Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
Salmo 89 (Vg 88): Quejas por la Humillación del Rey.
P odíamos distinguir cinco secciones en este salmo, de contenido bastante heterogéneo:
a) exposición sumaria de la promesa de protección a la dinastía davídica (1-5);
b) himno de alabanza a la omnipotencia y fidelidad divinas (6-19);
c) comentario poético a la promesa divina sobre la dinastía de David (20-38);
d) quejas por la actual humillación de la dinastía davídica (39-46);
e) plegaria por el restablecimiento pleno de Israel como nación (47-52).
El poeta se plantea el problema de la compatibilidad de las antiguas promesas divinas sobre la perennidad de la dinastía davídica y la realidad cruel de su actual postergación humillante como consecuencia de una guerra devastadora, que muy bien puede ser la invasión de los babilonios que terminó con la destrucción de la ciudad en el 586 a. C. El salmista parece que vive en el exilio o forma parte de los repatriados que asisten a la lenta restauración de la nación.
La sección de los v.2-19 quizá sea un himno anterior cíe los tiempos gloriosos de la dinastía, utilizado por el poeta para contraponerlo a la triste situación actual. El estilo brillante de la primera parte (2-19) contrasta con el oscuro y deslavazado del resto del salmo. Con todo, se adapta a la marcha general del pensamiento: majestad y esplendor en el himno; elegancia y claridad en el oráculo; en la elegía, a la vez vehemencia y audacia familiar, melancolía y languidez...1
Preludio: la promesa divina a David (1-5).
1
Maskil. De Etán ezraíta 2
. 2
Cantaré siempre lats piedades cíe Yahvé y daré a conocer por mi boca de generación en generación tu fidelidad. 3
Porque dijiste: La piedad es eterna. Cimentaste en los cielos tu fidelidad. 4
He hecho alianza con mi elegido, he jurado a David, mi siervo: 5
Afirmaré por siempre tu prole y estableceré tu trono por generaciones. Seláh. Antes de abordar el tema de la promesa divina hecha a David y su descendencia, el poeta declara solemnemente que las relaciones de Yahvé con su pueblo y sus fieles se desarrollan siempre conforme a las exigencias de su
piedad y fidelidad: Dios es tardo a la ira
y pronto a la misericordia, castigo hasta la cuarta generación, pero perdona, hasta la milésima 3. Este modo de proceder de Yahvé da ánimos al salmista para abordar el problema de las
relaciones históricas de su Dios con Israel, su pueblo. La
piedad y la
fidelidad son dos atributos de Yahvé que
permanecen por siempre, y, por tanto, son indefectibles y aplicables a todas las situaciones. Yahvé es el mismo de los tiempos antiguos, cuando protegía a su pueblo; por consiguiente, no puede abandonarlo cuando éste se halle en situaciones críticas. La
fidelidad de Yahvé a sus promesas
tiene sus cimientos en los cielos, que son inconmovibles; por eso, sus promesas llevan
el sello de la estabilidad inalterable. Y entre ellas sobresale la declarada a David.
Los v.4-5, redactados en estilo oracular profetice, son un paréntesis en este himno, que se continúa en el v.6. La formulación divina está calcada en el relato de
2Sa_7:5.8.26, aunque no es cita directa, ya que en el libro de Samuel no se menciona la
alianza y el
juramento. El poeta, pues, dramatiza el relato histórico sobre la promesa hecha a David, a través de Natán, sobre la perennidad de su dinastía: Suscitaré a tu linaje después de ti... y afirmaré tu reino... Yo estableceré su trono por siempre.4 Yahvé ha empeñado, pues, su palabra de garantizar la permanencia de la dinastía davídica, y esto llena de esperanza al salmista, porque sabe que
las palabras de su Dios son inconmovibles. Los destinos, pues, del pueblo israelita están en buenas manos, y asegura la permanencia de la dinastía davídica.
Himno a Yahvé, Creador del universo y Rey de Israel (6-19).
