Hechos 9, 31-43

La Iglesia, en tanto, gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaria, edificándose y caminando en el temor del Señor, y crecía con la consolación del Espíritu Santo. Pedro, que andaba por todas partes, llegó hasta los fieles que habitaban en Lida. Encontró allí a un hombre llamado Eneas, que desde ocho años atrás yacía en una camilla, porque estaba paralítico. Y le dijo Pedro: «Eneas, el Señor Jesús te va a curar; levántate y hazte tú mismo la cama.» Y al momento se levantó. Y lo vieron todos los habitantes de Lida y Sarón, los cuales se convirtieron al Señor. En Jopa había una discípula de nombre Tabitá, que traducido significa «Gacela». Estaba llena de buenas obras y de limosnas que hacía. Sucedió, pues, por aquellos días que enfermó y murió. Una vez lavada, la colocaron en la habitación de arriba. Dada la proximidad entre Lida y Jopa, y habiendo oído los discípulos que Pedro estaba en aquella ciudad, le enviaron dos hombres con ese ruego: «No tardes en venir hasta nosotros.» Pedro al punto se fue con ellos. Llegado, le hicieron subir a la habitación de arriba y se le presentaron todas las viudas, llorando y mostrándole las túnicas y mantos que les había hecho Gacela mientras estaba con ellas. Pedro hizo salir fuera a todos. Luego, puesto de rodillas, oró y vuelto al cadáver, dijo: Tabitá, levántate. Ella abrió sus ojos y viendo a Pedro, se incorporó. Dándole éste la mano, la levantó; llamó a los santos y a las viudas y se la presentó viva. La cosa fue notoria en toda Jopa, y muchos creyeron en el Señor. Y permaneció bastantes días en Jopa, en casa de un tal Simón, curtidor.
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