Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
33. Relaciones Familiares de Moisés con Yahve.
Orden de Partida (1-6).
1
Habló Yahvé a Moisés y le dijo: Anda, subid ya de aquí tú y el pueblo que has sacado de Egipto, e id a la tierra que con juramentó prometí a Abraham, a Isaac y a Jacob, diciendo: A tu descendencia se la daré. 2
Yo mandaré delante de ti un ángel, que arrojará al cananeo, al amorreo, al jeteo, al fereceo, al jeveo y al jebuseo. 3
Sube a la tierra que mana leche y miel, pero yo no subiré en medio de ti, porque eres un pueblo de dura cerviz, no sea que te destruya en el camino. 4
Al oír estas duras palabras, el pueblo se acongojó, y ya nadie se vistió sus galas. 5
Entonces dijo Yahvé a Moisés: Di a los hijos de Israel: Sois un pueblo de dura cerviz; si un solo instante subiera con vosotros, os aniquilaría. Depon, pues, tus galas, y ya sabré yo lo que he de hacer. 6
Los hijos de Israel se despojaron de sus galas a partir del monte Horeb.
El pueblo se acongojó porque Dios no los iba a conducir directamente, como hasta ahora, y dejó sus
galas y adornos. Yahvé no los abandonará del todo, pero no los guiará personalmente, como hasta ahora, sino que enviará su
ángel, que los llevará a la tierra prometida. La enumeración de los pueblos que habitan en Canaán que han de ser arrojados (v.2), parece adición posterior. Sobre su identificación véase el comentario a
Exo_3:8. El pueblo, vestido de luto, reconoce que ha pecado contra su Dios. Grande honor era tener un
ángel de Yahvé por guía, pero era triste haber perdido la compañía del mismo Dios, y más todavía se entristece al oír que Yahvé le castigará a su tiempo. En medio de la misericordia que representa la compañía del
ángel de Yahvé, todavía queda pendiente sobre la cabeza de Israel la espada de la justicia. Por aquí conocerá Israel lo que significan las palabras de Dios: Tú eres un pueblo de dura cerviz.
La Tienda de la Reunión (7-11).
7
Moisés tomó la tienda y la puso fuera del campamento, a alguna distancia; le dio el nombre de tienda de reunión, y todo el que buscaba a Yahvé, iba a la tienda de reunión, que estaba fuera del campamento. 8
Cuando Moisés se dirigía a la tienda, se levantaba el pueblo todo, estándose todos a la puerta de sus tiendas, y seguían con sus ojos a Moisés hasta que este entraba en la tienda. 9
Una vez que entraba en ella Moisés, bajaba la columna de nube y se paraba a la entrada de la tienda, y Yahvé hablaba con Moisés. 10
Todo el pueblo, al ver la columna de nube parada ante la tienda, se alzaba y se prosternaba a la entrada de sus tiendas. 11
Yahvé hablaba a Moisés cara a cara, como habla un hombre a su amigo. Luego volvía Moisés al campamento, pero su ministro, el joven Josué, hijo de Nun, no se apartaba de la tienda.
Hemos visto atrás las disposiciones de Yahvé sobre el
santuario que'quiere tener en medio del pueblo de Israel. Pero ese
santuario tan suntuoso no está aún fabricado. Por consiguiente, no puede referirse a él lo que aquí se cuenta. Además, la simple lectura del texto nos deja la impresión de que la
tienda de que aquí se trata no se parece en nada a la que nos hacen esperar los preparativos arriba mencionados.