6
Los cielos cantan tus maravillas, ¡oh Yahvé I, y tu fideli-dad en la asamblea de los santos. 7
¿Quién sobre las nubes comparable a Yahvé, quién semejante a Yahvé entre los hijos de Dios? 8
Terrible es Dios en el consejo de los santos, grande y formidable sobre todos los que le rodean. 9
Yahvé, Dios de los ejércitos, ¿quién como tú? Eres poderoso, oh Yahvé! ceñido de tu fidelidad. 10
Tú dominas la soberbia del mar; cuando se embravecen sus olas, tú las contienes. 11
Tú hollaste a Rahab como a un traspasado, y con la fuerza de tu brazo dispersaste a tus enemigos. 12
Tuyos son los cielos, tuya la tierra; el orbe y cuanto lo llena tú lo formaste, 13
Tú creaste el aquilón y el austro; el Tabor y el Hermón saltan (al oír) tu nombre. 14
Tú tienes un brazo lleno de vigor; fuerte es tu mano, y excelsa tu diestra. 15
La justicia y el juicio son el sostén de tu trono, y la piedad y la verdad tus heraldos, 16
Bienaventurado el pueblo que sabe exclamar: andará, ¡oh Yahvé! a la luz de tu faz. 17
Se alegrarán cada día en tu nombre y se enorgullecerán en tu justicia. 18
Porque tú eres el esplendor de nuestra fuerza, y por tu benevolencia se acrecienta nuestro poderío. 19
Pues de Yahvé es nuestro escudo, y nuestro rey del Santo de Israel. La grandeza de Dios es declarada en todas las
maravillas de la naturaleza, y su
fidelidad reconocida por el
consejo de los santos, los seres angélicos que forman su corte de honor y su consejo en el gobierno del mundo 5. Nadie puede medirse con El entre los que habitan sobre las
nubes los ángeles , a los que enfáticamente se denomina
hijos de Dios, es decir, estrechamente vinculados a El6. La presencia de Dios en la corte celestial infunde temor y reverencia, porque no tiene igual entre los espíritus celestiales que constituyen el
consejo de los santos. Características suyas son
el poder y la fidelidad a sus promesas. Estas son indefectibles, pues se basan en la
omnipotencia divina.
Y el poder divino se manifiesta en el dominio de las fuerzas de la naturaleza y en la dirección de la historia de la humanidad,
imponiendo su voluntad a los pueblos más soberbios. La fuerza del Creador se hizo patente en la domesticación del mar, sujetando sus
olas y poniendo orden en el caos primitivo con la victoria total sobre
Rahab, el monstruo marino, símbolo de las fuerzas caóticas del océano7.
Rahab simboliza también a Egipto 8, y sin duda que el salmista alude al poder de Dios, manifestado no sólo en la obra de la creación, sino en la derrota de los egipcios en el mar Rojo al liberar a los israelitas de la esclavitud faraónica:
hollaste a Rahab... y dispersaste a tus enemigos (v.11).
El mundo pertenece a Dios por ser Creador: los
cielos, la
tierra y todo lo que constituye su ornato:
lo que lo llena 9. La naturaleza misma parece reconocer esta soberanía indiscutible de Dios. El poeta presenta a los dos montes
Tabor y Hermán dando saltos de júbilo para celebrar la gloria del
nombre de Dios. Son los dos montes que más se destacan en la Palestina septentrional: el primero sobresale en la llanura de Esdrelón, y el segundo, en Siria, siempre con nieves perpetuas, cerraba el horizonte de la tierra santa de Yahvé 10.
Pero este poder de Yahvé no es ciego, sino que se rige por los atributos de su
justicia y fidelidad, juntamente con la piedad, que van delante de El como
heraldos de su majestad (v.1) 11
. Por eso, el salmista declara dichoso al pueblo que puede
andar a la luz de su faz, siendo objeto de su benevolencia y protección 12 y reconociéndole con
aclamaciones desbordantes 13.
