Nuevo Comentario Bíblico Siglo XXI (Editorial Mundo Hispano, 2019)
El año del jubileo. Aparece como el año 50 después del séptimo año sabático, aunque algunos eruditos opinan que realmente era el año 49. También se ha sugerido que éste era un año corto de 49 días, inserto dentro del séptimo mes del año 49, a fin de alinear el calendario lunar de Israel con el año solar. (Ver Wenham, Leviticus, pp. 302, 319.) El v. 10 presenta los conceptos gemelos que son fundamentales a toda la institución; es decir,
libertad y
regreso. Quienes habían incurrido en deudas eran libres de lo que aún quedaba sin pagar (el AT presupone que debe hacerse cualquier esfuerzo por pagar las deudas) y de cualquier responsabilidad que su deuda hubiera demandado. De esta manera, ellos podían regresar a tomar posesión de cualquier terreno que la familia hubiera sido forzada a entregar a un acreedor como garantía sobre cualquier préstamo. Por lo tanto, la ley tenía el efecto de reunir a la familia en la tierra de sus antecesores, no más allá de una generación después de que habían incurrido en las deudas originales. Estos dos componentes del año del jubileo: Libertad y restauración, eran los que daban color al uso de la idea del jubileo en el pensamiento profético y más tarde en el NT.
13-17 Estos versículos establecen las implicaciones económicas de un jubileo repetitivo. La venta de un terreno realmente sólo era igual al precio por el uso de la tierra. De esta manera, cuando se acercaba un jubileo, el costo para el comprador disminuía, ya que él estaba comprando el número de cosechas hasta que el jubileo restaurara la tierra a su dueño original.
Nadie engañe a su hermano muestra que el negocio es en efecto entre un acreedor y alguien que está buscando un préstamo sobre la base de poner algo de su propiedad como garantía del mismo. La cantidad del préstamo, entonces, estaba gobernada por el número de años en los cuales se podía pagar la deuda, hasta el siguiente jubileo. El acreedor preparaba un plan de pagos de tal manera que pudiera recuperar todo o la mayor parte del mismo antes del jubileo. Cualquier deuda que estuviera vigente tendría que ser cancelada y la tierra regresaba al propietario o prestatario. Este arreglo, cuidando los intereses tanto del acreedor como del prestatario, hacía que se actuara con cautela en cuanto a la cantidad prestada y había hecho que la práctica inescrupulosa de préstamos desmedidos fuese no lucrativa.
18-22 Este estímulo a observar las regulaciones sabáticas prometía bendiciones especiales en el año que lo precedía, como respuesta a una pregunta muy natural (v. 20). El principio teológico era que la obediencia a la legislación económica de Israel requería fe en que Dios podía proveerles lo necesario por medio de su control sobre la naturaleza, así como de la historia.
23, 24 Estos versículos en medio del capítulo constituyen un encabezado para el resto de los párrafos, cuya preocupación mayor es la redención económica de los terrenos y las personas, entretejida con el tema del año del jubileo. En el v. 23 se expresan dos principios vitalmente importantes. Primero, la teología de la tierra (terrenos). Como el terrateniente divino, Dios dictaminó cómo debía dividirse y usarse la tierra, lo que significa que el sistema israelita relacionado con la propiedad de terrenos presentaba dos características: distribución justa e inalienabilidad. En Canaán la tierra había sido propiedad de los reyes y sus nobles, teniendo a la mayoría de la población como agricultores arrendatarios. En Israel, la división inicial de la tierra fue explícitamente para los clanes y jefes de familias dentro de las tribus, de tal manera que cada quien recibió tierra de acuerdo con el tamaño y necesidad de los grupos (Núm. 26:52-56; Jos. 13-21). La intención era que la tierra fuera distribuida entre todos los miembros de una familia, tan ampliamente como fuera posible. A fin de proteger este sistema de distribución por parentesco, la tierra que pertenecía a una familia no podía comprarse o venderse como propiedad comercial. Tenía que permanecer, tanto como fuera posible, dentro de la familia extendida, o por lo menos dentro de las familias de un clan. Este era el principio detrás de la acción de Nabot al negarse a vender su patrimonio a Acab (1 Rey. 21).
