I Crónicas 29, 10-20

° Entonces David bendijo al Señor ante toda la asamblea y dijo: «Bendito eres, Señor, Dios de nuestro padre Israel, por los siglos de los siglos. Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, la gloria, el esplendor, la majestad, porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra, tú eres rey y soberano de todo. De ti viene la riqueza y la gloria, tú eres Señor del universo, en tu mano está el poder y la fuerza, tú engrandeces y confortas a todos. Por eso, Dios nuestro, nosotros te damos gracias, alabando tu nombre glorioso. Pues ¿quién soy yo y quién es mi pueblo para poder ofrecerte estos donativos? Todo viene de ti y te damos lo que hemos recibido de tus manos. Ante ti somos forasteros y huéspedes, como nuestros padres. Nuestra vida terrena es como una sombra sin esperanza. Señor, Dios nuestro, todo lo que hemos preparado para construir un templo a tu santo Nombre viene de tu mano y todo es tuyo. Bien sé, Dios mío, que sondeas el corazón y te agrada la rectitud. Te he ofrecido todo esto con un corazón recto y veo con alegría a tu pueblo aquí reunido ofreciéndote voluntariamente sus dones. Señor, Dios de nuestros padres Abrahán, Isaac y Jacob, mantén siempre en el corazón de tu pueblo esta forma de pensar y dirige su corazón hacia ti. Concede a mi hijo Salomón un corazón íntegro, para que guarde tus mandamientos, instrucciones y preceptos, para que todo lo ponga en práctica y construya el palacio que yo he preparado». David dijo a toda la asamblea: «Bendecid al Señor, vuestro Dios». Y toda la asamblea bendijo al Señor, Dios de sus padres, e, inclinándose, se postraron ante el Señor y ante el rey.
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