Numeros  16, 25-35

Se levantó Moisés, se fue a donde estaban Datan y Abirón, y lo siguieron los ancianos de Israel. Y habló en estos términos a la comunidad: Por favor, alejaos de las tiendas de esos hombres perversos y no toquéis nada que sea suyo, para que no perezcáis por todos sus pecados. Y se alejaron de los alrededores de las tiendas de Coré, Datan y Abirón; y Datan y Abirón salieron y pusiéronse a la entrada de sus tiendas, con sus mujeres, sus hijos y sus pequeñuelos. Moisés dijo: En esto conoceréis que es Yahvéh quien me ha enviado para realizar todas estas cosas, y que no lo hago por impulso propio. Si éstos mueren de muerte natural como todos los hombres, alcanzándoles la suerte que llega a todo mortal, no es Yahvéh el que me ha enviado. Pero si Yahvéh obra algo maravilloso, si la tierra abre de par en par su boca y los traga con todas sus cosas y bajan vivos al Seol, entonces sabréis que estos hombres han menospreciado a Yahvéh. Apenas acabó de pronunciar todas estas palabras, se abrió el suelo debajo de ellos, la tierra abrió su boca y se los tragó: a ellos y a sus familias, y a todos los hombres de Coré, con todos sus bienes. Bajaron vivos al seol, ellos y todo lo que les pertenecía; los cubrió la tierra y desaparecieron de en medio de la asamblea. A sus gritos, todos los israelitas que se encontraban alrededor, huyeron, pues se decían: No vaya a tragarnos la tierra. Salió un fuego de Yahvéh y abrasó a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían el incienso.
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