El segundo principio en el v. 23 es el estado de los israelitas como
forasteros y advenedizos. Estos términos describen una clase de gente que residía entre los israelitas en Canaán, pero que étnicamente no eran israelitas (
cf. Ef. 2:19). Ellos no poseían tierra alguna, pero sobrevivían empleándose en las casas de los israelitas (como obreros, artesanos, etc.) que sí tenían propiedades. Siempre que la familia permaneciera financieramente viable, sus residentes/empleados extranjeros gozaban tanto de protección como de seguridad. De otra manera, su posición podía tornarse precaria. Por eso las leyes de Israel con frecuencia exigen un trato justo y generoso para ellos.
Los israelitas debían considerar su posición delante de Dios como análoga de aquella de los residentes que dependían de ellos. De esta manera, ellos no tenían el título de propiedad final sobre la tierra; ésta pertenecía a Dios. Aun así, podían gozar y estar seguros de sus beneficios bajo la protección divina y dependiendo de Dios. Así que los términos no son (como pudiera sonar en castellano) una negativa de los derechos, sino la afirmación de una relación de dependencia protectora. El efecto práctico de este modelo para la relación de Israel con Dios se ve en los vv. 35, 40 y 53. Si todos los israelitas guardaban esta misma posición ante Dios, entonces el hermano empobrecido o endeudado debía ser considerado y tratado en la misma manera que Dios considera y trata a todo Israel; es decir, con generosidad y espíritu redentor.
25-55 Estos versículos contienen los detalles prácticos de redención y jubileo. Hay tres etapas descendientes de pobreza que requerían respuestas, cada una es introducida con la frase
si tu hermano se empobrece (vv. 25-28, 35-38, 39-43 y 47-53). Estos son interrumpidos por secciones que tratan con casas en las ciudades y las propiedades levitas (vv. 29-34), y esclavos que no eran israelitas (vv. 44-46).
La primera respuesta era redención (vv. 25-28). Inicialmente, el terrateniente israelita que se encontraba en dificultades económicas, vendía, u ofrecía en venta, una parte de sus terrenos. Para mantenerlo dentro de la familia, antes que nada, era deber del pariente más cercano comprarlo (si aún estaba en venta; p. ej. Jer. 32) o redimirlo (si ya se había vendido; p. ej. Rut 4). En segundo lugar, el vendedor retenía el derecho de redimirlo él mismo, si más tarde obtenía los medios para hacerlo. En tercer lugar, y de cualquier manera, la propiedad, sea que se vendiera o fuera redimida por un pariente, regresaba al poder de la familia original en el año del jubileo. Las casas en las ciudades estaban exentas de la redención normal y de las leyes del año del jubileo, ya que no eran parte de la base económica productiva de una familia. Esta exención no se aplicaba a la propiedad de los levitas, porque ellos no tenían terrenos tribales (vv. 29-34).
Si la situación del hermano pobre empeoraba, presuntamente aun después de varias ventas semejantes de los terrenos, entonces era obligación del pariente mantenerlo como un obrero dependiente, por medio de préstamos sin interés (vv. 35-38).
En el evento de un colapso económico total, como en el caso de un familiar pobre que ya no tuviera terrenos para vender o hipotecar, él y toda su familia podían venderse al pariente más rico; es decir, darse en servicio a él. El israelita deudor no sería tratado como un esclavo, sino como un empleado residente. Esta situación indeseable continuaría sólo hasta el siguiente año del jubileo; es decir, no más de una generación. Después el deudor y/o sus hijos (el deudor original podía haber muerto, pero la siguiente generación se beneficiaría del año del jubileo; vv. 41, 54) recuperarían su patrimonio original de las tierras y podrían comenzar de nuevo. Esta ley tenía la intención de preservar la viabilidad de que las familias israelitas fueran propietarios de tierras, y por lo mismo no se aplicaban a los esclavos extranjeros porque éstos no eran parte del sistema de propiedad de terrenos (vv. 44-46). El AT contiene varias otras leyes que protegían los intereses de dichos esclavos.
