Biblia Comentada, Profesores de Salamanca (BAC, 1965)
30. Los Hijos de Jacob.
Los Hijos de las Esclavas (1-13).
En todo este capítulo resalta el deseo de las esposas de Jacob por tener muchos hijos. Es el comentario al anuncio hecho por Dios a Eva: buscarás con ardor a tu marido.1 En su afán de dejar descendencia, las esposas de Jacob ofrecen sus esclavas para tener hijos adoptivos de ellas. Los nombres que imponen las madres suelen tener buen augurio, y expresan la satisfacción de las mismas al encontrarse con nuevos vástagos. Hemos de notar que en el relato se hace ver que la fecundidad
la otorga Dios, y en primer lugar a Lía, para compensarla del desafecto que por ella sentía su marido.
1Raquel, viendo que no daba hijos a Jacob, estaba celosa de su hermana, y dijo a Jacob: Dame hijos o me muero. 2Airóse Jacob contra Raquel, y le dijo: ¿Por ventura soy yo Dios, que te he hecho estéril? 3Ella le dijo: Ahí tienes a mi sierva Bala; entra a ella, que para sobre mis rodillas y tenga yo prole por ella. 4Diole, pues, su sierva por mujer, y Jacob entró a ella. 5Concibió Bala y parió a Jacob un hijo, 6y dijo Raquel: Dios me ha hecho justicia, me ha oído y me ha dado un hijo; por eso le llamó Dan. 7Concibió otra vez Bala, sierva de Raquel, y parió un segundo hijo a Jacob, 8diciendo Raquel: Luchas de Dios he luchado con mi hermana, y la he vencido; por eso le llamó Neftalí. 9Viendo Lía que había dejado de tener hijos, tomó a Zelfa, su esclava, y se la dio por mujer a Jacob. 10Zelfa, esclava de Lía, parió a Jacob un hijo, y Lía dijo: 11¡Qué buena fortuna!, y le llamó Gad. 12Parió Zelfa, esclava de Lía, un segundo hijo a Jacob; 13y dijo Lía: Por dicha mía, pues las hijas me han hecho feliz, y le llamó Aser.
Raquel, celosa de su hermana, reprocha a su marido el no tener hijos; éste protesta, pues sólo a Dios pertenece el dar la fecundidad 2; pero, aunque ella sea estéril, queda el recurso de que Jacob tenga hijos de la esclava de Raquel, y así como Sara ofreció Agar a su marido, así ahora Raquel ofrece a su esclava Bala para que Jacob le dé hijos, que considerará como suyos: dará a luz sobre sus rodillas (rito de adopción antiguo), con lo que será considerado como hijo suyo3. En efecto, al dar a luz la esclava, Raquel le impone por nombre
Dan, diciendo que Dios le ha dado un hijo (v.6). Le llama
Dan porque Dios me ha hecho justicia (Dânnani, del verbo
dim, juzgar). El hijo siguiente de la esclava es llamado
Neftalí. Raquel comenta el nombre:
luchas de Dios he
luchado con mi hermana... (v.8). La expresión luchas de Dios puede entenderse en sentido metafórico, luchas sobrehumanas
o lucha con Dios por conseguir su bendición en orden a tener hijos4.
También Lía quiere tener hijos de su esclava Zelfa, y así se la ofrece a Jacob. Al primer hijo le llamó
Gad (fortuna)5. Existía un dios sirio de la fortuna con este nombre6. El segundo fue llamado
Aser (bienaventurado): porque las hijas (mujeres) me han hecho
feliz (v.13). El nombre de
Aser y de
Zabulón aparecen en los textos de Ras Samra (s.XV a.C.) como epónimos de grupos étnicos al sur de Fenicia7.
Nuevos Hijos de Lía y Raquel (14-24).
14Salió Rubén al tiempo de la siega del trigo, y halló en el campo unas mandrágoras, y se las trajo a Lía, su madre, y dijo Raquel a Lía: Dame, por favor, de las mandrágoras de tu hijo. 15Lía le contestó: ¿Te parece todavía poco haberme quitado el marido, que quieres quitarme también las mandrágoras de mi hijo? Y le dijo Raquel: Pues que duerma esta noche contigo a cambio de las mandrágoras de tu hijo. 16Vino Jacob del campo por la tarde, y, saliéndole Lía al encuentro, le dijo: Entra a mí, pues te he comprado por unas mandrágoras de mi hijo. Y durmió con ella Jacob aquella noche, 17y oyó Yahvé a Lía, que concibió y parió a Jacob el quinto hijo. 18Y dijo Lía: Dios me ha pagado mi merced por haber dado mi sierva a mi marido; y le llamó Isacar. 19Concibió de nuevo Lía, y parió a Jacob un sexto hijo, 20diciendo: Dios me ha hecho un buen don; ahora mi marido morará conmigo, pues le he dado seis hijos; y le llamó Zabulón. 21Después parió una hija, a la que llamó Dina. 22Acordóse Dios de Raquel, la oyó y la hizo fecunda. 23Concibió, pues, y parió un hijo, y dijo: Dios ha quitado mi afrenta, 24y le llamó José, pues dijo: Que me añada Yahvé otro hijo.
