Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
En busca del amado (3:1-5).
Esposa. 3
En mi lecho, por la noche, busqué al amado de mi alma, busquéle, y no lo hallé.
2
Me levanté y di vueltas por la ciudad, por las calles y las plazas,
buscando al amado de mi alma. Busquéle y no le hallé.
3
Encontráronme los centinelas que hacen la ronda en la ciudad: ¿Habéis visto al amado de mi alma?
4
En cuanto los había traspasado, hallé al amado de mi alma,
Le así para no soltarlo hasta introducirlo en la casa de mi madre, en la alcoba de la que me engendró. Esposo. 5
Os conjuro, hijas de Jerusalén, por las gacelas y los ciervos, que no despertéis ni inquietéis a mi amada hasta que a ella le plazca.
La esposa está en su lecho esperando la visita del amado, cuya voz ha oído hace unos momentos; pero, al terminar el amado su cantilena de amor y de primavera, desaparece misteriosamente para sembrar más inquietud y celos en su prometida. La nueva desaparición resulta inexplicable para el corazón amante de ésta, que, después de
buscarlo en las inmediaciones de su casa, no lo encuentra. Su amor ciego y obsesionado con la ausencia de su prometido le fuerza a lanzarse alocada a la calle, buscándolo por las
plazas a medianoche, justamente a la hora en que los
centinelas hacen su
ronda en torno a las murallas 3. Sin más preámbulos, y en fuerza de su amor ciego y obsesionante, la futura esposa les pregunta por su
amado, lo que choca con todas las costumbres convencionales, y más con las orientales, que defienden el recato de la mujer. Pero el poeta nos ha presentado esta escena para destacar el amor apasionado y ciego de la esposa, la cual no vacila en romper con todos los convencionalismos sociales con tal de dar alcance al que considera como único tesoro de su corazón:
¿Habéis visto al amado de mi alma? Sin dar detalles, el poeta presenta a la esposa ya en compañía de su esposo. Aquélla le ha vencido y lo ha llevado a la casa materna, donde ella mora, para unirse en la
alcoba de la que la engendró. La mutua posesión vuelve a cerrar este segundo poema. En el anterior, la esposa era introducida en la cámara nupcial del esposo. Ahora, en cambio, el esposo es llevado, o mejor, arrastrado, hacia la alcoba de la casa materna de la esposa. El esposo, al tener en sus brazos a la esposa, vuelve a conjurar a las acompañantes de ella hijas de Jerusalén para que no interrumpan su éxtasis amoroso. El estribillo es el mismo
Deu_2:7 y 8:4.
El cortejo deslumbrante de Salomón (6-11).
Este fragmento parece no pertenecer al texto original del libro, pues no se menciona ni el esposo ni la esposa, y aun la métrica es diferente. Tiene todos los visos de ser una incrustación poética de algún escriba que intentaba incorporar el nombre de Salomón al maravilloso conjunto poético del Cantar de los Cantares.
6
¿Qué es aquello que sube del desierto corno columna de humo,
como un vapor de mirra e incienso y de todos los perfumes exquisitos?
7
Ved: la litera de Salomón; sesenta valientes le dan escolta de entre los héroes de Israel.
8
Todos esgrimen la espada, todos son diestros para el combate. Todos llevan la espada ceñida,
para hacer frente a los temores nocturnos.
9
Hízose el rey Salomón una cámara de maderas del Líbano.
10
Hizo de plata sus columnas, de oro su baldaquino,
su asiento de púrpura, recamado, (obra) dilecta de las hijas de Jerusalén.
11
Salid, hijas de Sión, a ver al rey Salomón con la diadema de que le coronó su madre el día de sus desposorios,
el día de la alegría de su corazón. El poeta describe un maravilloso cortejo nupcial que avanza en medio de una
columna de humo proveniente de la cremación de los
perfumes más exquisitos, justamente de la parte del
desierto, para hacer entrada en el palacio real. En el centro va la
litera de Salomón, escoltada por
sesenta valientes entre lo más selecto de la juventud militar de Israel, con sus espadas desenvainadas para protegerle contra toda incursión nocturna. El cortejo se dirige hacia el palacio de Salomón, en el que el suntuoso rey ha construido una
cámara nupcial con las maderas más selectas del Líbano, recubiertas de plata sus columnas, y con el baldaquino deslumbrante de oro sobre un asiento
de púrpura, recamado, regalo de bodas de las hijas
de Jerusalén, las doncellas que acompañan al cortejo nupcial.
El poeta invita a las doncellas de Sión a contemplar el maravilloso cortejo y a sumarse a las fiestas nupciales de Salomón; es el día en que recibe la
diadema de su
madre, el reconocimiento cíe su nuevo estado de matrimonio, su independencia del hogar materno, para ser rey de hogar más deslumbrante. El poeta juega con las tradiciones del palacio de Salomón para crear esta escena del cortejo nupcial e incorporarlo al conjunto del Cantar de los Cantares. El nombre de
Salomón puede ser un puro artificio literario para ponderar la suntuosidad del cortejo fingido4.
1 Los alegoristas ven en estas expresiones una alusión a la estancia de Israel en el desierto, visitada por Yahvé desde las colinas de la tierra prometida. 2 Los alegoristas ven en las raposas que destrozan las viñas a los pueblos vecinos amonitas, moabitas, árabes y filisteos que atacaron constantemente el territorio de Israel, la esposa de Yahvé. Cf.
Esd_4:2;
Esd_9:3; Is 27.2-4. 3 Cf. 21:11-12; 62:6. 4
Los alegoristas ven en esta escena el traslado del arca al templo de Jerusalén.