La manifestación del poder de Yahvé es fuente de alegría y de satisfacción, porque todos se sentirán
orgullosos de las manifestaciones de su
justicia. Gracias a su protección pueden los israelitas sentirse orgullosos, y en ese sentido Yahvé es el
esplendor de la
fuerza de su pueblo (v.18). Esta vinculación a Yahvé se da principalmente en el representante de la nación, el
rey, el
escudo o defensor del pueblo 14. Como representante de Dios, el rey pertenece de un modo especial al
Santo de Israel, es decir, al Ser trascendente, aunque vinculado por un pacto histórico al pueblo elegido 15.
La alianza indisoluble de Yahvé con la dinastía davídica (20-38).
20
Tú en otro tiempo hablaste en visión a tus piadosos, y dijiste: He dado mi ayuda a un valiente, he exaltado a un elegido del pueblo; 21
he hallado a David, mi siervo; le he ungido con mi óleo consagrado, 22
al que mi mano sostendrá constantemente y mi brazo fortalecerá. 23
No le sorprenderá enemigo ni le abatirá el inicuo. 24
Exterminará ante él a sus opresores y quebrantará a los que le aborrecen. 25
Serán con él mi fidelidad y mi piedad, y en mi nombre se alzara su poder 16
. 26
Pondré su mano en el mar, y su diestra en los ríos. 27
El me invocará, diciendo: Tú eres mi padre, mi Dios y la Roca de mi salvación. 28
Y yo le haré mi primogénito, el más excelso de los reyes de la tierra. 29
Yo guardaré con él eternamente mi piedad, y mi alianza con él será fiel. 30
Haré subsistir por siempre su descendencia, ( y su trono como los días del cielo. 31
Si traspasan sus hijos mi Ley y no caminan según mis juicios, 32
si violan mis preceptos y no guardan mis mandamientos, 33
castigaré con la vara sus transgresiones y con azotes sus iniquidades. 34
Pero no apartaré de él mi piedad ni faltaré a mi fidelidad. 35
No quebrantaré mi alianza y no retractaré cuanto ha salido de mis labios. 36
Una cosa he jurado por mi santidad, no engañaré a David. 37
Su descendencia durará eternamente, y su trono (permanecerá) ante mí cuanto el sol, 38
y como la luna subsistirá eternamente, y será testigo fiel en la nube. El poeta, basándose en los relatos bíblicos sobre la elección de David y en la promesa hecha a su dinastía 17, pone en boca de Yahvé la decisión de protegerle contra todos los enemigos. El
piadoso a quien se dirigen las palabras divinas puede ser el profeta Natán, que recibió la revelación divina sobre la permanencia del trono davídico 18, o el propio David, objeto de la promesa. En todo caso, éste es el
elegido del pueblo por intermedio del profeta Samuel, que lo ungió
como rey en nombre de Dios 19, Por eso se le llama
siervo de Dios y
ungido 20. Como consecuencia de esta elección divina está la protección constante que experimentará toda su vida 21 frente a los ataques de los enemigos 22. En virtud del auxilio divino llegará a dominar desde el
mar (el Mediterráneo) hasta los ríos (Eufrates, el río por excelencia): los límites de la tierra santa según las antiguas promesas 23.
En lenguaje poético expresa el salmista lo que se dice en
2Sa_7:14a: Yo le seré a él Padre, y él me será mi hijo. Si obrare el mal, yo le castigaré con varas de hombres y con azotes de hijos de hombres; pero no apartaré de él mi misericordia... Permanente será tu casa para siempre ante mi rostro, y tu trono estable por la eternidad. El salmo expresa estos mismos pensamientos con circunlocuciones bellísimas, que destacan las relaciones paternales de Yahvé con la dinastía davídica. David se convierte así en el
primogénito de Yahvé, y, en consecuencia, se halla
exaltado sobre todos los reyes de la tierra 24. La alianza hecha a su persona se continuará en su posteridad, que mantendrá la realeza por siempre, mientras duren los cielos (v.30) 25.
Es tal la alianza que ha hecho Yahvé con David, que no abandonará a su posteridad aunque sean infieles a la Ley y a los preceptos del Señor sus descendientes: los castigará por sus transgresiones, pero la promesa de proteger a la dinastía permanecerá (v.35) 26. Yahvé ha empeñado su palabra y no puede retractarla, ni
engañar a David con una promesa vana: su
descendencia permanecerá por siempre, y su
trono subsistirá mientras dure el
sol y la luna (v.36). Esta será
testigo del cumplimiento de las palabras del Señor 27.