Si un hombre caía en este estado de esclavitud y deuda fuera del clan, entonces la obligación recaía sobre todo el clan (vv. 48, 49) de prevenir esta pérdida de toda una familia ejercitando su deber de redimirlo. También tenían el deber de velar que un acreedor no israelita se condujera como lo haría cualquier otro israelita para con un deudor israelita, y que las provisiones del jubileo se aplicaran oportunamente.
De esta manera, el objetivo principal de la redención era la preservación de la tierra y las personas del clan, en vista de que el principal beneficiario del año del jubileo era la familia extendida, o la casa del padre. El año del jubileo, entonces, era un mecanismo para prevenir la acumulación de las tierras en manos de unos pocos o los israelitas más ricos, y preservar la fábrica socioeconómica de múltiples familias que fueran propietarias de tierras, con la comparativa igualdad e independiente viabilidad de las familias más pequeñas que poseían terrenos. La sabiduría en todo esto es muy obvia en un tiempo de adquisición, conglomerados más y más grandes y negocios multinacionales monopolizadores.
El desarrollo teológico y ético del año del jubileo En el AT. Aun cuando no se sabe si el año del jubileo se haya practicado alguna vez en el antiguo Israel (no hay ningún registro de ello en las narraciones, pero igualmente no hay ningún registro de que alguna vez se haya observado el día de la Expiación), los dos énfasis principales del año del jubileo, que son la libertad y la restauración, eran fácilmente transferidos de la provisión estrictamente económica del jubileo mismo a una más amplia aplicación metafórica. La idea de la redención y devolución se combinan en la visión futura de Isaías 35, y coloca a la par la transformación de la naturaleza misma. La misión del Siervo de Jehovah en Isaías contiene fuertes elementos del plan restaurador de Dios para su pueblo, apuntando específicamente al débil y al oprimido (Isa. 42:1-7). Isa. 58 es un ataque sobre la observación del culto sin justicia social y hace un llamado a la liberación del oprimido (v. 6), específicamente enfocando la responsabilidad para con los parientes (v. 7). Aún más claramente, Isa. 61 usa las imágenes del año del jubileo para describir al ungido como el heraldo de Jehovah para evangelizar al pobre, proclamar libertad a los cautivos, y anunciar el año del favor de Jehovah (es muy probable que ésta sea una alusión al año del jubileo). Así, en el AT, el jubileo atrajo imágenes del futuro, pero sin perder su reto ético por la justicia para con el oprimido en la historia contemporánea.
En el NT. Jesús anunció la inauguración del reino de Dios con su propio ministerio. El manifiesto del Nazareno (Luc. 4:16-30) es la más clara y programada declaración de esto, y cita directamente de Isa. 61, que estaba bastante influenciado por los conceptos del año del jubileo. Es casi seguro que Jesús no estaba abogando por un jubileo literal en su tiempo; sin embargo, hay ecos del lenguaje figurado del jubileo; por ejemplo, en las bienaventuranzas, la respuesta a Juan el Bautista (Mat. 11:2-6), la parábola del gran banquete (Luc. 14:12-24) y algunos episodios sobre el perdón y enseñanzas sobre las deudas (Mat. 18:21-35). En Hech., este concepto del jubileo en la restauración final se encuentra en 1:6 y 3:21. De manera significativa, la iglesia primitiva respondió a esta esperanza en el nivel de ayuda económica mutua (Hech. 4:34;
cf. Deut. 15:4).
Aplicación contemporánea. El jubileo aún permanece como un fuerte modelo para formular ética bíblica cristiana. Su principal hipótesis y objetivos pueden usarse como una guía y crítica para nuestra propia agenda ética en el mundo moderno.
