Ezequiel  17, 11-21

Me fue dirigida esta palabra del Señor: «Di a la casa rebelde: “¿No comprendéis lo que significa esto?”. Diles: “El rey de Babilonia vino a Jerusalén, se apoderó de su rey y de sus jefes y los llevó a Babilonia. Escogió a uno de la descendencia real e hizo con él un pacto y lo obligó bajo juramento, pero se llevó a los nobles del país para que el reino fuera humilde, no pudiera rebelarse, observara el pacto y pudiera subsistir. Pero el nuevo rey se rebeló contra el rey de Babilonia, envió mensajeros a Egipto para que le dieran caballos y gente. ¿Tendrá éxito? ¿Podrá escapar quien ha hecho tales cosas? Ha quebrantado el pacto, ¿podrá escapar? Por mi vida —oráculo del Señor Dios— que, por haber despreciado el juramento y quebrantado el pacto, morirá en Babilonia, en la corte del monarca que lo hizo rey. El faraón no lo apoyará en la guerra con un gran ejército ni con muchos hombres, cuando se levanten terraplenes y se construyan torres de asalto para matar a tanta gente. Después de haber dado su palabra, ha despreciado el juramento, ha quebrantado el pacto. Con todo lo que ha hecho, no escapará”. Por ello, así dice el Señor Dios: “Por mi vida, lo haré responsable de mi juramento, que ha despreciado, y de mi alianza, que ha quebrantado. Extenderé sobre él mi red y quedará preso en mi trampa, lo llevaré a Babilonia y allí lo juzgaré por la infidelidad que ha cometido contra mí. Los más escogidos de sus escuadrones caerán a espada, y los que sobrevivan serán dispersados a todos los vientos. Entonces reconoceréis que yo, el Señor, había hablado”».
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