Antes de esto hemos visto cómo Dios mandaba guardar un vaso del maná para perpetua memoria y que Moisés lo colocó delante de Yahvé ante el testimonio. Estas palabras eran oscuras, pero las aclaran las que ahora nos hablan de la tienda de la reunión, en que Yahvé se comunica con Moisés. Viviendo Israel en
tiendas, tenía también en una
tienda el santuario de Yahvé, más que para el culto, para consultar al Señor. En atención a la
santidad de aquella
tienda, a la que Yahvé descendía en forma de
nube (v.6)
a comunicar con Moisés como un amigo con otro, éste la planta fuera del campamento y la pone bajo el cuidado de su ayudante militar, Josué (v.11). Los textos nos hablan continuamente de las comunicaciones de Dios con Moisés; aquí se nos declara la forma en que esas comunicaciones se verifican. La
nube, que tantas veces
se nos ofrece como la imagen de la presencia de Dios, es la que aquí también desciende. El pueblo la ve y en ella adora a su Dios, pues en ella se manifiesta sensiblemente. Pudiera creerse que esta separación obedecía a la prevaricación del becerro, como una protesta del líder, que no quiere que la tienda de la reunión permanezca en medio del campo manchado con el pecado de la idolatría. Pero en el texto no hay nada que sugiera esto, y lo más natural es considerar esta pequeña perícopa desligada de lo que precede y sigue. La
tienda se plantaba de ordinario fuera del campamento. Así lo exigía su
santidad. Se llama tienda de
reunión porque en ella se encontraban Yahvé y Moisés. Como los santuarios antiguos se colocaban fuera de la ciudad, así la
tienda de Yahvé estaba fuera del campamento. A ella debían ir los israelitas para consultar a Yahvé, pues allí estaba Moisés el
profeta, que hablaba con Dios como un amigo con otro amigo.
Coloquio Confidencial de Yahvé y Moisés (12-23).
12
Moisés dijo a Yahvé: Tú me dices: Haz subir a este pueblo, pero no me das a saber a quién mandarás conmigo, a pesar de que me has dicho: Te conozco por tu nombre y has hallado gracia a mis ojos. 13
Si, pues, en verdad he hallado gracia a tus ojos, dame a conocer el camino, para que yo, conociéndolo, vea que he hallado gracia a tus ojos Considera que este pueblo es tu pueblo. 14
Yahvé le respondió: Iré yo mismo contigo y te daré descanso. 15
Moisés añadió: Si no vienes tú delante, no nos saques de este lugar, 16
pues ¿en qué vamos a conocer yo y tu pueblo que hemos hallado gracia a tus ojos sino en que marches con nosotros, y nos gloriemos yo y tu pueblo entre todos los pueblos que habitan sobre la tierra? 17
Dijo Yahvé a Moisés: También a eso que me pides accedo, pues has hallado gracia a mis ojos y te conozco por tu nombre. Yo mismo iré delante de ti y te guiaré. 18
Moisés le dijo: Muéstrame tu gloria; 19
y Yahvé respondió: Yo haré pasar ante ti toda mi bondad y pronunciaré ante ti mi nombre, Yahvé, pues yo hago gracia a quien hago gracia y tengo misericordia de quien tengo misericordia; pero mi faz no podrás verla, porque no puede hombre verla y vivir. 20
y añadió: Ahí en ese lugar te pondrás conmigo sobre la roca. 21
Cuando pase mi gloria, yo te meteré en el hueco de la roca, 22
y te cubriré con mi mano mientras paso; 23
luego retiraré mi mano y me verás las espaldas; pero mi faz no la verás.
Aquí tenemos otro relato del mismo episodio, pero en el que el triunfo de Moisés es más completo. Comienza el profeta haciendo presentes a Dios sus palabras de benevolencia para con él y para su pueblo, pero no le ha dicho a quién mandará con él. Y Yahvé le contesta sin más:
Iré yo mismo contigo y te daré descanso (v.14)1. Bien podía descansar el caudillo llevando tal compañía. La intercesión de Moisés ha logrado cambiar los planes de Dios, pues antes dijo que enviaría su
ángel, y ahora anuncia que, movido de sus plegarias, le acompañará personalmente. Moisés, agradecido a esta condescendencia, dice que, de no ser así, prefiere quedarse donde está, pues supone que allí tiene Yahvé su
morada (v.16).
? añade que ninguna señal mejor puede dar Dios de que ama a su pueblo que la de acompañarlo y ser su guía y su gloria ante los pueblos.
