Job  39, 1-30

¿Sabes tú cuándo paren las rebecas?, | ¿asististe alguna vez a las ciervas? ¿Has contado sus meses de gestación? | ¿Sabes el tiempo en que paren, cuando, acurrucadas, paren a sus crías, | cuando echan fuera a sus hijos? Sus cachorros crecen sanos, | medran al aire libre, | se van y ya no regresan. ¿Quién deja en libertad al onagro | o desatado al asno salvaje, a quien di la estepa por morada, | una casa en terreno salitroso? Se ríe del bullicio ciudadano, | no escucha los gritos del arriero. Busca su pasto en los montes, | rastrea cualquier cosa verde. ¿Está el búfalo dispuesto a servirte?, | ¿pasará la noche en tu establo? ¿Lo atarías al arado en el surco?, | ¿rastrillaría las navas tras de ti? ¿Te fiarías de su enorme fuerza, | hasta cederle el peso de tus tareas? ¿Le confiarías la cosecha del grano | y su acarreo después de la trilla? El avestruz aletea alegremente, | como si fuesen sus plumas de cigüeña. Pero pone sus huevos en el suelo, | los deja incubar en la arena, sin atender a que puedan pisarlos, | o a que una fiera salvaje los aplaste. Se muestra cruel con sus crías, | igual que si no fueran suyas; | no le importa fatigarse en vano. Es que Dios le negó sabiduría, | no le dio su porción de perspicacia. Mas, cuando se yergue encabritada, | se ríe del caballo y del jinete. ¿Le das al caballo su brío?, | ¿le revistes el cuello de crines? ¿Le haces saltar como langosta? | Su resoplido provoca terror, piafa poderoso en el valle, | se lanza impetuoso al ataque. Se burla impávido del miedo, | no retrocede ante las armas, aunque silben en torno las flechas, | o lanzas y venablos centelleen. Devora el espacio con furia y estrépito, | nadie lo sujeta al toque de trompeta; responde a la trompeta con relinchos, | barrunta de lejos la batalla, | el grito de guerra de los jefes. ¿Enseñas a volar al halcón, | cuando despliega sus alas hacia el sur? ¿Se cierne el águila a tus órdenes | y pone su nido en los picachos? Construye su hogar en la roca, | su refugio en crestas rocosas. Otea desde allí a las presas, | sus ojos de lejos las divisan. Sus crías se nutren de sangre; | aparece donde hay un cadáver».
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