Hechos 22, 5-21

como puede certificármelo el sumo sacerdote y todo el colegio de ancianos, con cuyas cartas para los hermanos fui a Damasco, con el propósito de conducir a los de allí presos a Jerusalén, para que fueran castigados. Pero me sucedió que, mientras iba de camino y me acercaba a Damasco, a eso del mediodía, súbitamente me rodeó una gran luz del cielo. Caí a tierra y oí una voz que me decía: "Saulo, Saulo, ¿ por qué me persigues?" Yo respondí: "¿Quién eres tú, Señor?" Y me dijo: "Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues." Y los que estaban conmigo vieron la luz, pero no entendieron la voz del que me hablaba. Dije, pues: "¿Qué debo hacer, Señor?" Y el Señor me dijo: "Levántate y ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está determinado que debes hacer." Pero como no veía a causa del resplandor de aquella luz, conducido de la mano por los que estaban conmigo, llegué a Damasco. Y un tal Ananías, hombre piadoso según la ley, muy bien conceptuado por todos los habitantes judíos vino a mí y, acercándose, me dijo: "Hermano Saulo recobra la vista." Y yo en el mismo instante la recobré y lo miré. Y me dijo: "El Dios de nuestros padres te ha designado de antemano para conocer su voluntad, ver al Justo y oír la palabra de su boca, porque le serás testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído. Y ahora, ¿qué esperas? Anda, bautízate y límpiate de tus pecados, invocando su nombre." Y sucedió que, al regresar a Jerusalén y mientras oraba en el templo, tuve un éxtasis, y le vi que me decía: "Apresúrate y sal rápidamente de Jerusalén, porque no recibirán tu testimonio sobre mí." Yo le dije: "Señor ellos saben que yo me dedicaba a encarcelar y azotar por las sinagogas a los que creían en ti, y cuando se derramaba la sangre de tu testigo Esteban, yo estaba presente y de acuerdo, mientras custodiaba las vestiduras de los que le mataban." Y me dijo: "Anda, que yo te voy a enviar lejos, a los gentiles."»
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