Hechos 17, 24-31

El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, siendo como es Señor de cielo y tierra, no habita en templos hechos a mano, ni tiene que ser cuidado por manos de hombres, como si necesitara de algo, ya que es él quien da a todos vida, respiración y todas las cosas. Él hizo provenir de uno a todo el linaje humano para habitar sobre toda la faz de la tierra y fijó los tiempos determinados y los límites de su habitación, para que busquen a Dios, a ver si a tientas dan con él y lo encuentran, ya que en realidad no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, nos movemos y somos, como ya dijeron algunos de vuestros poetas: Porque incluso de su mismo linaje somos. Siendo, pues, del linaje de Dios, no debemos pensar que la divinidad pueda ser semejante al oro, a la plata o a la piedra, escultura del arte y del pensamiento humano. Pues bien, pasando por alto los tiempos de la ignorancia, Dios ahora invita a los hombres a que todos y en todas partes se conviertan, ya que ha establecido un día en el que habrá de juzgar al mundo entero según justicia por medio de un hombre a quien ha designado, para que salga fiador suyo ante todos, al haberlo resucitado de entre los muertos.»
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