Con esta concesión, Moisés se anima y pasa más adelante en su ruego, pues pide a Dios que le muestre su propia
gloria, ya que la nube no era sino un
símbolo de su presencia (v.18). Pero ¿cómo mostrarle su
gloria, es decir, cómo manifestarse a sí mismo rodeado de gloria y majestad, estando escrito que nadie puede ver a Dios sin morir? Moisés había hablado con Yahvé cara a cara, como un hombre a su amigo2; pero Yahvé hablaba desde la
nube que le ocultaba, y le había visto figurado en el
fuego3. Pero ahora quiere contemplar la faz de Yahvé sin velos ni celajes, sin intermediario. Varias veces se habla en el éxodo de la gloria de Yahvé, que el mismo pueblo contempla sin experimentar daño alguno4. Era esa
gloria la nube arrebolada que aparece en la puesta del sol, o la
nube azulada que se manifestaba en el cielo, símbolo de la presencia de Yahvé5
. Pero sabía el pueblo que aquellas
nubes no eran su Dios. Otra cosa era lo que Moisés pedía: ver a Dios en su plena realidad gloriosa y mayestática. Y esto es lo que se le niega. Es difícil entender cómo, a la vista de este texto:
mi faz no podras verla, porque no puede verla hombre alguno y vivir (v.19), algunos Padres y teólogos se han planteado el problema de si Moisés alcanzó la gracia de ver la esencia divina.
La gloria de Dios es inaccesible al hombre; por eso no se acepta la petición ingenua de Moisés, pero se le va a conceder lo que es posible. Yahvé le va a dar a contemplar su
bondad (v.19) o
gloria según la versión de los LXX6, y, además, le dará a conocer su nombre:
y pronunciaré ante ti mi nombre. Esa
bondad y su
nombre están reflejados en la frase que sigue:
Hago gracia a quien hago gracia, y tengo misericordia de quien tengo misericordia. Como si dijera que Dios obra movido por su misericordia y no por ninguna causa exterior a El. San Pablo cita estas palabras, y añade por vía de comentario: Por consiguiente, no es del que quiere ni del que corre, sino de Dios, que tiene misericordia.7 Los Padres añaden que en todas las obras de Dios hay misericordia y se funda en ella8. De donde resulta que la misericordia es el todo en las obras de Dios. Aplicado este principio a las presentes circunstancias, querrá decir que Yahvé otorga a Moisés la gracia que pide, y perdona al pueblo su pecado en virtud de su propia
misericordia, por ser El quien es y no por los méritos del profeta o por las gracias del pueblo. Pero la sentencia del Señor tiene un valor universal, y ése es el que pone de relieve el Apóstol al estudiar el grave problema que le planteaba la suerte de Israel. Añade Dios, no obstante, que quiere darle a conocer el significado de su nombre, Yahvé, del cual dice El mismo: Este es mi nombre para siempre, este mi memorial, o sea, el vocablo con que quiero ser recordado de generación en generación.9 Para ello le manda subir a la montaña y situarse en la oquedad de una roca. El Señor pasará por delante, pero cubrirá con la mano dicha oquedad para que Moisés no pueda verle sino por la espalda (v.23). En esta escenificación ingenua debemos ver la preocupación del hagiógrafo en destacar la trascendencia divina, sin que sea necesario tomar el relato al pie de la letra en todas las particularidades. Esta escenificación parece tiene aire de parábola simbólica, en la que entran en juego nociones teológicas concretadas en protagonistas que actúan y dialogan. Aquí se destacan las ideas teológicas de la trascendencia divina y de su misericordia y bondad para con su siervo, Moisés, caudillo de Israel.
1 En heb. yo mismo se expresa idiomáticamente mi faz
(panay)
, como en asirio
(paniia)
. Algunos autores han querido ver en la expresión mi faz una alusión a otra hipóstasis distinta de Yahvé, su
ángel; cf. Lagrange: RB (1903) p.ais; P. Van Imschoot,
Théologie de ? Ancien
Testament I (1954) p.221. 2
Exo_33:11. 3
Exo_16:17;
Exo_24:16. 4
Exo_24:11. 5
Exo_16:10;
Exo_24:163. 6 En hebreo
tub, que lo mismo significa
bondad que
belleza. 7
Rom_9:16. 8 Tomás de aquino, 1 q.21 3;4. 9
Exo_3:15.