Según creencias antiguas, las
mandrágoras favorecían la fecundidad, quizá por la forma de su tubérculo, que parece un tronco humano8. Aun hoy día los árabes beduinos emplean determinados frutos del campo para favorecer la fecundidad9. Es el caso de Lía, que quiere servirse de las mandrágoras recogidas por su hijo entre el trigo, lo que indica que en aquella región no sólo se vivía del pastoreo. Raquel quiere que su hermana se las dé para favorecer la fecundidad, pero Lía le echa en cara que le ha substraído a su marido, negándole sus derechos conyugales10. Raquel cede por una noche sus derechos, y Lía concibe. A su hijo le llamó
Isacar, diciendo: Dios me ha pagado mi
merced (
sekarí)11. A su sexto hijo le llamó
Zabulón, del que se da en la frase de Lía una doble explicación: Dios me ha hecho un buen don(
zebâdam),
y mi marido
morará conmigo(
yizbelêni).
Raquel también tuvo un hijo, al que llamó
José, del que se da también una doble etimología: Dios ha
quitado (
yasaf)
mi afrenta y que me
añada (
yosef)
también otro hijo (v.24).
Además de estos hijos, Lía tuvo una
hija, llamada Dina, cuyo nombre no se explica, pues la madre no parece agradecer el nacimiento de una niña12. El mismo narrador pasa casi por alto el hecho, sin darle relieve. La menciona para introducir el incidente de Siquem13.
Prosperidad de Jacob en Casa de Labán (25-43).
25Cuando Raquel parió a José, dijo Jacob a Labán: Déjame irme a mi lugar, a mi tierra. 26Dame mis mujeres, por las que te he servido, y me iré, pues bien sabes tú qué buen servicio te he hecho. 27Respondióle Labán: Si he hallado gracia a tus ojos, yo sé por agüero que por causa tuya me ha bendecido Yahvé. 28Fíjame tu salario y yo te lo daré. 29Contestóle Jacob: Tú bien sabes cómo te he servido y lo que conmigo ha venido a ser tu ganado. 30Bien poco era lo que antes tenías, pero se ha aumentado grandemente, y Yahvé te ha bendecido a mi paso. Ahora, pues, habré de hacer también yo por mi casa. 31Labán le dijo: Dime qué es lo que he de darte. No has de darme nada le contestó Jacob, sino hacer lo que voy a decirte, y volveré a apacentar tu ganado y a guardarlo. 32Yo pasaré hoy por entre todos tus rebaños, y separaré toda res manchada o rayada entre los corderos y toda res manchada entre las cabras. Eso será mi salario. 33Mi probidad responderá así por mí a la mañana, cuando vengas a reconocer mi salario; todo cuanto no sea manchado entre las cabras y rayado entre los corderos, será en mí un robo. 34Y respondió Labán: Bien, sea como dices. 35Pero aquel mismo día separó todos los machos cabríos manchados, todas las cabras manchadas y cuantas tenían algo de blanco, y entre los corderos todos los rayados y manchados, y así se los entregó a sus hijos, 36haciéndoselos llevar a tres días de camino de donde estaba Jacob. Jacob siguió apacentando el resto del ganado de Labán. 37Tomó Jacob varas verdes de álamo, de almendro y de plátano, y, haciendo en ellas unos cortes, las desdescortezaba, dejando lo blanco de las varas al descubierto. 38Puso después las varas así descortezadas en los canales de los abrevaderos adonde venía el ganado a beber; 39y las que se apareaban a la vista de las varas, parían crías rayadas y manchadas. 40Jacob separó el ganado, poniendo delante cuanto de rayado y manchado había en los rebaños de Labán, y puso su grey aparte, sin dejar que se mezclara con la de Labán. 41Era cuando las reses vigorosas entraban en calor cuando ponía Jacob las varas a su vista en los abrevaderos, para que se apareasen ante las varas; 42pero ante las débiles no las ponía, y así las crías débiles eran las de Labán, y las fuertes las de Jacob. 43Vino a ser Jacob rico en extremo, dueño de numerosos rebaños, de siervos y de siervas, de camellos y de asnos.
