Santiago 2, 1-26

Hermanos míos, no impliquéis con acepción de personas la fe de nuestro Señor Jesucristo glorioso. Suponed que en vuestra asamblea entra un hombre con anillo de oro y con vestido elegante, y que entra también un pobre con vestido sucio. Si atendéis al que lleva el vestido elegante y le decís: «Tú siéntate aquí en lugar preferente», y al pobre le decís: «Tú quédate allí de pie o siéntate bajo el escabel de mis pies», ¿no juzgáis con parcialidad en vuestro interior y os hacéis jueces de pensamientos inicuos? Escuchad, hermanos míos queridos: ¿No escogió Dios a los pobres según el mundo, pero ricos en la fe y herederos del reino que prometió a los que le aman? ¡Y vosotros habéis afrentado al pobre! ¿No os oprimen los ricos y os arrastran a los tribunales? ¿No son ellos los que blasfeman del hermoso nombre que ha sido invocado sobre vosotros? Si efectivamente cumplís la ley regia según la Escritura: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Lev 19, 18). hacéis muy bien. Pero si obráis con acepción de personas, cometéis pecado y quedáis ante la ley convictos de transgresión. El que guarda toda la ley, pero quebranta un solo precepto, se hace reo de todos. Pues el que dijo. «No cometerás adulterio», dijo también: «No matarás.» Y si no cometes adulterio, pero matas, te has hecho transgresor de la ley. Hablad y actuad como quienes han de ser juzgados por una ley de libertad. Pues habrá un juicio sin misericordia para quien no practicó misericordia. La misericordia triunfa sobre el juicio. ¿De qué sirve, hermanos míos, si uno dice que tiene fe, pero no tiene obras? ¿Podrá salvarlo la fe? Si un hermano o hermana se encuentran desnudos y carecen del alimento diario, y alguno de vosotros les dice: «Id en paz, calentaos y hartaos», pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué servirá eso? Así también la fe, si no tiene obras, está muerta en sí misma. Más aún, alguno dirá: «Tú tienes fe, yo tengo obras.» Muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré por las obras mi fe. ¿Tú crees que «hay un solo Dlos» (Dt 6,4)? Haces bien. También los demonios creen y tiemblan. ¿Quieres saber, hombre necio, cómo la fe sin las obras es estéril? Abraham, nuestro padre, ¿no fue justificado por las obras al «ofrecer su hijo Isaac sobre el altar» (Gén 22,9)? Ya lo ves: la fe actuaba juntamente con las obras y por las obras se hizo perfecta la fe. Y así se cumplió la Escritura que dice: Creyó Abraham a Dios, y le fue computado a justicia, y fue llamado amigo de Dios. Ya veis que por las obras se justifica el hombre y no sólo por la fe. La misma Rahab, la meretriz, ¿no se justificó por las obras al recibir a los mensajeros y al despedirlos por otro camino? Así pues, como el cuerpo sin espíritu está muerto así también está muerta la fe sin obras.
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