el salmista se vuelve hacia su triste situación. Se siente agotado en su lecho de dolor, no sólo por sus debilidades físicas,
sino por la hostilidad de sus
adversarios (v.8). No concreta en qué consiste esta oposición, pero quizá aluda a calumnias injuriosas o a la satisfacción que ellos sienten ante los dolores del que se creía justo a buen recaudo de la Providencia divina. Los compañeros de Job le echan en cara sus supuestos pecados ocultos porque sufre tocado de la mano de Dios 3. Los enemigos del salmista sin duda que le echaban en cara su falsa piedad al verle postrado en el lecho de dolor. ¡Tantas veces había predicado la confianza en la justicia divina, que retribuye a cada uno según sus obras! Y ahora él se encontraba impotente a pesar de su supuesta inocencia y rectitud moral. Su enfermedad era una prueba de que sus esperanzas eran vanas. Ante estas verosímiles actitudes de sus enemigos, al salmista no le queda sino llorar en silencio amargamente en su
lecho (v.7),
en espera de que Yahvé salga a su favor y muestre que sabe salvar a los que en El confían. Sus dolores han sido tan agudos, que sus ojos se debilitaron y
envejecieron prematuramente.
Grifo de victoria (9-11).
9
Apartaos de mí todos los obradores de la maldad, pues ha oído Yahvé la voz de mis llantos. 10
Ha escuchado Yahvé mis oraciones, ha acogido mi deprecación. 11
Se avergonzarán y serán vehementemente conturbados todos mis enemigos. Se volverán atrás confundidos súbitamente. Después del desahogo anterior, el salmista tiene certeza de que Yahvé le ha oído en su clamor, y lanza un súbito grito de victoria sobre sus enemigos, que se alegraban de verle imposibilitado en el lecho de muerte. La reacción es violenta:
Apartaos de mí todos los obradores de la maldad (V.9).
Su causa es la de Yahvé, y ahora ha mostrado de nuevo que no se olvida de los que le son fieles
y a El se confían. Los adversarios del salmista serán por ello
confundidos y avergonzados, pues la intervención de Yahvé en favor de él ha probado la legitimidad de sus esperanzas de salvación y de justa rehabilitación.
1 Así Podechard, O.C., 37. 2 Véase nuestro artículo
La vida de ultratumba según la mentalidad popular de los antiguos hebreos: Salmanticensis 1 (1954) 343-364 cf.
Sal_88:13-18;
Job_10:20. 3 Cf.
Job_4:6ss .