Daniel  4, 1-34

° (3:31) (98) El rey Nabucodonosor a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra: «Paz y prosperidad. (32) (99) Me ha parecido conveniente dar a conocer los signos y prodigios que el Dios altísimo ha realizado conmigo. (33) (100) ¡Qué grandes son sus signos | y qué poderosos sus prodigios! | Su reinado es un reinado eterno, | y su dominio de generación en generación». (4:1) «Yo, Nabucodonosor, estaba tranquilo en mi casa y con buena salud en mi palacio, (2) cuando tuve un sueño que me asustó; las imaginaciones que me vinieron en el lecho y las visiones de mi mente me aterrorizaron. (3) Entonces ordené que trajeran ante mí a todos los sabios de Babilonia para que me expusieran la interpretación del sueño. (4) Llegaron los magos, astrólogos, adivinos y agoreros, les expuse el sueño, pero no me expusieron su interpretación. (5) Finalmente vino ante mí daniel, cuyo nombre es Baltasar como el de mi dios y en el que mora el espíritu de los santos dioses, y le expuse el sueño: (6) —Baltasar, jefe de los magos, puesto que yo sé que en ti mora el espíritu de los santos dioses y que no se te resiste ningún secreto, estas son las visiones del sueño que tuve; dime su interpretación. (7) Estando en mi lecho tuve estas visiones: Miré y en medio de la tierra había un árbol cuya altura era enorme. (8) El árbol creció y se hizo corpulento; su copa llegaba al cielo y era visible desde todos los confines de la tierra. (9) Su ramaje era hermoso y su fruto abundante; tenía alimento para todos. Bajo él buscaban refugio las bestias del campo, y en sus ramas anidaban las aves del cielo; de él se alimentaba todo ser vivo. (10) Estaba en mi lecho contemplando las visiones de mi mente, cuando un vigilante, un santo, bajó del cielo, (11) y gritó con gran fuerza diciendo: “Derribad el árbol, cortad sus ramas, arrancad sus hojas y desparramad su fruto; huyan de debajo de él los animales salvajes, y de sus ramas las aves. (12) Pero el tocón con sus raíces, dejadlo en tierra, atado con cadenas de hierro y de bronce entre la hierba del campo; que se empape del rocío del cielo y comparta con las bestias el pasto de la tierra. (13) Le será cambiado el corazón de hombre y se le dará un corazón de bestia, y así pasará siete años. (14) Por decreto de los ángeles llega la sentencia, y por mandato de los santos la resolución, a fin de que los vivientes reconozcan que el dominio del Altísimo está por encima del reinado de los hombres; él lo da a quien quiere y eleva hasta el reino al más humilde de los hombres”. (15) Este es el sueño que yo, el rey Nabucodonosor, he visto. Tú, Baltasar, expón la interpretación, pues ningún sabio del reino ha podido dármelo a conocer. Pero tú sí que eres capaz, pues en ti mora el espíritu de los santos dioses». (16) Entonces daniel, cuyo nombre es Baltasar, quedó atónito durante un momento y sus pensamientos le asustaron. El rey continuó diciendo: —Baltasar, no te asuste el sueño ni su interpretación. Baltasar contestó: —Señor mío, que el sueño sea para los que te odian y su interpretación para tus enemigos. (17) El árbol que viste crecer y hacerse robusto, cuya cima alcanzaba el cielo y era visible en toda la tierra, (18) cuyo ramaje era hermoso y su fruto abundante, en el que había alimento para todos y bajo el que se refugiaban las bestias del campo y en sus ramas anidaban las aves del cielo, (19) eres tú, oh rey, que te has engrandecido y te has hecho fuerte. Tu grandeza ha crecido y ha alcanzado el cielo, y tu dominio los confines de la tierra. (20) Acerca del vigilante y el santo que el rey vio bajar del cielo y decir: «Derribad el árbol y destrozadlo, pero dejad el tocón con sus raíces en tierra, atado con cadenas de hierro y bronce entre la hierba del campo, que se empape del rocío del cielo y comparta con las bestias del campo hasta que pase así siete años», (21) esta es, oh rey, la interpretación, y este es el decreto del Altísimo que recae sobre mi señor el rey: (22) Te apartarán de los hombres y vivirás con las bestias del campo, te darán a comer hierba como a los toros y dejarán que te empapes del rocío del cielo; así pasarás siete años hasta que reconozcas que el dominio del Altísimo está por encima del reinado de los hombres, y que él lo da a quien quiere. (23) En cuanto a la orden de dejar el tocón con las raíces del árbol, significa que tu reinado se te mantendrá cuando hayas reconocido que quien domina es el cielo. (24) Por eso, majestad, acepta de buen grado mi consejo: expía tus pecados con limosnas, y tus delitos socorriendo a los pobres, para que dure tu paz. (25) Todo esto le sucedió al rey Nabucodonosor. (26) Al cabo de doce meses estaba paseando por el palacio real de Babilonia, (27) y comenzó el rey a decir: «¿No es esta la gran Babilonia que yo he edificado para residencia real, conforme a la grandeza de mi poder y según la gloria de mi majestad?». (28) El rey tenía aún la palabra en la boca, cuando vino una voz del cielo: «A ti te hablan, rey Nabucodonosor. Se te ha quitado el reino. (29) Te apartarán de los hombres y vivirás con las bestias del campo; te darán a comer hierba como a los toros, y así pasarás siete años hasta que reconozcas que el dominio del Altísimo está por encima del reinado de los hombres y que él lo da a quien quiere». (30) Al instante la palabra se cumplió en Nabucodonosor. Fue alejado de los hombres, comía hierba como los toros y su cuerpo se empapaba del rocío del cielo, hasta que el cabello le creció como las plumas de las águilas y las uñas como las de las aves. (31) Al cabo de los días, yo, Nabucodonosor, alcé mis ojos al cielo; recobré la razón, y bendije al Altísimo, alabé y glorifiqué al que vive eternamente, porque su dominio es un dominio eterno, y su reinado de generación en generación.
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