Quejas por la actual humillación de la dinastía davídica (39-46).
39
Pero, con todo, has rechazado, despreciado, y te has irritado contra tu ungido. 40
Has roto la alianza con tu siervo, has profanado, (echando) a tierra, su diadema. 41
Has abierto brechas en todas las murallas, has reducido a escombros sus fortalezas. 42
Cuantos pasan por el camino la saquean; es el oprobio de sus vecinos. 43
Has robustecido la diestra de sus opresores, has alegrado a todos sus adversarios. 44
Has embotado el filo de su espada y no le has socorrido en el combate. 45
Has hecho desvanecer su brillo, echando por tierra su trono. 46
Has acortado los días de su juventud y le has cubierto de oprobio. Frente a las espléndidas promesas de protección solemnemente juradas por Yahvé respecto de la dinastía davídica, está la cruel realidad presente, pues el
ungido de Yahvé el rey ha sido vilipendiado, quedando así quebrada la
alianza que antes había hecho con su pueblo. Las expresiones son audaces, pero no insultantes; es el reflejo de la tragedia de un alma piadosa que tiene fe en la palabra divina, pero que no ve su cumplimiento en la realidad. Para el salmista, la actual postración de la realeza se debe únicamente a Dios, que ha permitido la victoria de los enemigos; por eso dice con toda crudeza:
has profanado su diadema. En su perspectiva teológica no tienen relieve lo que nosotros llamamos causas segundas: para él la voluntad permisiva y positiva de Dios tienen el mismo valor práctico. Los enemigos, inducidos por él, han destruido la ciudad 28, y así la ciudad santa es el
oprobio de sus vecinos, que irónicamente comentan el abandono de la misma por su Dios 29. Probablemente alude el salmista a los edomitas, samaritanos, moabi-tas y árabes, que se aprovechaban de la derrota de Judá para obtener lucros indebidos. Todo ello es obra de Yahvé, que
ha robustecido a sus enemigos, negando, en cambio, el auxilio al pueblo elegido en el momento de la batalla y
embotando el filo de su espada (v.44) 30. La queja no puede ser más sangrienta. ¿Dónde está, pues, la antigua, promesa de protección incondícionada? El antiguo
brillo del cetro de David se ha enmohecido, y su
trono glorioso echado a tierra. Y, sobre todo, el fin trágico del rey ha colmado la amargura de los fieles yahvistas: destronado en plena
juventud y llevado en cautividad,
cubierto de oprobio (v.46). El salmista parece aludir a la triste suerte de Jeconías, llevado en cautividad en el 598 31, o a Sedéelas, último rey de Judá, hecho prisionero por las tropas de Nabucodonosor en el 586 a. C., cuando huía hacia Jericó 32.
Súplica de auxilio y de liberación (47-53).
47
¿Hasta cuándo, Yahvé, estarás siempre escondido y arderá tu ira como fuego? 48
Acuérdate de cuan breve es la vida 33
y de cuan para poco hiciste a todos los hijos de los hombres. 49
¿Quién es el hombre que viva y no haya de ver la muerte? ¿Quién puede librar su alma del poder del seol? 50
¿Dónde están tus antiguas piedades, ¡oh Señor! las que por tu fidelidad juraste a David? 51
Acuérdate, Señor, del oprobio de tus siervos y de cómo llevo yo en mi seno las afrentas de los pueblos 34
, 52
las que arrojan tus enemigos, oh Yahvé! sobre los pasos de tu ungido. 53
Bendito sea Yahvé por siempre. Amén. Amén. En tono suplicante, el salmista interpela a su Dios, pues no comprende su conducta para con su pueblo: ¿por qué permanece enojado, sin acordarse de las antiguas promesas? 35 Para mover a piedad a Yahvé, recuerda la brevedad de la vida 36 y el triste destino del hombre en ultratumba, en la región tenebrosa del
seol 37. Teniendo en cuenta esta triste situación del hombre, debe Yahvé acelerar el restablecimiento de la nación, para que sus ciudadanos la vean y puedan disfrutar de una paz agradable en los pocos años que les quedan de vida.
