II Corintios 11, 30-33

Si hay que presumir, presumiré de mi debilidad. El Dios y Padre del Señor Jesús -el que es bendito por los siglos- sabe bien que no miento. En Damasco, el gobernador del rey Aretas tenía puestos guardias en la ciudad de Damasco para prenderme, y, por una ventana a través del muro, fui descolgado, metido en una cesta y escapé de sus manos.
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