Jacob había ido a Siria en busca de esposa, y halló no una, sino dos, y cada una de éstas acompañada de una esclava, que, llegado el caso, puede ser también esposa del patriarca. Tal era la ley que entonces regía, y a la que se atiene, deseoso de tener una numerosa posteridad. Llegado a casa de su tío Labán, no cargado, como Eliecer, de riquezas, sino con sólo su bastón de caminante, para satisfacer la avaricia de Labán hubo de trabajar catorce años en el oficio de pastor, que había ejercido desde la juventud. Cuando se vio ya libre de la deuda, y la casa llena de hijos, pensó en volver a su padre, donde le aguardaba un buen patrimonio. Pero Labán quiso retenerlo, sabiendo cuan ventajosa le era la industria de Jacob. Es interesante la conversación entre suegro y yerno. El primero confiesa haber conocido por adivinación
(por agüero, v.27)14 que Dios le había bendecido por causa de Jacob, lo que para el autor sagrado era una prueba más de que Dios está con Jacob. Por eso éste pone sus condiciones: quiere una participación en los beneficios, proponiendo una cosa que a primera vista favorece a Labán. Jacob se quedará sólo con las reses manchadas o rayadas. Lo más normal es que nazcan de un solo color, y por eso Labán tendrá la mayor parte de la ganancia. En Siria, los carneros suelen ser blancos, y las cabras negras 15; la variedad de colores en la misma res es muy rara. Así, las manchadas y rayadas pueden considerarse como una excepción. Sin embargo, Jacob se las reserva, y cree que será suficientemente pagado con ellas. Confía en su habilidad y en la bendición divina, que siempre le ha acompañado. Labán acepta; pero, temiendo que las reses que ahora tiene manchadas y rayadas se reprodujeran sistemáticamente en esta variedad de colores, las retira lejos de Jacob, de forma que a éste le queden sólo las blancas o las negras. De este modo, todas las probabilidades están a su favor (v.35). Pero Jacob queda muy conforme, pues cree saber un procedimiento mágico para conseguir que los corderos que nazcan sean todos de variado color. Así, buscó ramas de álamo 16, almendro y de plátano, descortezándolas en parte, y las puso delante del abrevadero, de forma que las tuvieran a la vista las reses al aparearse. La vista del color variado de las ramas por los animales tenía un efecto mágico sobre el color de los que iban a nacer. El procedimiento es original, y sin duda que obedece a costumbres y leyendas pastoriles17. El autor sagrado da a entender que Dios bendijo este ardid de Jacob, de forma que la mayor parte del ganado resultaba manchado y rayado, quedando así, en virtud del contrato, adscrito a la propiedad de él.
Con ello prueba cómo Dios cumple su promesa de protegerle y bendecidle18. Por otra parte, muestra cómo Jacob, con la asistencia divina, logró compensarse de las exigencias avaras de su suegro Labán. Esta anécdota curiosa, que reflejaba el carácter astuto de Jacob (probado ya en la suplantación de Esaú en sus derechos de primogenitura), debía de correr en los ambientes pastoriles hebreos, y el autor sagrado la recoge y utiliza para mostrar la providencia especial de Dios hacia el gran patriarca de los israelitas. Como siempre, en todos estos relatos debemos buscar la enseñanza religiosa, sin dar importancia a lo anecdótico y pintoresco, que muchas veces está coloreado por la imaginación popular al transmitirlo.
1
Gen_3:16. 2 Cf.
2Re_5:7. 3 Cf. las leyes del Código
de Hammurabi art.170-171. 4 La etimología juega con la raíz
patal, que en ni'tal significa luchar denodadamente. 5 El
qeré del TM lee
bâ' gâd (la felicidad ha llegado). 6 Cf. Is-
2Re_65:11. 7 Véase RB (1937) p.362-372. 8 Cf. Dioscórides, IV 76; Teofrasto, Hist. Plant. IX 9. 9 Cf. Jaussen, o.c., p.37. 10 Cf.
Exo_21:10. 11
Isacar parece venir de
is sakar (hombre de salario). 12 De
Gen_37:5 y 46:7; 15 se deduce que Jacob tuvo otras hijas. 13 Gén c.34. 14 Aquí
agüero, o adivinación, puede tener el sentido amplio de conjeturar o sospechar. 15 Cf.
Can_4:2;
Can_6:6;
Can_4:1. 16 En heb.
álamo es
libneh, que hace juego con el nombre
Labán. 17 Procedimientos análogos parece que usaban los antiguos para conseguir la diversidad en los animales. Cf.
Bochart,
Hierozoicon I 618s. Así se creía que los objetos vistos durante la fecundación o gestación tenían influencia sobre el feto. Según San Jerónimo, los españoles se servían de medios semejantes para conseguir caballos de diversos colores (
Liber Hebraicarum quaestionum in Genesim: PL 23,895). Agustín de Hipona cita a Hipócrates en este sentido (
Quaest. in Heptateuchum I 93); San Isidoro viene a decir lo mismo (
Etymologiarum liber XII 58-60). Véase Plinio,
Hist. nat. VII 10. 18
Gen_28:15.