Mateo 19, 1-10

Cuando Jesús acabó estos discursos, partió de Galilea y se fue a la región de Judea, al otro lado del Jordán. Le siguieron grandes multitudes y realizó curaciones allí. Se le acercaron unos fariseos para tentarlo y le preguntaron: ¿Puede uno despedir a su mujer por un motivo cualquiera? Él respondió: ¿No habéis leído que el que los creó, desde el principio, varón y hembra los hizo? (Gén 1,27). Y añadió: Por eso mismo, dejará el hombre al padre y a la madre para unirse a su mujer, y serán los dos una sola carne (Gen 2,24). De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Por consiguiente lo que Dios unió, no lo separe el hombre. Ellos le replican: ¿Por qué, entonces, Moisés mando darle el acta de divorcio para despedirla? El les contesta: Moisés, mirando a la dureza de vuestro corazón, os permitió despedir a vuestras mujeres. Pero no fue así desde el principio. Por eso yo os digo: El que despide a su mujer -no en caso de fornicación- y se casa con otra, comete adulterio. Los discípulos le dicen: Si tal es la situación del hombre con respecto a la mujer, no conviene casarse.
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