Económicamente, el jubileo existía para proteger una forma de posesión de tierra que estaba basada en una distribución justa y amplia de la tierra, y para prevenir la acumulación de propiedades en manos de unos pocos poderosos. Esto hace eco de un principio de la creación de que toda la tierra es dada por Dios a toda la humanidad, quien actúa como comayordomo de sus recursos. Existe un paralelo entre la afirmación de Lev. 25:23: la tierra es mía, con respecto a Israel, y la afirmación del Sal. 24:1 con respecto a la humanidad como un todo: De Jehovah es la tierra y su plenitud, el mundo y los que lo habitan. Por lo tanto, los principios morales del jubileo tienen la intención de aplicarse a todos sobre la base de la congruencia moral de Dios. Lo que Dios requería de Israel refleja lo que, en principio, él deseaba para la humanidad: Una distribución amplia y equitativa de los recursos de la tierra (especialmente los terrenos), y la restricción sobre la tendencia a la acumulación con sus inevitables efectos concomitantes de opresión y separación. El jubileo, entonces, se yergue como una crítica no sólo contra la acumulación masiva privada de tierras y las riquezas relacionadas con ello, sino también contra las formas de colectivismo en larga escala o nacionalización, lo cual destruye cualquier sentido de propiedad personal o familiar significante.
Socialmente, el jubileo incorporaba una preocupación práctica por la familia. En el caso de Israel, esto incluía la familia extendida, la familia del padre, la cual se componía de un buen número de núcleos familiares que estaban relacionados, descendientes de la línea masculina de un progenitor vivo, inclusive hasta tres o cuatro generaciones. Esta era la unidad más pequeña en la estructura familiar de Israel, y era el foco de identidad, posición, responsabilidad y seguridad para el individuo israelita. Esto era lo que el jubileo intentaba proteger y periódicamente restaurar si era necesario. Notablemente, lo hacía no sólo por medios morales (es decir, apelando por una mejor unidad familiar o amonestando a los padres e hijos), sino proveyendo leyes como mecanismos estructurales específicos a fin de regular los efectos económicos de las deudas. La moralidad familiar no tenía sentido si las familias eran separadas y desposeídas por fuerzas económicas que los dejaban sin poder alguno (
cf. Neh. 5:1-5). El jubileo aspiraba restaurar la dignidad social y la participación de las familias por medio de mantener o restaurar su viabilidad económica. El colapso económico de una familia en una generación no iba a condenar a todas las generaciones futuras a una esclavitud perpetua de deuda. Estos principios y objetivos realmente no deben ser ajenos a las leyes de bienestar social, o a cualquier legislación con implicaciones socioeconómicas.
Teológicamente, el jubileo se basaba sobre varias afirmaciones que estaban en el centro de la fe de Israel, y su importancia no debe pasarse por alto al momento de evaluar su pertinencia en relación con la ética y misión cristianas. Al igual que el resto de las provisiones sabáticas, el jubileo proclamaba la soberanía de Dios sobre el tiempo y la naturaleza, y su obediencia requería sometimiento a esa soberanía; he aquí por qué el año se reconoce como santo. En otras palabras, debía observarse como resultado del temor al Señor (vv. 12, 17). Además, observar la dimensión del año en que no se cosechaba requería fe en la providencia de Dios como el único que podía ordenar que hubiera bendición en el orden natural (vv. 18-22). Se provee motivación adicional para observar la ley apelando repetidamente al conocimiento de los actos históricos de redención de Dios en el éxodo, y todo lo que esto había significado para Israel (vv. 38, 42, 55).
A esta dimensión histórica se agregaba la repetida experiencia del perdón, ya que el año del jubileo se proclamaba en el día de la Expiación (v. 9). El saberse perdonado por Dios debía reflejarse en la remisión práctica de las deudas y la liberación de los compañeros israelitas. Y, como se ha observado, la implicada esperanza futura del jubileo lit. se unió con la esperanza escatológica de la restauración final de Dios para con la humanidad y la naturaleza a su propósito original. Aplicar el modelo del jubileo, entonces, requiere que la gente haga frente a la soberanía de Dios, confíe en su providencia, conozca su acción redentora, experimente su expiación, practique su justicia y confíe en sus promesas. Todo el modelo encierra la misión evangelizadora de la iglesia, su ética personal y social, y su esperanza futura.