Efesios  4, 1-32

con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros en amor esforzándoos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fuisteis llamados a una sola esperanza, la de vuestra vocación. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa a través de todos y habita en todos. Y a cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Por eso dice: «Subiendo a la altura, llevó consigo cautivos, y dio dones a los hombres». Lo de que «subió», ¿qué es sino que bajó primero a las regiones inferiores de la tierra? El que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo. Y él dio, por una parte, los apóstoles: por otra, los profetas; por otra, los evangelistas; por otra, los pastores y para la organización de los santos en orden a la obra del ministerio, la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a la madurez de hombre perfecto, la mayoría de edad de la plenitud de Cristo. para que ya no seamos niños, fluctuantes y llevados al retortero por cualquier viento de doctrina, en las trampas de los hombres, en la astucia ordenada de artificio del error. sino que, viviendo según la verdad, en amor crezcamos, en todo aspecto, con vistas a aquel que es la cabeza, Cristo. del cual todo el cuerpo recibe unidad y cohesión a través de toda clase de junturas de sostenimiento, según la fuerza y en la medida de cada miembro. Así, Cristo realiza el crecimiento del cuerpo, para su propia edificación en amor. Esto, pues, os digo, invocando el testimonio del Señor: que no os portéis ya como se portan los paganos en la vacuidad de su pensamiento, ya que están entenebrecidos en su inteligencia y se han hecho ajenos a la vida de Dios, a causa de la ignorancia que hay en ellos, a causa del endurecimiento de su corazón; los cuales, llegados ya a la insensibilidad, se entregaron al libertinaje, hasta realizar con frenesí toda clase de impureza. Vosotros, en cambio, no es así como habéis aprendido a Cristo; Si es que le habéis oído a él, y en él habéis sido adoctrinados, tal como es la verdad en Jesús, a saber: que, por lo que se refiere a vuestro anterior género de vida, tenéis que despojaros del hombre viejo, que se va corrompiendo el ritmo de las concupiscencias de la seducción, para renovaros en el espíritu de vuestra mente, y revestiros del hombre nuevo, que ha sido creado a imagen de Dios en justicia y santidad de la verdad. Por lo cual, deshaciéndoos de la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo, porque somos miembros unos de otros. Enojaos, pero no pequéis: el sol no se ponga sobre vuestra ira; ni déis lugar al diablo. El que roba, que ya no robe más; sino, por el contrario, que trabaje haciendo el bien con sus propias manos, para que tenga algo que compartir con el necesitado. Todo lo que sea palabra mala no salga de vuestra boca, sino la buena, para que pueda edificar la indigencia, y procure gracia a los que oyen. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, en el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Apartad de vosotros toda acritud, animosidad, cólera, griterío e insulto, juntamente con toda clase de maldad. Sed, por el contrario, unos con otros, bondadosos, comprensivos, perdonándoos mutuamente, como Dios os perdonó en Cristo. Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos amados:
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