Eclesiástico 3, 1-31

° Hijos, escuchad a vuestro padre, | hacedlo así y viviréis. Porque el Señor honra más al padre que a los hijos | y afirma el derecho de la madre sobre ellos. Quien honra a su padre expía sus pecados, y quien respeta a su madre es como quien acumula tesoros. Quien honra a su padre se alegrará de sus hijos | y cuando rece, será escuchado. Quien respeta a su padre tendrá larga vida, | y quien honra a su madre obedece al Señor. Quien teme al Señor honrará a su padre | y servirá a sus padres como si fueran sus amos. Honra a tu padre de palabra y obra, | para que su bendición llegue hasta ti. Porque la bendición del padre asegura la casa de sus hijos, | y la maldición de la madre arranca los cimientos. No te gloríes en la deshonra de tu padre, | pues su deshonra no es para ti motivo de gloria. Porque la gloria de un hombre es la honra de su padre, | y una madre deshonrada es la vergüenza de los hijos. Hijo, cuida de tu padre en su vejez | y durante su vida no le causes tristeza. Aunque pierda el juicio, sé indulgente con él | y no lo desprecies aun estando tú en pleno vigor. Porque la compasión hacia el padre no será olvidada | y te servirá para reparar tus pecados. En la tribulación el Señor se acordará de ti, | como el hielo ante el calor así se diluirán tus pecados. Quien abandona a su padre es un blasfemo, | y un maldito del Señor quien irrita a su madre. Hijo, actúa con humildad en tus quehaceres, | y te querrán más que al hombre generoso. Cuanto más grande seas, más debes humillarte, | y así alcanzarás el favor del Señor. Muchos son los altivos e ilustres, | pero él revela sus secretos a los mansos. Porque grande es el poder del Señor | y es glorificado por los humildes. No pretendas lo que te sobrepasa, | ni investigues lo que te excede. Pon atención a lo que se te encomienda, | porque no tienes necesidad de cosas secretas. No te afanes por lo que supera tus capacidades, | pues ya te han enseñado cosas que te desbordan. Pues a muchos desvió su presunción, | y las falsas ilusiones extraviaron sus pensamientos. Si no tienes pupilas, te faltará la luz; | si careces de ciencia, no la proclames. Corazón obstinado mal acaba, | y el que ama el peligro en él sucumbe. Corazón obstinado se acarrea fatigas, | y el pecador acumula pecado tras pecado. La desgracia del orgulloso no tiene remedio, | pues la planta del mal ha echado en él sus raíces. Un corazón prudente medita los proverbios, | un oído atento es el deseo del sabio. El agua apaga el fuego ardiente, | y la limosna perdona los pecados. Quien responde con favores será recordado más tarde, | y cuando llegue la caída encontrará un apoyo.
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