Con espíritu de compunción y humildad, el salmista recurre a Yahvé, pues está en juego la suerte de sus sierros, cubiertos ahora de
oprobio; por otra parte,
los enemigos del pueblo elegido son los enemigos de Dios. El rey es el ungido de Yahvé, que es afrentado inconsideradamente. Todo esto debe mover al Dios de Israel a manifestar su poder en favor de los suyos.
El v.53 cierra con la consabida doxología el libro tercero del Salterio, y es adición del compilador general de los salmos.
1 J. Cales, o.c., II p.i4O. 2 Sobre el título véase com. a
Sal_74:1.
Etán: 1 Re 4:31. 3 Cf.
Exo_20:5-6. 4
2Sa_7:12. 5 Cf.
Job_2:1;
Job_15:15;
Zac_14:5;
Dan_8:13. 6 Cf. Job
? ,? ; 2:1s;
Isa_6:1s;
Sal_29:13. 7 Cf.
Isa_51:9-10;
Sal_74:12-15; véase A. lods,
Quelques remarques sur les poémes my-thologiques de Ras Shamra et leurs rapports avec V A.T.: Rev. d'Hist. et Phil. reí. (1936) p. 113-no; p.dhorme,
Choix des textes reí Assyro-babüoniens p.53-7· 8 Cf. com. a
Sal_87:3. 9 Cf.
Sal_76:16-17;
Sal_24:1-2. 10 Cf.
Sal_98:8;
Isa_44:23;
Jer_46:18;
Jer_19:1;
Jer_65:11-12. 11 Cf.
Sal_85:14;
Sal_61:8;
Pro_16:12;
Pro_25:5. 12 Cf.
Sal_4:7;
Sal_31:17;
Sal_44:4;
Sal_67:2;
Sal_67:8,
Sal_67:4-8. 13 Cf.
Sal_27:5;
Sal_33:2;
Sal_81:1;
Sal_95:1. 14 Cf.
Sal_47:8;
Sal_61:7-8;
Sal_63:12;
Sal_84:10; Sam 2:10. 15 Cf.
Sal_71:21. 16 Lit. su cuerno, símbolo del poder. 17 Cf.
2Sa_7:4-17. 18 Cf.
2Sa_7:17. 19 Cf. Sam 16:1-12s. 20 Cf.
2Sa_3:18;
2Sa_7:5-8;
Sal_78:69. 21 Cf. Sam 18:12.14;
2Sa_5:10. 22 Cf.
2Sa_23:5;
Jer_33:20-22;
Sal_132:11-12. 23 Cf.
1Re_5:1;
Deu_11:24;
Gen_15:18;
Exo_23:31;
Sal_72:7;
Sal_80:10. 24 Israel es llamado primogénito de Yahvé (
Exo_4:22;
Jer_31:9;
Deu_26:19;
Deu_28:1). 25 Cf.
Deu_11:21;
Bar_1:11;
Eco_45:15. 26 Cf.
Num_30:12;
Deu_23:23. 27 Cf.
Jer_31:35-36;
Jer_33:203.25. Algunos autores entienden la palabra
testigo de Dios, que habita sobre las nubes. 28 Cf.
Sal_80:13; Lara 1:12; 2:15. 29 Cf. Sal 4-M4-15 30 Lit.: haces volver el filo de la espada. 31 Cf.
2Re_24:8. 32 Cf. 2 Re 25:1s. 33 El TM: acuérdate, yo, qué vida. Los LXX: Acuérdate cuál es mi sustancia o base. 34 TM: yo llevo en mi seno todos los numerosos pueblos. Los LXX: el oprobio llevo en mi seno de parte de todos los numerosos pueblos. 35 Cf.
Sal_13:2. 36 Cf.
Sal_39:5;
Sal_78:39;
Sal_119:84. 37 Cf.
Sal_30:4-10;
Sal_49:15.20;
Sal_86:13;
Sal_115:17.
Libro Cuarto.